Populismo sin pueblo

Hugo Chávez generó gran entusiasmo con su discurso contra la partidocracia y el neoliberalismo. Lanzó la propuesta de la revolución bolivariana para construir el socialismo del Siglo XXI, que traería la felicidad al pueblo. La Asamblea Constituyente gestó una nueva constitución que otorgó mayores derechos a los grupos tradicionalmente excluidos. Montado en un enorme respaldo popular, multiplicó las elecciones de todo tipo y sus triunfos evidentes no necesitaron, al comienzo, de recurrir a fraude.

Los altos precios petroleros y su gran carisma, posibilitaron políticas sociales que contribuyeron a disminuir la pobreza y la miseria, y posibilitaron a muchos el acceso a la educación y la salud, e incluso viajar al extranjero con dólares preferenciales. Todo ello le aseguró un gran respaldo popular y le permitió expandir sus ideas por el continente y asegurarse muchas voluntades a base de beneficios y regalos. Sin embargo, pronto se evidenció que sus políticas más que promover la autonomía y la ciudadanía, buscaban la fidelidad absoluta del pueblo al que se quería convertir en cliente más que en ciudadano. El discurso participativo e inclusivo se fue traduciendo en cada vez mayor control y exclusión de los que no aplaudían sus políticas.

El ansia de un poder cada vez mayor, el sueño de convertirse en el nuevo Bolívar, la fantasía de expandir su revolución por el mundo para redimir a los excluidos, junto a la miopía de la oposición que no supo leer objetivamente el fenómeno chavista y puso todos sus esfuerzos en derrocarlo –tentación a la que algunos no han renunciado- fue pervirtiendo sus ideales y se dedicó a expropiar fundos y empresas productivas, a dejar en manos de incompetentes las empresas del Estado, lo que multiplicó la corrupción, aceleró la quiebra del país, y le llevó a arrojarse en brazos de Cuba que terminó definiendo nuestras políticas. El poder legislativo, electoral, judicial y moral se convirtieron en apéndices del ejecutivo, lo que supuso la muerte de la democracia y la manipulación de las elecciones.

Maduro heredó un país muy enfrentado, y con una economía herida de muerte. Como carece del carisma de Chávez y de legitimidad, se ha visto obligado a recurrir a las otras dos formas de mantenerse en el poder propias de los gobiernos autoritarios: la represión y la cooptación. Represión contra derechos políticos y sociales esenciales como persecución y encarcelamiento de líderes opositores, entrega de partidos a sus seguidores, compra de voluntades, eliminación de medios de comunicación, otorgamiento de beneficios sólo a los suyos, persecución de asociaciones civiles críticas de su gobierno. Represión también contra derechos humanos esenciales como el derecho a la vida, a la integridad física, y a la libertad.

Junto a la represión, Maduro recurre a la cooptación de grupos económicos, del aparato de seguridad y del mundo militar, a los que concede grandes beneficios, cargos y prebendas a cambio de su lealtad. De este modo en Venezuela existe un grupo minoritario que vive en la opulencia, dispuesto a todo para mantenerse en el poder, insensible ante el dolor de las mayorías que hace tiempo les quitaron el apoyo. El populismo entusiasta y redentor de Chávez terminó en un país arruinado con un gobierno represivo y sin pueblo. Por ello, es urgente que unamos voluntades y esfuerzos para salir de él por métodos no violentos y garantizar la libertad y la vida a todos.



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Antonio Pérez Esclarín

Educador. Doctor en Filosofía.

 pesclarin@gmail.com      @pesclarin

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