Lucha Interclasista y Lucha Intraclasista

Tan pronto aparecieron los intercambios comerciales, se hicieron inevitables las luchas entre las diferentes comunidades, primero por simples desavenencias propias de la competividad, y luego por controles geoeconómicos, rutas, centros de abastecimiento, mercado. Esta lucha no ha cesado al punto de que algunas lograron dominar el resto de ellas y desde entonces sólo hemos conocido la sociedad belicosa, una de las más cruentas y desenfrenadas de ellas es el imperio de la presente comunidad capitalista internacional, con EE UU al frente de todas las empresas industriales del planeta por su carácter universalista, antinacionalista y antipatriótico.

En las sociedades posnapoleónicas, tales luchas necesariamente pasan por la conquista del poder político, y actualmente son un requisito sine qua non para unas sociedades que siguen embobalicadas con la ingenua trilogía mandataria inculcada por Juan J. Rousseau, un prerrevolucionarista francoburgués desconocedor del dominio ejecutivo, legislativo, moral y judicial subyacente que ejercen los principales grupos económicos sobre el resto de sus competidores de menor giro o igual (lucha que llamamos Intraclasista), y, con mayor fuerza, sobre los trabajadores del mundo (lucha interclasista). Este Poder omnímodo capitalista es el verdaderamente originario y de partida se halla por encima de cualquier poder transitorio político electoral.

Es bueno aclarar que mientras la clase dominante usa el Poder político para afianzarse ideológica, militar y popularmente, la clase explotada o trabajadora está incapacitada de partida para hacerlo porque sus luchas electorales siempre están pregobernadas por representantes del poder dominante, independientemente de que con unos gobernantes el pueblo trabajador reciba transitorias cuotas de poder menor, o reciba una mejor dosis temporal de bienestar económico, pero al costo de seguir sumisamente explotado en su crónica condición de asalariado y no de copropietario colectivo.

Los patronos capitalistas no luchan contra sus trabajadores, solo negocian con ellos, se limitan a dominarlos. La lucha revolucionaria del trabajador tampoco es la huelga ni el reclamo salarial, ni las mejoras de vida, su verdadera lucha clasista sería por la eliminación del patronato ocioso que vive de rentas ilícitas.

Por eso es necesario deslindar estos dos (2) tipos de lucha que se da en la sociedad: 1.- la lucha entre los grupos de poder económico por la conquista del poder político, una lucha siempre enarbolada con consignas populistas para enrolar al trabajador en una lucha que no le pertenece, pero que electoralmente el trabajador comparte mientras carezca de conciencia clasista, y 2.- la lucha que todavía no aparece, entre la clase trabajadora contra todos sus patronos y contra todos su gobernantes políticos.

Así las cosas, debemos deslindar entre las luchas escenificadas entre los industriales capitalistas nacionales y mundiales para conquistar mercados a través de dóciles gobernantes, y la todavía inexistente lucha in sólidum entre los trabajadores y sus patronos, entre explotadores y explotados.

Obsérvese que el trabajador sigue luchando por el relevo de gobernantes, de empresarios, pero no ha luchado aún por el reemplazo de un mando político que correría a su cargo, por la llamada *Dictadura Proletaria*.

Por el contrario, esta lucha interclasista ha sido y sigue fuertemente combatida por el grupo de poder, al punto de que, por ejemplo, en la Venezuela actual se vende la lucha de los puntofijistas de la IV república contra el gobierno del la presente república bolivariana, como una conquista sociolaboral revolucionaria, cuando que simplemente se trata de relevos de representantes del Imperio, porque no van más allá del simple regateo de mejores salarios, de reivindicaciones laborales que sólo han contribuido al perfeccionamiento de su condición de asalariados, y le hacen ver a estos que su lucha es cuestión de reformas y no de revolución.


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Manuel C. Martínez M.


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