El compañero David Morera, dirigente gremial y político trotskista (LIT-CI) de Costa Rica ha publicado un extenso documento de 28 páginas (“Contra el trotsko-chavismo, en defensa de la revolución permanente” - http://www.aporrea.org/ideologia/a48070.html), al cual cariñosamente he denominado el Morerazo (en alusión a otro documento escrito por Nahuel Moreno a inicios de los 70, que se conoció como el Morenazo, contra Ernest Mandel y la política de la IV Internacional (SU) en América Latina).
En su interesante documento (cuya lectura recomiendo por ser un esfuerzo sincero de reflexión política sobre el referéndum venezolano del 2-D), David Morera intenta rebatir nuestras críticas a las organizaciones trotskistas que llamaron a votar “No” o “Nulo” frente a la reforma constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez (y que se expresaron en los artículos: “La pifia de algunos trotskistas sobre Venezuela” y “Sobre el mal uso del concepto bonapartismo”, publicados por Kaos en la Red y Aporrea).
Reiterando mi amistad y mi respeto por la trayectoria de David Morera y su organización, de manera breve deseo puntualizar algunos errores reiterados del compañero y aclarar algunas afirmaciones que me atribuye pero que no he dicho.
1. Una cuestión de Método: ¿Marxismo o escolástica marxista?
La erudición, que en sí misma debiera ser una virtud, a veces se convierte en una maldición que nos impide ver la realidad concreta. Los escolásticos de fines de la Edad Media europea, apelaban a profusas citas de Platón y Aristóteles para “confirmar” su visión cristiana del mundo natural y social.
Mediante el método deductivo y la especulación filosófica, encontraban en los clásicos de la filosofía griega la respuesta a todos los problemas. Contrariando al método científico que proponía la observación de la realidad como punto de partida de la ciencia moderna. Algunos marxistas hacen lo mismo. Tal es el caso.
Como ya le he dicho en una nota personal a David, yo coincido con la plena totalidad de las citas de su extenso documento. Coincido con lo dicho por Marx, Lenin, Trotsky y Moreno en el contexto concreto en que fueron redactados los párrafos citados por David Morera. Por ende, no polemizo con los clásicos marxistas. Polemizo con la política errada de los compañeros frente al referéndum venezolano y frente al gobierno de H. Chávez.
Es más, creo que el compañero elige las citas que considera convientes a sus argumentos y omite otras que le rebatirían. Ejemplo, los dos tipos de bonapartismo que Trotsky señalaba para los países semicoloniales, y que David Morera “olvida” rebatir. Porque la LIT ha deformado el calificativo de bonapartista empleado por ellos contra H. Chávez. Si Trotsky viviera, seguro los habría puesto en su lugar.
David también “olvida” citarnos a Moreno y su elaboración sobre los “países y gobiernos independientes” confrontados con el imperialismo, y cómo proponía (Moreno) que la política revolucionaria debía ser distinta frente a ellos que frente a los gobiernos títeres del imperio. Incluyendo el apoyo a estos gobiernos en sus enfrentamientos al imperialismo, y la política de las “exigencias” en vez del ataque directo.
Conocer las elaboraciones teóricas de los clásicos y la experiencia histórica del movimiento obrero mundial es importante (“no hay práctica revolucionaria, sin teoría revolucionaria, y viceversa”, sostenía Lenin) pero a condición de encontrar lo esencial: el método.
El método es el “camino” para conocer la verdad, y lo constituyen los instrumentos que utilizamos para analizar los fenómenos, primero, y para explicar luego su dinámica (análisis y síntesis). Para el marxismo estos instrumentos son los conceptos (no emanados de la cabeza de un filósofo, sino sacados de la observación concreta de la realidad) como: clases sociales, explotación, plusvalía, capital, imperialismo, naciones oprimidas y opresoras, etc.
Pero cuando el pretendido marxista no parte de la realidad, aplicando a ella los conceptos, sino que parte de conceptos generales y pretende encajar en ellos los hechos (con sus nuevas variantes no teorizadas por los clásicos, creyendo que nada ha cambiado y que no se requieren precisiones nuevas) se pierde le esencia del método científico para caer en el dogmatismo.
