En primer lugar debo aclarar que la palabra socialismo en la que creen los escuálidos es aquella donde unos pocos idiotas prepotentes que se las dan de fino, fino, se caen a palos, consumiendo las más exóticas botellas del imperio de la cañandonga y afines del Dtto Capita y el Edo.Miranda a Maderero y que luego salen retratados en las páginas sociales de los periódicos al lado de doña Concha del Ajo y el Tomillo, Don Andrés del Carpo y el Metacarpo y de la señorita, o, infanta, Carmelita del Puente Llaguno y del Ausonia. Ese es su socialismo. El mío es otro.
Por ejemplo, para ser de mi socialismo no se requiere haber leído todos los tomos escritos por Engels, Marx o, Ho, menos por el editor sifrino Teodoro Pez Coz. Y jamás, ¡bicho! Por los que escribió a punta de lápiz ese señor con cara de Satanás al que se le conoce en el mundo de la traición guerrillera como Pompeyo Márquez. No; no hace falta eso.
Para seguir mi socialismo sólo hace falta lo principal: ¡ser humanista! Con eso basta. Ahora si usted le quiere adosar otros ingredientes, tales como, patriotismo y amor eterno por los habitantes y el país, ¡vaya! No está nada mal. En mi socialismo no entran esos alcanfores del año cero que se pasan la vida hablando de dialéctica, barrabasada filosófica, marxismo balurdo y mamá no quiere que yo colé. No señor, mi socialismo tiene entre otras cosas, valorar a nuestros eternos luchadores por la libertad, adorar a esos antepasados que le echaron bolas, quitándose de encima el imperio español sin otra vaina en la mente que eliminar la esclavitud.
Mi socialismo se parece a Chávez y a los aborígenes criollos que habitaban en el país nacional, sin gruesos tomos de budurria, ni menos lecturas de cuchufa, ni en jamás de los jamases, manifiestos y textos, que había que seguir, porque de lo contrario el socialismo se quedaba en “ismo” Mi socialismo es crear escuelas, donde los niños se llenen la barriga y le crezca el talento desde Simoncitos hasta Escuelas Bolivarianas. En mi socialismo no puede haber analfabetismo, ni segregación, porque en mi socialismo no existe edad para dejar de aprender. En mi socialismo se crean bodegas populares, farmacias, clínicas, universidades, liceos, se fomenta el uso por la lectura, se reviven los sueños de nuestros libertadores, se pone de ejemplo la moral y las luces, se paga a los trabajadores viejas deuda, se coloca el salario mínimo igual entre trabajadores y jubilados, se forman misiones, se construyen viviendas para la clase pobre y media y si la clase burguesa lo quiere también se las ofrecemos, en mi socialismo el Estado no es vengativo, porque los desestabilizadores se les da oportunidad para que se retracten y vuelvan al carril…
En mi socialismo el petróleo se usa para darle beneficios al pueblo; para las escuelas, para las universidades, para la salud, para planes de becas, para ayuda a comedores populares, para módulos de Barrio Adentro, para ayudar a los pueblos más pobres de Latinoamérica, para fomentar el deporte, las buenas costumbres, el amor por el país, los servicios totales… En mi socialismo la Fuerza Armada es pueblo de uniforme; culta y refinada, para entender hasta donde puede llegar su amor por la patria y su defensa.
En mi socialismo no hace falta que usted sepa que comió Marx una tarde en Luxemburgo en el año de la pera, ni que poema recitó el camarada Ho una noche cerca del río Mekong. En mi socialismo no hace falta que los hombres se la pasen como unos mismos rastrojos de conucos, discutiendo que es bueno y que es malo y que si usted no entiende la canupla del moyengo según Einsten el ecuménico, entonces usted es mojón de perro y puede que su revolución se convierta en un deifó qussimongo. No; nada de eso. Mi socialismo camina por el siglo 21 y, ¡coño!, ¿qué vaina es esta? ¿Yo cómo que estoy imitando al SOCIALISMO DE CHÁVEZ?
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