Al parecer, un estudio reciente de Interlaces, la encuestadora que maneja Oscar Schemel, arrojó como resultado que el 54 % de los venezolanos no se identifica con gobierno ni oposición. En el mejor de los casos, ambas fuerzas que son como aceite y vinagre, se distribuyen el 46 por ciento del apoyo de los nacionales. No sabemos exactamente cómo se reparten ese universo, aunque uno podría adelantar opiniones, pero no es saludable hacerlo. Lo cierto es que dividido ese porcentaje entre ambos espacios se configuraría a cada uno de ellos como minoría y además conjuntos absolutamente irreconciliables.
Y vamos a dar por buenas la cifra de la agencia de Schemel, pese uno cree, por lo que se percibe en la calle, que ella es sustancialmente superior y porque otras encuestas apuntan hacia esto mismo.
Entonces no es aventurado decir que, ambos bandos, gobierno y oposición, están usufructuando el derecho de las mayorías de hacer política. Esta, la política, ha asumido, el carácter de una guerra virtual o no convencional entre dos bandos, y recordando lo de Carl Von Clausewitz, que la guerra es la continuación de la política por otros medios, y por aquello que las mayorías hacen exactamente lo mismo que la población civil, que cuando la metralla cae sobre todo aquello que se mueva, lo de esconderse y procurar no les detecten y aniquilen. Es decir, pareciera que aparte de la oposición y gobierno más nada hubiese; de donde se podría decir, casi sarcásticamente, que las mayorías no existen.
Las mayorías están silenciosas; solo se escucha el ruido de las armas y los gritos de quienes se hacen la guerra, sin herirse ni golpearse, pues las consecuencias de todo el bombardea las sufren quienes no están en el campo de batalla. Pues esta guerra es así. Los combatientes no se hieren, salvo escasas excepciones, pues lo daños que ella y ellos ocasionan, están relacionados con aquello que en la guerra convencional llaman daños colaterales. Pues es la población que no participa en la guerra la que sufre los efectos negativos de esta. Como en las escuelas abarrotadas de niños, los hospitales congestionados por causa de la guerra misma, etc. Ni siquiera las lamentaciones se escuchan, como que los trabajadores, por el esmerado cuidado que en ello ponen sus dirigentes sindicales, de un lado u otro, que eso así suceda, manifiestan su dolor e inconformidad de manera queda y casi clandestina. Los opositores hacen causa común con el gobierno en lo de los aumentos de precios y represión de los salarios en términos relativos, pues esto eso favorece a los financistas de los primeros. Y estos pagan el favor sacando de su agenda política y para la agitación y el reclamo esos dos asuntos. ¿Ha visto usted a la oposición manifestarse contra la escandalosa y cruel relación entre precios y salarios en Venezuela? ¿Por qué no lo hace? Pues porque sería afectar a quienes les respaldan y comprometerse para el futuro en algo que no quiere. Sería ingenuo quien crea a esa oposición casi oficial de ahora, llegada al gobierno, dispuesta a poner en su agenda una política de defensa del salario.
Gobierno y oposición coinciden en tratar a todo aquel que no comparta sus opiniones como enemigo. Quien opine debe hacerlo exactamente dentro de la estricta visión de ellos. Uno está como obligado a repetir el discurso por ellos elaborado, con puntos y señales, de lo contrario es enemigo. Para opositores oficiales, en buena medida, en Venezuela no hay guerra económica desatada por factores externos y sus agentes nacionales, decir eso es, según su estrecha visión, hacerle el juego al gobierno y lo que es más, comportarse como agente del mismo. Uno está obligado a repetir sus discursos, como el relativo a exaltar las bondades de una invasión y hasta una guerra, porque según sus elucubraciones mentales "aquí no hay otra salida". Discurso este, en lo que se refiere a lo último que he escrito, que nos remite a la década del sesenta del siglo pasado, cuando para la izquierda venezolana "no había otra opción sino la lucha armada" y dentro de esta la "salida" ideal era la lucha guerrillera. Tanto que todavía sobre aquel disparate se escriben loas, se siguen tejiendo sueños, inventan héroes, de quienes no fueron sino puros mártires y soñadores y víctimas de un ecumenismo hasta infantil.