Dogmatismo que los compañeros de la LIT han llevado al extremo de apostar por la derrota del chavismo, sin considerar la lucha de clases mundial y la confrontación con el imperialismo yanqui, enemigo número uno de la humanidad.
Por ello me hizo mucha gracia que David Morera citara a Trotsky (“Su moral y la nuestra”) para rebatir mi apelación al “sentido común”. Pero en defensa del sentido común debo decir que una dosis de él es necesaria para quienes han perdido la cordura y todo apego a la realidad.
2. Método incorrecto, análisis incorrecto, enemigo incorrecto (Chávez).
Para David y sus compañeros no existe contradicción alguna entre el gobierno de Chávez y la política del imperialismo norteamericano. Según el compañero, “no hay evidencia alguna de golpe o agresión imperialista en ciernes y la derecha más bien tiene un discurso conciliador de concertación nacional” (luego aclara “post referédum”),..., mientras Bush mantiene un perfil muy bajo, evitando el enfrentamiento directo con Chávez” (!!!).
Y agrega: “... la oposición burguesa lo que más temía con las reformas es la re-elección indefinida”. Y cita a Arantes y Neto: “... ellos (la derecha), de contenido están de acuerdo con la reforma chavista (???), menos en lo que se refiere a la posibilidad de acceder al sillón de Miraflores”.
Sobre la base de este análisis, David y la LIT formulan su política concreta (pág. 8): “No solo el chavismo no es nuestro aliado (a partir de nuestros principios y estrategia, que están al servicio de la revolución socialista mundial), sino que es nuestro enemigo a muerte, porque a partir de nuestro análisis de su naturaleza de clase, estamos seguros que conducirá tarde o temprano a las masas al desastre, porque no es ni será consecuentemente antiimperialista, y menos aún, conducirá a la liberación social de la clase trabajadora y los oprimidos, por su naturaleza burguesa”.
¿Hay que resumir? Es simple, no hay contradicciones entre Chávez y el imperio, porque éste es un agente de la burguesía y tarde o temprano traicionará (conclusión a priorística, aunque se diga hecha en nombre de la “teoría marxista”) por eso llamaron a Votar “No” haciendo un frente común con la dirección burguesa encabezada por Manuel Rosales. ¿Se entiende por qué los compañeros necesitan una buena dosis de “sentido común”?
3. Apelemos a la realidad concreta. ¿En qué mundo vivimos?
Más que gastar páginas con tantas citas, convendría a David partir por preguntarse: ¿En qué mundo vivimos? Y la respuesta es bien concreta: en un mundo controlado por el sistema capitalista en su fase imperialista más exacerbada, signada por el modelo de la llamada “globalización neoliberal” en lo económico, por el unilaterialismo impuesto por la vía de la fuerza militar, donde Estados Unidos y su gobierno son el eje de las decisiones, y al resto de los países se impone la plena sumisión a sus dictados.
Ese nuevo orden político y económico se consolidó a partir de los años 90, con la desaparición de la URSS y la “caída del Muro”, pasando la burocracia stalinista a convertirse directamente en parte del capitalismo mundial. Desapareciendo cualquier modelo posible de otro tipo de sociedad socialista (así fuera deformada por el burocratismo soviético). Salvo la honrosa excepción de Cuba socialista, por supuesto.
Borrado el “mundo socialista”, hasta la socialdemocracia europea perdió su esencia, deviniendo en social liberalismo, atacando las conquistas sociales que antes defendía, desde Portugal hasta Alemania. Y sometiéndose cual falderillos a la voluntad imperial de Washington, en Afganistán, Irak, Hatí, Yugoslavia, etc.
En América Latina ese orden se expresó desde mediados de los añso 80 por la imposición del neoliberalismo en lo económico (privatizaciones, aperturas comerciales, desregulación del trabajo, etc.) y en lo político por la llamada “contrarrevolución democrática”, que no es otra cosa que regímenes políticos pseudo democráticos, controlados por las oligarquías financieras al servicio del capital internacional mediante partidos políticos corruptos.
Pero la lucha de clases existe. Y la miseria impuesta por el modelo neoliberal y sus regímenes títeres y corrompidos recibió la respuesta de las masas latinoamericanas con una serie de sublevaciones populares sucesivas en todo el continente, desde Chiapas hasta Argentina, pasando por Ecuador, Bolivia y Venezuela. En muchos países los pueblos pusieron en crisis al modelo impuesto desde Washington, tanto el económico como al político.
