El dogmático le pone plazo y ritmo a su viaje, sin pensar en las naturales dificultades, menos a los baches del camino y a todo lo imprevisto.
La hija de un familiar nuestro, solía planificar los viajes vacacionales de su entorno, particularmente lo relativo a la meta, ciudad o pueblo a llegar en cada jornada. Tomaba un mapa, escogía una meta, se cercioraba sobre la distancia entre el sitio de salida y llegada, en el plan le asignaba una determinada velocidad al vehículo y deducía de aquello la hora de llegada. Nunca acertaba, pues su plan estaba concebido como si en la carretera no habría curvas, baches, subidas ni bajadas y menos ganas de detenerse a mirar algo o esperar un rato que una manada de animales y el respectivo arriero, atravesaran de un lado a otro de la vía. Siempre llegaban más tarde de lo que ella había imaginado. Eso, generalmente les impedía gozar de muchas cosas, como lo inherente al pueblo de llegada, su gente, atractivos, curiosidades, visitar a algún conocido, por hacerlo generalmente muy entrada la noche y la necesidad, impuesta por ella misma, de salir hacia el siguiente al amanecer para llegar, según su plan.
Por ejemplo, ponerle fecha de llegada al socialismo y de muerte al capitalismo y su lógica, en una sociedad determinada, es planificar como mi sobrina. Pero admitimos que aquello fue un error, un momento fantasioso e imaginado por una joven inexperta es entendible y perdonable; los estados extremos de emoción y la inexperiencia dan para eso. Lo grave es que después de haber experimentado la desagradable experiencia del primer tramo, como que llegamos al primer pueblo varios horas después de lo previsto, porque en muchos tramos no había carretera sino caminos de recuas y nos perdimos de disfrutar el pueblo y su gente por tener que salir a los primeros cantos de gallo, según lo planificado, sigamos haciéndolo de la misma manera.
Para deshacerse del dogmatismo no hay brebaje, acto de fe, ni ninguna vaina mágica, menos enlatada que valgan. Para dejar el dogmatismo, hay que empezar por deshacerse de lo alquimista que hay en uno. Y por percatarse que, pareciera una mentira, pero es verdad, el dogmatismo emborracha, mientras más se toma para olvidar las penas o aliviar los dolores, más se hunde en su tragedia.
La afectación al dogmático por ejemplo, asocia lo de no serlo, a la condición de "reformistas", cobardes y hasta alacranes de todos aquellos que no aceptan o tienen la capacidad y hasta honestidad de ver el mundo como esa anormalidad le impone o trata de imponerse. Según como aprecia desde su visión, el dogmático, el mundo se mueve según sus mediciones, percepciones y hasta capturas. Es como si éste le perteneciera y se moviese a su alrededor, le sonriera e hiciese señales para dónde coger o cogerá. Como un juguetito o muñequito de cuerda. Es decir, quien no "vea" o "capte", lo que el dogmatismo determina, que es un "ver y captar clarito", es un vulgar reformista y alacrán.
El dogmático no se percata que piensa exactamente igual que quienes quieren todo siga como va porque han hecho su "camita". No quiere decir necesariamente que se hayan enriquecido, sean de quienes no sólo ejercen el poder sino que no admiten que lo ejerza otros, sino que sus gustos y ambiciones, en el mejor sentido de la palabra, están satisfechos. Se refocilan y hasta masturban diciendo lo que creen como si la suya fuese la última palabra. Eso les basta para sentirse satisfechos, como el empedernido jugador que nunca gana, pero puede jugar todas las noches, sin importar los daños colaterales que su placer ocasione.
Los atrapados en el dogmatismo, entonces, sin darse cuenta, juegan a favor de quienes dominan el mundo o su simple espacio tal cual es y quieren que así siga, pues al no buscar acuerdos con cuantos, quieran empujar la palanca que lo mueve, porque no sólo empujan con el mismo ritmo, dirección necesarios para que las cosas anden derecho o con justicia, entonces es mejor dejar las vainas como están. Y al proceder así, tal cual muchacha o muchacho malcriado, fortalecen la idea y grupo al que creen combatir. Pero lo dogmático hace creer a quien de eso padece, es un sabio, tanto que se satisface con creer tener la verdad encerrada en su mano derecha. La suya, completica, es la única respuesta posible, no hay opción, posibilidad de ceder en nada.
Para el dogmático, el mundo y la sociedad cambian al ritmo que él y sus asociados le asignan según su gusto y estado emocional. Por eso se establecen metas y prioridades y es estos se los asignan a la gente toda. La gente común, pueblo, trabajadores y hasta la clase dominante, no tienen otra cosa que hacer que sentarse en las gradas y esperar que todo llegue justo al sitio y en forma como ellos dispongan para bajarse a acatar todo, sin chistar. Pue ellos tienen el poder y la gracia divina de decidir cuándo cambiaría todo, en tiempo y espacio.
