¿Cuándo se perdió la memoria y el rumbo estratégico?

Popayán, 29 de agosto de 2018

En Colombia recién se abre la posibilidad de debatir sobre la experiencia ocurrida con las Farc. De acuerdo a nuestra mirada y versión (que puede estar equivocada pero se debe demostrar su error), esa guerrilla pasó a partir de 1982 (aunque su deterioro venía desde atrás) de ser una representante armada de la auténtica y digna lucha campesina e indígena por la tierra, a convertirse en un cuerpo armado separado de la sociedad. Ese grupo armado, a partir de ese instante, desarrolló una estrategia básicamente militarista que fue –total y absolutamente– instrumentalizada por el imperio y la oligarquía. Esa "guerra" no solo se usó para neutralizar y debilitar las luchas populares y de los trabajadores colombianos sino para que el gran capital despejara y se apropiara de extensas regiones y territorios estratégicos ricos en recursos naturales (minerales, petróleo, gas, biodiversidad, turismo), despojando y desplazando a millones de campesinos, negros, mestizos e indígenas. La economía del narcotráfico fue la principal herramienta de intervención territorial y la guerra "contra-insurgente" su motivo.

Hay quienes fueron parte directa o indirecta de esa tragedia que hoy se niegan a reconocer esa deriva de la obra "insurgente". Los entiendo. Piensan que cuestionar el papel de las Farc como representantes de las luchas populares es hacerles el juego a los enemigos de la causa transformadora de los pueblos y de los trabajadores pero no se atreven a hacerse preguntas simples y sencillas. ¿Por qué terminaron tan mal? ¿Por qué la mayoría de la sociedad colombiana los rechaza? ¿Por culpa de las clases dominantes y del imperio?

No niego, entonces, que los principales dirigentes y muchos de sus militantes y colaboradores de las Farc fueran luchadores populares bien intencionados y hasta heroicos. No obstante, señalo un momento (¡y vaya momento!) en donde perdieron el rumbo (1982). Y la gente en todo el país lo decía con claridad: "La guerrilla perdió su norte ideológico". Pero lo más importante para poder avanzar es preguntarnos: ¿Qué tipo de problemas había en su formación política e ideológica que hizo posible que no solo perdieran la memoria sino también el "rumbo estratégico"?

Negar que fueran luchadores populares sería cerrar la puerta para plantearnos el problema ideo-político que es lo fundamental y nos sirve para avanzar en la actualidad.

¿Qué problemas existían en la formación de las guerrillas colombianas cuando llegó ese momento? ¿Qué limitantes políticos existían para que ellos no pudieran detectar que si seguían por el camino que diseñaron en 1982, iban a terminar en lo que ocurrió en 2017? Y claro, es necesario precisar que ese camino no fue escogido en forma aislada de la lucha de clases y de la situación del mundo y del país, ni de la estrategia utilizada por el enemigo, pero la concepción política e ideológica de los principales dirigentes es el aspecto determinante para definir y señalar ese "rumbo".

Por ello, no es correcto negarse a hacer "recuentos parroquiales" y a detallar las "minucias" de los hechos ocurridos. Es en la particularidad, en ese "síntoma", en donde precisamente podemos encontrar las respuestas al porqué se perdió el rumbo estratégico; es allí donde encontramos la "generalidad concreta". Y eso solo se puede detectar "desde adentro" de la lucha de clases, participando en las luchas cotidianas de nuestro pueblo, no solo las luchas armadas y beligerantes, ni solo las electorales o las filosóficas, sino en "sus luchas". Claro, ello nunca se podrá hacer desde un "Olimpo".

Toda esta reflexión y sus conclusiones (que siempre serán parciales y aproximadas), deben ponerse al servicio del movimiento real. El principal problema en nuestra formación ideo-política está presente (y mucho) en los movimientos, organizaciones y dirigentes actuales, independiente de si han renunciado (por táctica o por convicción) a algunas formas y métodos de lucha.

Uno de los componentes del problema ideo-político puede ser definido como la presencia (oculta, camuflada, negada y reprimida) de un núcleo religioso (cristiano) que está en la base filosófica de nuestra pretendida conquista de la "justicia social". Esa meta es concebida –fruto de esa concepción cristiana– como un reemplazo ideal de la "justicia divina" y para poder lograrla siempre se requiere de los "intermediarios" entre ese núcleo divino y el pueblo, o sea, los liberadores, los héroes, los que se sacrifican, lo mártires, muchas veces con vocación suicida.

Y no es un problema sólo de los "materialistas dialécticos" colombianos o latinoamericanos. No, es un grave problema presente en gran medida en las luchas libertarias de casi todos los pueblos que han heredado los enfoques religiosos que se han camuflado de "filosofía materialista-dialéctica" y que, por falta de estudio y de debate abierto y sincero, no nos atrevemos a cuestionar. Y no solo ocurre en las culturas "occidentales" y/o "judeo-cristianas" sino también en las culturas "orientales" y en las llamadas "ancestrales".

En muchos casos el "dios" todopoderoso y sapiente" es reemplazado por el "partido", el "marxismo", el mismo "pueblo", o en otros, por la "madre tierra" o la "pacha-mama", en donde el ser humano queda sometido a castigos y destinos sobre los cuales no tiene el más mínimo control. Por ello, por cuanto no hemos logrado superar muchos de esos valores heredados, la mayoría de nuestros líderes revolucionarios (muchas veces en contra de su voluntad pero también con su aceptación) terminaron pareciéndose a los "dioses", "cristos", "zares" y "reyes" que queríamos derrocar, olvidándose de la sencilla y práctica formulación de Marx: "La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos".

Claro, es un problema que debe ser plena y ampliamente expuesto y profundizado para que la juventud que hoy toma el bando pueda en verdad superar esa dificultad y debilidad ideológica que, siempre estará por allí, camuflada de "jorobadito" que controla desde atrás la "máquina" que resuelve todos nuestros problemas[1].

 



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Fernando Dorado

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