Esos procesos revolucionarios, que siguen abiertos y no están cerrados (aunque Estados Unidos trabaja para ello), no se expresaron en revoluciones socialistas clásicas todavía. Es decir, no produjeron organismos de dualidad de poder obrero permanentes (de tipo soviético, ni a la manera cubana). Recalco, TODAVIA.
Contrario a la falsa imputación que nos hace David Morera no descartamos para un futuro ni inmediato, ni mediato, que el movimiento obrero juegue el papel central en estos procesos que, repito, NO ESTAN CERRADOS. Ni tampoco sostenemos que la clase obrera haya desaparecido, por el contrario, el neoliberalismo está proletarizando al mundo, así desarticule la producción industrial. Así que David bien hubieras podido ahorrarnos todas esas páginas, pues esa no es la discusión.
El compañero David, para justificar su política sectaria frente al gobierno de Chávez nos ha atribuido falsamente haber sostenido la “inviabilidad” de las revoluciones obreras clásicas. En nigún lado hemos dicho tal cosa. Lo que hemos dicho es que hasta ahora no se han dado en América Latina, desde la Revolución Cubana. Pero la política debe partir por lo que es, no por lo que queremos que sea. Por eso David comete el error inverso del que me atribuye: confunde la realidad potencial (futuro) con la realidad actual (presente). Si no sabes dónde estás cómo vas a encontrar el camino que te lleve a donde deseas.
Lo concreto es que, hasta ahora, los procesos revolucionarios de confrontación y crisis del modelo neoliberal y oligárquico, se han canalizado por la vía electoral en gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. De ahí los positivo y lo negativo de estos gobiernos, lo progresivo y sus limitaciones. Ellos expresan, así sea deforma y limitadamente, la confrontación con la política del imperialismo yanqui para el continente. Pero para David y la LIT no hay diferencia entre Chávez y Uribe.
Ese proceso revolucionario, con sus pro y contras, parió un gobierno como el de Chávez, cuya razón de ser hay que buscarla en el Caracazo de 1989, y la crisis del modelo neoliberal y del Pacto de Punto Fijo.
David debiera admitir que el de Chávez es un gobierno bien “particular”, y cito los siguientes hechos de la realidad: crítica al neoliberalismo en cada tribuna; critica la política imperialista para el continente y el mundo (Irak, Irán, etc.); sabotea el bloqueo norteamericano a Cuba; habla de socialismo cuando ya todos lo daban por fenecido; se identifica como “bolivariano”, es decir, por la unidad de Latinoamérica; frente a la integración imperialista del ALCA ha promovido el ALBA; cuando los demás presidentes agachan la cabeza, se atreve a cuestionar a las empresas imperialistas europeas, etc.
¡Inclusive, Hugo Chávez ha reivindicado la figura histórica de León Trotsky y ha recomendado leer su obra! ¡David, por lo menos tienes que admitir que eso ya es algo!
¿Chávez, Evo o Correa son los gobiernos que el imperialismo quiere? ¿No hay ninguna contradicción? ¿En un mundo donde Calderón, Arias, Torrijos, Uribe son los “yes man” del imperio, las denuncias antioligárquicas, antineoliberales y antiimperialistas (así sean declarativas) de Chávez, Evo o Correa, son algo que el imperio simplemente va a dejar pasar?
¿La nacionalización del gas hecha por Evo, con todas sus inconsecuencias, no contradice el principio de privatizar que promueve el neoliberalismo? ¿Las “misiones” de Chávez, por más que se califiquen de “asistencialismo”, no contradicen la política neoliberal de satisfacer las necesidades sociales por la vía del mercado?
Y si las contradicciones son reales y existen ¿no debemos partir de ellas para profundizar la lucha, para que sean el peldaño para nuevos avances (en lo orgánico y en lo conciente) del movimiento de masas en la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y por una sociedad socialista?
Según David y los compañeros de la LIT, la confrontación entre el imperio y estos gobiernos sólo se expresaría si hubiera una invasión inminente o un golpe de estado en ciernes. Es decir que, según ellos, todo lo que hemos citado no es más que cháchara (un “verso”, dirían los argentinos).