Cambiar todo, de cómo está ahora, es posible hacerlo hasta en un determinado tiempo. Como que "he decidido que este estado de cosas, esta sociedad donde vivo que es capitalista, al cabo de cinco o seis años será socialista, pues ya habremos pulverizado el Estado que la sustenta, creado uno nuevo con mentalidad distinta, con la nuestra, pues sólo hace falta sustituir unos bombillos por otros y hacer que la lógica del capitalismo desaparezca, no aquí, sino hasta mucho más allá donde lleva la vista.
Para el dogmático el movimiento o cambio es un asunto que compete a la vanguardia, al ungido, a él o ella. Como si la cama que vamos a tender fuese para él o ella solamente y por eso lo hace a su gusto y conveniencia. Haciéndolo así, entonces termina por acostarse en soledad, porque quien pudiera acompañarle al primer intento y hasta el segundo, para no sentirse infiel o desleal, o rebasado el pequeño instante de placer, prefiere volver a sus viejas querencias y acostarse en el suelo. Porque el dogmático tiene sus dioses y dogmas inmodificables, pese hable del movimiento y hasta de una vaina que llaman la verdad, que es suya sola y cuando aborda la realidad concreta, la supone como cree le dicen aquellos, eso no se "negocia con nadie", ni siquiera con la realidad misma. Es el dogmático como el avaro, éste atesora dinero, él su sectarismo y supuesta sabiduría o certeza.
Por eso, el dogmático (a) se acerca a la realidad, no abierto, desnudo para que esta le impregne o penetre, sino armado con su adarga, metido dentro de su armadura y sus órdenes para que su abordado se muestre como él o ella la conciba y no finja. Es un macho, machote, macha, que aborda a la fémina o al varón como un ser inferior y sin ideas.
El dogmático (a) cree que el mundo le pertenece a los tantos o pocos como él o ella Y cada dogmático, asume a sus aliados, dogmáticos también, como subalternos. El mundo es una bolita que rota, solo eso, ni siquiera el sistema planetario, tan simple que él o ella y los otros dogmáticos (a) le tienen en la cuenca de la mano El resto no tiene opinión alguna que dar, salvo lo que cuadra en sus normas y "principios", los de él o ella. Para el dogmático, los contrarios o discrepantes están execrados, pues interrumpen o impiden el camino que la vida debe llevar según su percepción.
Para el dogmático, la discrepancia no tiene cabida. Todo el mundo debe estar con él o ella, corriendo el riesgo le finjan si no tiene como darles y repartirles para que cuadren. Aunque en verdad, el dogmático es como aquellos personajes de la llamada "Edad Media" del eurocentrismo, según el cual las otras culturas no tenían valor ni significado alguno, tanto que decidieron hasta llamar a este parte del mundo nuestro América y a sus habitantes "inferiores" y salvajes, mientras ellos cometían salvajadas y se portaron "más inferiores" al imponer su violencia a un mundo y cultura pacíficos, por lo que los gringos no protestan, por un gesto de supuesta supremacía de ahora y un fenómeno de transculturización.
Hasta las religiones occidentales, han impuesto por el mismo dogmatismo, que la mayor cantidad de santos "modernos" son europeos y pocos de los lados del pequeño espacio donde nació el cristianismo. Los demás, como José Gregorio Hernández, si llegan a beato, son de vaina. Bandidos, agresores y hasta ladinos de la edad media y de los tiempos de las cruzadas, nos los venden como santos. ¡Son vainas de los dogmáticos (a)! En los tiempos de ahora, más o menos, sucede la misma vaina. Cada quien tiene sus santos particulares.
Porque el dogmático (a) está convencido que el mundo y su movimiento, todo eso, pasa por su cabeza y ésta, la suya, resuelve toda conflictividad. Es decir, el dogmático se cree más inteligente que todo el mundo y lo es simplemente porque es dogmático y lo peor no es que no lo sabe y no lo reconoce, tanto que para él los dogmáticos están afuera. Cree que es virtuoso.
Por eso "jura y perjura" que no es dogmático sino sabio y poderoso; y para él o ella, el mundo es una pequeña bolita que gira en la cuenca de su mano.
Esos tipos (as) están en todos lados, allá y acullá, en la izquierda y la derecha y son los encargados que todo siga como viene, que es un mundo cabeceándose; pero ellos (as) creen buscar el equilibrio, empujando para lados opuestos y lo que es peor, aún pensando que discrepan, están en perfecta armonía para destruirlo y separar a los humanos, tanto como predisponerlos a exterminarse.
Tanto citar vainas o repetir lo que otros dijeron en el pasado, no sólo aburren, sino quienes eso hacen parecen lo mismo a quien se le descubre copiándose en un examen.