Recientemente un amigo que sueña con ser Alcalde y se propone construirse una base de sustentación, pues carece de todo, me invitó asistiese a una pequeña reunión donde expondría sus ideas. Fui obligado por atender la invitación de alguien quien suele ser muy deferente conmigo y asiduo visitante de mi casa, pese no quiero saber nada de esas cosas y menos en participar en algo que me ha deparado tantas frustraciones y penas. Según él, intenta aprovechar el descontento existente y construir un perfil diferente. Había allí unas 10 ó 12 personas que escucharon con atención su exposición. Habló de las dificultades que el venezolano padece y en su enfoque aquello achacó de manera absoluta al gobierno. Quedó sólo, pese los asistentes como yo, somos sus amigos. Todos, pues hablaron todos, hablaron en buena medida como un reflejo de eso que dice la encuesta de Schemel. Hay muchos responsables, más de los que señalan gobierno y oposición cada uno por su parte. Al final quedó sólo por ignorar la realidad. ¿Cómo pretender abrir un camino ignorando a la mayoría y plegándose a unas de las partes que a él no le harían candidato?
Para muchos opositores que hacen de dirigentes, entre quienes hay mucho ex guerrilleros, izquierdistas, hasta dirigentes sindicales que olvidaron los sueños de la clase obrera y optaron por aliarse con el enemigo histórico y a este le ruegan nos invada para que nos traiga bienestar y democracia. Olvidaron las elementales enseñanzas de la historia de América Latina y sus desventuradas relaciones con los vecinos del norte. Abundan ingenuos que ahora han terminado por creer que los grupos que financian y apoyan a los factores más dinámicos e influyentes del bando opositor, los mismos que aprovechan la crisis política en la que está hundida Venezuela, la demasiada evidente ineptitud y debilidad del gobierno para especular a sus anchas, son los más idóneos para rescatar la democracia y los derechos todos de los venezolanos, como los de carácter económico y social. Pasan por alto que el precio a pagar por las ventajas que su mal diagnóstico de la coyuntura, la correlación de fuerzas, dan a los factores externos interesados en sojuzgarnos y apoderarse de nuestros recursos, causa determinante de lo que aquí acontece, sería demasiado alto.
Los del gobierno aparte de la ineptitud para el manejo de la cosa pública, la corrupción que ha cundido entre muchos de ellos, la imposibilidad de diseñar un programa y política económica acertada, el pésimo manejo del negocio petrolero y el derroche de los recursos públicos, el pésimo diagnóstico del mundo de hoy, están atrapados en la una estrechez de miras que como el bando opositor les hace ver enemigos en todas partes y sobre todo entre quienes no se pliegan a sus prácticas y no reniegan de sus visiones. Su "política de aliados", de la que ellos hablan, parece diseñada para correr y acorralar a la gente buena. Entre ellos prevalece la idea que tienen atrapado al mundo y la verdad entre sus manos y no hay otra opinión digna de tomar en cuenta. Entonces, no ven si no enemigos en todas partes y piensan aquello pedestre de "estás conmigo o contra mí".
Y mientras todo eso acontece, allá afuera de los límites de los campos opositor oficialista y gobernante, hay un enorme espacio ya mayoritario y además factores dentro del campo que aquellas fuerzas por ahora controlan, que claman por una acción política unitaria que atienda la coyuntura, los intereses nacionales y por ende las demandas de la multitud. Es decir, ¡si hay posibilidades de construir una nueva mayoría! Y esa nueva mayoría sería el único antídoto contra quienes hacen planes de guerra, fraude a la nación y solo atienden a su propia seguridad y bienestar e intereses foráneos.