Me pregunto: ¿El imperio no confronta a Evo con su apoyo al sabotaje que hace la oligarquía boliviana a través del fascista gobernador de Santa Cruz?
Fracasado el golpe de 2002, ¿Acaso EE UU no se dio una política de construir un recambio burgués para Venezuela apoyando el boicot de los directivos de PDVSA y el referéndum revocatorio, luego a Rosales y el frente del “No”? Lo que pasa es que, hasta el referéndum, el pueblo venezolano derrotó cada una de esas conspiraciones dirigidas desde la embajada gringa. Incluso el fracaso de la mediación con las FARC ¿no es parte de la política norteamericana de desacreditar a Chávez?
No reconocer las contradicciones entre estos gobiernos y el imperialismo desubica políticamente a la LIT y a David. De ahí sus errores subsecuentes, como votar junto con Rosales por el “No”.
4. ¿EE UU y la burguesía venezolana quieren las reformas constitucionales de Chávez?
Hagamos análisis concreto. Según los compañeros, lo único que le molestaba a la burguesía venezolana y al imperialismo yanqui de las reformas constitucionales propuestas por el presidente Chávez era la posibilidad de la reelección continua del presidente.
Pero yo me pregunto, ¿en un mundo marcado por la depredación de los recursos naturales de los países dependientes por parte de las transnacionales, conviene una constitución que extiende el mar territorial de Venezuela hasta la República Dominicana, Haití, Puerto Rico y Estados Unidos?
En un mundo neoliberal donde los trabajadores han perdido todas sus conquistas elementales ¿le conviene a la burguesía y al imperio una constitución que establece la jornada laboral de 6 horas?
Mientras Washington nos impone regímenes oligárquicos de apariencia “democrática”, pero firmemente regidos por los banqueros y el capital imperial ¿no le causa ningún escozor un proyecto constitucional que descentraliza el estado, promueve el “poder popular”, establece un régimen participativo comunal, etc.?
Si un principio de la globalización neoliberal es la “independencia” de los bancos centrales, que en realidad es poner la política económica y monetaria bajo el mando de los organismos financieros imperialistas, ¿el Banco Mundial, el BID, el FMI no tienen ningún problema con que Chávez ponga el Banco Central bajo control directo del gobierno y el estado venezolano?
En un continente donde los pueblos originarios carecen de reconocimiento a sus derechos ¿no le molesta a la burguesía el reconocimiento constitucional de Venezuela como estado pluricultural y el derecho de estos pueblos a la legítima posesión de sus tierras comunales? ¿Y cómo explicamos lo que pasa en Bolivia?
En un continente donde el Pentágono ha forjado a las fuerzas armadas como instrumentos fieles de su política internacional (“divide y vencerás”), ¿el apellido de “bolivarianas” a las fuerzas armadas de Venezuela, lo que alude a la lucha por la unidad continental contra el imperialismo, no le hace ni cosquillas a George W. Bush?
Si los propagandistas del Departamento de estado gastan millones para convencernos que el “mundo cambió”, que el “capitalismo ganó” y que “no hay otro mundo posible”, ¿no les molestará, así sea un poquito, que la reforma constitucional legitime la propiedad comunal, cooperativa, social y socialista (y que menciona la palabrita por todos lados)?
¡Ah! Es que el artículo también reconoce la propiedad privada, y esa es la esencia “burguesa” de la reforma de Chávez, según la LIT y su vocero David Morera. Pero se les pasa un detalle: la Unión Soviética bajo Lenin y Trotsky también reconocía el derecho a la propiedad privada de los “kulaks”, entre otros. ¿Ya nos olvidamos de la Nueva Política Económica (NEP)? Lo que no existe en ningún otro país de Latinoamérica, salvo Cuba, es una constitución política que hable de socialismo.
4. Principios, estrategia y táctica: el todo o nada elevado a principio, que al final es nada.
El compañero David dedica muchas páginas a hablarnos de los principios básicos del marxismo, que al final son pocos, según una cita que toma de N. Moreno (p.3), pero que no los nombra, salvo uno: “la independencia de clase” (“la burguesía y el proletariado son clases antagónicas, con intereses irreconciliables, la única forma de abolir la explotación es con la abolición del capitalismo, esto es, de la propiedad privada... la emancipación de la clase trabajadora ha de ser obra de los trabajadores mismos..”). Dicho así, estoy de acuerdo.
