Hace más de dos siglos que no cesa el ensayo socialista ora por iniciativa de los mismos patronos capitalistas, ora por parte de su gerencia gubernamental. No se niega que en ambos casos se ha contado con excelentes teóricos, unos animados de buena fe, y otros interesadamente.
Se trata de estrategias políticas de amplio alcance motivadas por los frecuentes conflictos sociales que mantiene inestabilizadas todas las economías de los países modernos. A tal punto de que cuando el conflicto no se da es el país A, lo hace en el B, y si no es en la industria 1, lo es en la 2.
La causa de fondo de esos conflictos y de esa inestabilidad económica que estimula el montaje, planificado, organizado y dirigido por patronos y gobernantes, de programas socializadores es el hambre que sufren cúmulos de trabajadores marginados de los centros de producción y de los mercados de consumo, lo que significa desempleo de mano de obra y carencia de medios de compra, una inzanjable contradicción propia de un sistema económico que necesita emplear toda la mano de obra posible y colocar onerosamente toda su producción.
Ni qué decir que todos esos ensayos políticos socialistas no terminan de cristalizar, lo que no impide de ninguna manera que sigan ensayándose. En este sentido el caso venezolano es interesante con su novísimo Socialismo del Siglo XXI.
De perogrullo, es poco probable que algún ensayo socialista políticamente operado en el seno del sistema capitalista pueda traducirse en la eliminación de éste. Como este engendra los conflictos que motivan la implantación de socialismos varios, resulta obvio que estamos ante un círculo vicioso de evidente configuración.
Pero más interesante resulta el hecho de que sea el mismo sistema capitalista, antes de agotarse como tal, el que genere económicamente su propio *socialismo*, y si se quiere este fenómeno de socialización capitalizada ocurre por inercia.
Por ejemplo, la constitución de las sociedades anónimas representa, ni más ni menos, la forma más típica de expropiación económica (no jurídica) de la propiedad privada de unos capitalistas a favor de otros. Efectivamente, cuando una empresa se *democratiza*, mediante capitales accionarios de popular distribución, todos sus accionistas menores quedan económicamente expropiados, aunque dentro de los medianos y altos inversionistas también ocurre la expropiación por vía accionaria. Se trata de la inevitable tendencia al monopolio funcional o de hecho.
Las regulaciones jurídicas antimonopólicas no pasan de ser simples entelequias *jurídicas*, ante la ingobernabilidad de las leyes económicas.
De resultas, el Socialismo del Siglo XXI, mediante sus expropiaciones gubernamentales, mediante la democratización del crédito público y privado, la apertura de las transnacionales del petróleo con sus expropiaciones económicas a Pdvsa en calidad de accionistas (caso de las Empresas Mixtas), representan la más típica e inevitable forma de Socialismo Capitalizado.