Pequeños aportes para la construcción colectiva del Socialismo del Siglo XXI

La familia socialista

En la sistematización pasada hablábamos de Mariategui, y recordábamos su tesis del socialismo indoamericano; a propósito de otro debate que habíamos tenido sobre el capitalismo, en nuestro interés de apropiarnos de los conocimientos para inventar el socialismo que queremos. Decíamos que unas de las vías para profundizar nuestros saberes sobre el capitalismo era el reconocernos en él ¿Qué de capitalista hay en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo está estructurada nuestra sociedad siendo un producto típico del capitalismo? etc. nos preguntábamos. Y aún mas, nos propusimos identificar, de la misma manera, cualquier tipo de experiencia socialista que tuviera que ver con nuestra practica colectiva, en nuestra comunidad más cercana, o en nuestra comunidad nacional. De inmediato saltó en la memoria nuestro pasado indígena y su legado, que aun hoy, en medio del más neoliberal de los espacios, irrumpe como evidencia inequívoca de nuestra resistencia ancestral. De allí que nuestro carácter, nuestra cultura, nuestros gustos, nuestra conformación, nos tiendan un piso propicio para el alma socialista cautiva en nuestros antepasados y por ende en nuestra propia alma. De ello habla mucho la vida comunitaria, los rápidos vínculos que se establecen entre gente del pueblo, incluso pasándole por encima a las relaciones de competencia e individualismo que imponen las leyes del mercado.

Pero no solo en lo más remoto de nuestra memoria está presente el socialismo, también en nuestra memoria espiritual. A través del cristianismo nos viene la vieja práctica del socialismo y el más viejo y convencido socialista que haya conocido la humanidad: Jesucristo. El Comandante Chávez nos lo recordó como tema, y sobre la mesa está para ser discutido al igual que muchos otros asuntos que tienen que ver con esta batalla de ideas, que vuelve a ser universal. También en lo mas próximo e íntimo, encontramos tanto o mas socialismo como en los dos temas anteriores. Nos referimos al ámbito familiar, una figura asociativa relativamente nueva en nuestro contexto histórico, sin dejar de reconocer su símil en nuestras fórmulas tribales. Y sin querer definirla y ponderarla en términos occidentales, queremos en esta oportunidad, exaltar una serie de valores y principios que son necesarios cumplir en extremo, para constituir una familia, base fundamental de la sociedad y coincidencialmente por ahora, creemos que tales valores y principios con sus prácticas, son los mismos que sustentan al socialismo real.

En primer lugar, para que haya una familia tiene que haber en grado sumo, amor, valor fundamental revolucionario y del revolucionario como escalón superlativo de la escala humana, hacia el humanismo global, a decir del Che y su portentosa propuesta del hombre nuevo. Sin este valor no podría existir la unidad necesaria para coexistir en espacio y tiempo. Solidaridad como la práctica del amor que diluye y anatemiza la competencia entre sus miembros y la explotación de los unos por los otros, derrotando de esta manera, la existencia de clases (dominadas y dominadoras). Colectivismo o propiedad común (en otras palabras comunismo). Todo es de todos y para todos (hasta donde las limitaciones de la convivencia caracterizadas por otros valores, lo permiten), y con la convicción de solo cubrir las necesidades reales de cada cual. Corresponsabilidad: todos sus miembros tienen la responsabilidad del rumbo y la meta de la familia según sus capacidades, y ello lo determina la familia docente o la formación que ella haya dado a sus miembros. Igualdad, reconociendo que todos sus miembros tienen un origen común, primero como proyecto vivencial, y luego como relación genética. Inclusión; no hay otro principio que rija tanto los haceres de una familia como la inclusión, así como no hay consuelo cuando un miembro de esta queda por fuera de la felicidad que se deriva de la practica en común. Equilibrio entre lo individual y lo colectivo, dada la proximidad de las relaciones, esta contradicción fricciona de una manera tan reiterativa que produce a cada momento, la síntesis necesaria como respuesta equilibrante.

Si bien la escuela es el espacio para la formación ideológica en función del sistema que rige las relaciones de una sociedad, la familia es el espacio que contiene en su seno la práctica socialista (más aún comunista), independientemente del sistema que impere en su contexto. Es decir, así fuere una sociedad capitalista, las familias que constituyen esa sociedad son, en su interioricidad, socialistas; y es que hay razones de peso para ello, por una lado, siendo la familia la base fundamental de la sociedad, no podía tender a otra practica, a otro signo, sino a lo social, lo colectivo, lo común. Y por otro lado, no hemos encontrado otra fórmula como especie, para sobrevivir cual es el socialismo; el socialismo convertido en familia. Lo contrario (la ausencia de esta asociación) nos arrojaría o nos devolvería a la hostilidad fatídica, al cumplimiento en caso pesimista, de la sentencia de Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”.

Así vemos como el capitalismo, o las sociedades en donde prevalecen las relaciones capitalistas, la familia tiende a desaparecer, y es que este sistema atenta gravemente contra su esencialidad, introduciendo en su seno elementos del mercado que obviamente desvirtúan, degeneran el tipo de asociación establecida entre seres que se aman.

Cuando por medio de la televisión o cualquier otro medio, incuban en el interior de una familia, el individualismo a través de la promoción de la mercancía como elemento de poder; el mercado, poseedor de la mano invisible omnipresente, que todo lo arregla, fomentan dentro de ella, una serie de antivalores propios del salvajismo, o dicho en otras palabras, el capitalismo (egoísmo, mezquindad, inequidad, exclusión, explotación). Es así que en las sociedades llamadas del primer mundo, es decir, en las sociedades capitalistas, que explotan a las sociedades del segundo, tercer y cuarto mundo, las familias, cada vez, aparecen mas desmembradas. Los jóvenes escogen dentro de la formalidad o el costumbrismo el desertar rápidamente de ellas. Los adultos mayores son desterrados a ciudades otoñales como chatarras inservibles. Las cabezas de familias se divorcian con la facilidad que permite una transacción comercial, apremiados por la ansiedad del botín a repartir, y los niños son arrojados a la televisión, a los videojuegos, a la escuela, y en ultima instancia, a la calle, no como espacios de formación sino como escenarios de despojo, de factores que no permiten el desarrollo de la individualidad (en este caso de la individualidad de los padres).

En fin, consideramos que la familia venezolana se constituye en el espacio socialista primario por excelencia, por su valor natural, y es en función de su carácter radical de base, que debe convertirse en el ojo del huracán, en donde deben darse y acometerse los cambios necesarios formulados por la revolución bolivariana. Para el fortalecimiento de su estructura, de sus valores inmanentes y trascendentes, su permanencia en el tiempo y la protección de sus integrantes en situación socialista como sujetos del ideario bolivariano: la mayor suma de felicidad posible.

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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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