Previo nos cita a Moreno que señala que los trotskistas sólo tienen dos estrategias permanentes: construir el partido para la revolución y movilizar a las masas hasta la toma del poder. Hasta ahí no hay discusión, el problema es cómo.
Y luego se respalda en la “teoría de la revolución permanente”, formulada por Trotsky para señalar que en la fase imperialista la burguesía de los países dependientes ha dejado de ser una clase revolucionaria y que, por ende, sólo una revolución encabezada por la clase obrera resolverá las tareas nacionales inconclusas (industrialización, reforma agraria, independencia nacional) a la vez que acomete tareas socialistas (nacionalización industria, control obrero de la producción, etc.). Con todo lo cual también estoy de acuerdo.
Todas estas alusiones de David a la teoría, a los principios, a la estrategia para llavarnos a lo que es la conclusión de su política concreta (táctica elevada a principio inamovible): “el nacionalismo burgués es genéticamente inconsecuente, y aunque (“aún que”, sic) es posible y necesario –tácticamente- hacer con éste unidades de acción en el enfrentamiento con el imperialismo en determinadas coyunturas, LA TAREA FUNDAMENTAL DE LAS Y LOS REVOLUCIONARIOS ES DISPUTAR, COMBATIR Y DERROTAR SU INFLUENCIA EN EL MOVIMIENTO DE MASAS y desarrollar el partido obrero revolucionario (el suyo), única garantía del triunfo de la revolución socialista...” (p.7).
Y este es el grave problema de donde nace el sectarismo incurable y extremo de los compañeros y de la mayoría de los grupos trotskistas, que ha elevado a principio permanente la política “disputar, combatir, derrotar” y diferenciarse hasta en la menor coma, de toda corriente revolucionaria o reformista, espontánea u organizada, incluso entre los propios trotskistas.
De este modo, como hace David en su documento, no es posible ningún tipo de unidad, ni de frente único (ni antiimperialista, ni obrero), ni con Chávez ni con nadie, porque siempre tienen que diferenciarse, porque creen que la construcción del “partido revolucionario” pasa por demostrar que su grupo particular tiene el programa “non plus ultra” y que todos los demás no somos más que una pila de reformistas, revisionistas y traidores.
Por eso, para ellos, Chávez es un “enemigo a muerte” al que hay que combatir. No importa si, con ello, el que gana en concreto es el imperialismo yanqui, imponiendo un títere en Miraflores. El asunto es sacar a la “competencia” del camino. Tremenda lógica carente de sentido común.
Y ese es el método y la política sectarios que, habiendo pasado 17 años desde la desaparición de la URSS y la crisis de los viejos partidos comunistas, sigue impidiendo al trotskismo jugar un papel decisivo en la dirección de los movimientos sociales y de masas que se dan por todos lados.
Como los compañeros creen que el partido revolucionario sólo se construye elevando a principio la diferenciación y el combate exacerbado a toda corriente diferente, terminan haciendo lo contrario, autodestruyéndose así mismos, porque la menor diferencia de criterios se transforma en traición a los “principios” y causal justificada de ruptura. No voy a contar ejemplos, que abundan, pero me parecen vergozosos.
Contrariamente a lo que sostiene David, para construir el partido revolucionario, a veces hay que diferenciarse, pero muchas más veces hay que hacer UNIDAD. Y para hacer la unidad hay que establecer una gama diferenciada entre acuerdos estratégicos y tácticos, precisar los verdaderos principios, con otras direcciones del movimiento popular.
El compañero David desecha la política del Frente Único Antiimperialista, formulada por el III Congreso de la Internacional Comunista, dirigida por Lenin, y que es, según la IV Internacional y el propio Trotsky, parte de su programa. David, pretende desconocer el FAU como una política revolucionaria legítima para ciertas circunstancias, y lo tira al tacho de basura porque Stalin lo usó para capitular.
La historia del movimiento obrero está llena de necesarias políticas de unidad entre revolucionarios y reformistas. Un ejemplo, cuando Trotsky propuso la unidad (Frente Único Obrero) entre comunistas y socialdemócratas para vencer a Hitler (contrario al consejo de Stalin que fue la diferenciación con los socialdemócratas – “política del tercer período”).
