…Dejad que los perros ladren Sancho
eso quiere decir que estamos vivos…
El Quijote
Es fácil aceptar una invitación a un viaje por lo conocido, tener una ruta y un camino, los recursos materiales y todo cuanto necesite para emprender la marcha, viajar a favor de la corriente, sin tropiezos, ni sorpresas, entre amigos y en el marco de un plan preestablecido al detalle; pero cuando se trata de un destino nuevo, con enemigos al acechando, construir la senda, contravenir la corriente, y conquistar horizontes, la situación es otra, allí solo podrán ir aquellos cuya fuerza interior es superior a sus propias limitaciones materiales y humanas. En ese caso, estamos hablando de revolución, de entrega y de valor, por ello, contrario a la noción que de ordinario tienen muchos de los que estamos empeñados en construir el socialismo por la vía pacífica, la gestión pública en tiempos de revolución implica un alto riesgo personal y colectivo que involucra alto niveles de angustia y demanda igual cantidad de fuerza moral.
En ese sentido, “lo revolucionario”, mas que una acción meramente de práctica altruista y asistencial, es una manera de vivir, la cual exige además de cumplir la tarea encomendada en pro del bienestar colectivo, suscribir, practicar y desarrollar un discurso y praxis, en correspondencia con los postulados de solidaridad, entrega y compromiso, a riesgo de ser emboscado por las fuerzas de las estructuras sociales y políticas, que persisten en el propio estado que se esta transformando.
Sobre lo anterior es importante señalar, que en nuestro caso (la revolución Bolivariana de Venezuela) el problema se agrava, por cuanto estamos en medio de un proceso transformador, donde aun están vivos los vicios, modos y formas de las viejas estructuras, los cuales arremeten con fuerza voraz contra toda posibilidad de cambio y contra todo aquel que pretenda imponerlos.
Así, cada ministerio, gobernación u alcaldía, es un escenario de guerra, entre los que quieren cambio, los cuales arriesgan todo por el todo y los que asumen la normalidad del discurso conservador para preservar sus posiciones y privilegios. Habría que sumarle a lo anterior, la presencia de los cipayos del imperio y las castas financieras que desde siempre han vivido cual parásito del estado, lo cuales captan a aquellos cuya pobre condición moral les hace traicionar hasta a su madre.
En ese sentido, la revolución es y esta por encima de los prejuicios de clases que impones el dogma de la competencia desleal, el revanchismo y el infundio contra la honorabilidad de los revolucionarios, ellas se erige contraria al neo-liberalismos y a la enajenación del hombre de los valores éticos y morales que les son imprescindible para la existencia humana. Ella, se compone de los elementos socio histórico de los pueblos y se particulariza en función de las culturas propias de cada nación. De allí que conquistar el estadio revolucionario, es sin duda el más alto nivel que puede alcanzar cualquier ser humano. Patria, Socialismo o Muerte.
(*) Dr. Profesor Investigador de Políticas Públicas y Desarrollo Económico
Decanato de Postgrado UNERG
Analista Internacional
angeltortolero@gmail.com