David, que se autodefine “morenista” debiera recordar muy bien que uno de los últimos trabajos de N. Moreno se refirió a la construcción del Frente Único Revolucionario (FUR), como un paso obligado en la construcción de partidos revolucionarios con influencia de masas, que saque al trotskismo de su marginalidad histórica.
Por este mismo método, David descalifica a los revolucionarios que han entrado al partido de Chávez (PSUV), diciendo que han renunciado al principio de la independencia de clase y la construcción del partido revolucionario. Pese a que, falsamente, me atribuye proponer esa táctica, a la que no he aludido por no ser venezolano, pero que me parece tan legítima, desde el punto de vista de los principios, como la de aquellos que han decidido no adherir al PSUV. Aunque al final puede ser que una táctica sea más eficiente que otra.
Escribo de memoria, pero me parece que Trotsky en 1938 recomendó a los cuatro gatos trotskistas de Francia que entraran a militar a la juventud socialista (socialdemócrata). ¿Se le fueron los principios al viejo? Si tampoco me falla la memoria, igual hicieron otros trotskistas en el PSOE español a mediados d elos 70. O en la juventud comunista previo al Mayo francés de 1968.
Incluso se niega la propia historia reciente porque, ¿qué fue el P.T. brasileño, del que participaron por muchos años los actuales dirgentes de la LIT (PSTU), si no una unidad política de alianza entre revolucionarios y reformistas como Lula?
No voy a entrar en detalles, porque prometí ser breve y ya me he extendido, pero la lógica de los compañeros condujo a errores que el propio N.Moreno criticó. Trotskistas como Posadas, Lambert y lo que fue la CI (CI), se negaron a reconocer el carácter socialista u obrero de las revoluciones cubana, china o vietnamita porque no estaban dirigidas por partidos revolucionarios, es decir, trotskistas.
Los aprioristas de entonces, vaticinaron que Fidel “traicionaría” la revolución por el carácter de clase suyo y de su partido (Movimiento 26 de Julio). Y mira a donde hemos llegado.
Si la revolución es un proceso que depende de múltiples factores, David ¿por qué te apresuras a calificar a Chávez como “traidor”? En este momento, enero de 2008, mientras no haya hecho ninguna trastada significativa, sinceramente, no te lo van a creer, ni los que siguen a Chávez, ni los que están en contra. Y la credibilidad es importante en política.
¿Se puede mantener el principio de la independencia de clases siendo parte del PSUV? Creo que sí, y en eso consistirá el arte de los compañeros que han elegido esa táctica. ¿Quién dijo que no pueden criticar a Chávez o exigirle o emplazarlo a que tome medidas concretas, desde dentro y desde fuera del PSUV? Que yo sepa, nadie ha propuesto un apoyo incondicional.
Cierro diciendo que los compañeros, como los niños caprichosos, juegan al todo o nada. La reforma constitucional de Chávez “no es socialista”, entonces la rechazamos. Enfatizan la crítica para decir “nosotros somos los verdaderos revolucionarios”, somos el “todo”, no lo es Chávez. “No queremos nada del bonapartista Chávez”.
Cuando tienes un partido con influencia de masas puedes imponer (probablemente) tu política directamente. Pero cuando tienes un partidito marginal, frente a fenómenos de masas encabezado por otras direcciones, como Chávez, conviene ser más modesto y cuidadoso, porque al final lo que obtendrás es nada.
La nada para el pueblo venezolano si llega a gobernar un Rosales. Y la nada para el partido revolucionario que dices construir. Porque a estas alturas no creo que nadie cuerdo pueda poner en duda que, quien capitalizó la derrota de la reforma constitucional venezolana fue la derecha encabezada por Manuel Rosales y no una inexistente (o completamente marginal) “corriente clasista” ubicada a la izquierda de Chávez.
Modestamente, creo que es más correcto no renunciar a nada, defender lo conquistado, incluyendo las “reformas” alcanzadas, para que el movimiento obrero y popular tenga fuerzas para seguir avanzando y luchando (permanentemente) por el verdadero todo, que es el socialismo.
Las derrotas, por pequeñas que parezcan, no ayudan a avanzar, y la victoria del “No” el 2-D fue una derrota (parcial) a la que los compañeros ayudaron con su política sectaria.