Introducción
A lo largo de los últimos ocho años, las y los revolucionarios
bolivarianos y socialistas quienes luchamos en contra del capitalismo y
a favor de la emancipación humana en Venezuela, América Latina y el
mundo en el marco de la Revolución Bolivariana impulsada por el
presidente Hugo Chávez Frías, hemos vivido una situación insólita.
Siendo mayoría y teniendo todos los factores del poder institucional
del Estado a nuestro favor, la oposición venezolana y sus aliados
internacionales nos han tratado como minoría y peor aún, nosotros
mismos a menudos nos hemos sentido y comportado como una minoría.
Frente a los ataques continuos de la oposición en contra de cada una de
las etapas de este proceso revolucionario siempre hemos estado a la
defensa, siempre nos hemos encontrado en una situación de jaque y nunca
hemos logrado pasar a una verdadera contraofensiva que nos pudiera
haber permitido ponerle fin, en varias ocasiones bien justificadas, a
esta guerra no declarada que lleva casi una década. Peor aún, en el
momento preciso en el que el Presidente sí pasó a una ofensiva
contundente y lanzó el proyecto de Reforma Constitucional para acabar
con los espacios del poder que han quedado al adversario opositor y que
tanto daño nos han hecho, una gran parte de nuestros compatriotas no
fue capaz de comprender ni la vital importancia para el avance de la
Revolución Bolivariana, ni el carácter estratégico de esta propuesta,
lo que hoy nos coloca en una situación de evidente vulnerabilidad. Una
cosa es que la imagen del Presidente se haya fortalecido, sobre todo
ante la opinión pública internacional tan manipulada por el constante
bombardeo mediático, y otra cosa es que en lo concerniente a lo
esencial que nos define, esto es, nuestro proyecto socialista, no hemos
podido avanzar ni un milímetro, evidenciando así nuestro flanco más
débil: la falta de claridad conceptual entre nuestros propios
compatriotas y, en última instancia, la falta de claridad conceptual en
cuanto al objetivo mismo. Consideramos que en este momento es
imperativo hacer unas reflexiones serias que nos permitan prepararnos
en lo posible para recuperar nuestras fuerzas y corregir los errores
cometidos sobre la marcha. Es tiempo de que pensemos en una estrategia
que nos facilite abrir una serie de ofensivas en vez de estar a la
defensiva y tener que reaccionar constantemente a los ataques de una
oposición que recurre, desde hace 9 años, a cuánta herramienta le sirva
para perseguir su objetivo único: salir del gobierno del presidente
Chávez a cómo dé lugar.
Efectivamente y contrario a las fuerzas bolivarianas, revolucionarias y
socialistas que tienen limitaciones fuertes en lo que concierne la
elección de sus medios, la oposición en la persecución de su objetivo
recurre a todos los medios que estén a su alcance, desde la urna
electoral hasta la desestabilización económica, política y social, el
intento de asesinato, la instigación a la violencia e inclusive a la
guerra civil y el fomento de la intervención extranjera. Sus
herramientas son el engaño, la mentira, la difamación, el doble
discurso, el chantaje y la violencia, herramientas que hasta el día de
hoy no han encontrado respuesta efectiva por parte de nuestro lado, ya
que nuestras instituciones han permanecido de manera notoria en una
especie de inacción y casi-parálisis. A todas estas, cada
comportamiento de la oposición que parece indicar que por fin acepta
las reglas del “juego democrático”, es celebrado por muchos de nuestros
compatriotas como una “victoria”, cuando en realidad cada una de las
acciones de la oposición no es nada más ni nada menos que un elemento
táctico que obedece a una determinada estrategia para proseguir su fin.
El ejemplo más reciente es la aseveración ilusoria que hacen muchos de
nuestros compatriotas al manifestar que por fin y en ocasión del
referéndum sobre la reforma constitucional, la oposición ‘aceptó’ e
inclusive ‘defendió’ a nuestra Carta Magna de 1999, cuando en realidad
la supuesta defensa de la misma no ha sido y no sigue siendo otra cosa
que un recurso momentáneo-táctico que obedece a consideraciones de
carácter estratégico. Mañana mismo y si las circunstancias así lo
requieren, la oposición echará al traste con lo que está “defendiendo”
hoy, a fines de realizar su objetivo. De igual manera y como ha sido
demostrado hasta el cansancio a lo largo de los últimos años, concesión
que se le haga a la oposición es y siempre será interpretada por esta
como una debilidad del gobierno que es aprovechada de inmediato para
preparar la próxima estocada.
Ha llegado el tiempo de hacer un inventario de la estrategia y las
tácticas, tanto del adversario como de nuestro lado. Ha llegado el
tiempo de dejar de depender de las ‘iniciativas’ o más bien de la
ausencia de iniciativas por parte de nuestras instituciones que nunca
actúan frente a las avanzadas agresivas del adversario, bien sea en el
campo mediático, bien sea en el campo de la calle; estos campos de
batalla a los que la oposición sigue calentando para mantener una
conflictividad artificial en detrimento grave de nuestro lado. De ahí
que tenemos que empezar a desarrollar y hacer efectiva desde ya, una
estrategia que nos permita determinar y hacer valer nuestras fortalezas
para incidir con toda nuestra fuerza en el debilitamiento del campo
opositor, previa identificación de sus flancos más débiles.
Sin embargo y obviamente, no podremos hacer inventario alguno ni mucho
menos trazar una estrategia sin antes aclarar los principios
fundamentales que nos rigen y que nos definen en términos de quiénes
somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos y con qué método operaremos
para alcanzar nuestros objetivos. Es imperativo tener claridad acerca
del objetivo principal que queremos alcanzar; estamos hablando de una
claridad conceptual que no deje lugar a dudas. Sólo así podremos
decidir cómo queremos avanzar hacia la realización de este objetivo, o
lo que es lo mismo, determinar la estrategia que nos lleva hasta allá.
Y sólo entonces podremos abordar el tema de las herramientas tácticas
que están a nuestro alcance.
I. ¿Quienes somos?
El proceso revolucionario bolivariano en Venezuela tiene múltiples
tiempos y espacios de nacimiento. Nació en el movimiento guerrillero de
los años sesenta, en las montañas, en los cuarteles, en los barrios, en
el campo, en la calle, en el cerro; nació en la rebelión popular contra
“el paquete” de CAP tan sangrientamente sofocada el 27 de Febrero de
1989; nació en el clamor por una vida digna de la vasta y empobrecida
mayoría de venezolanos que han sido excluidos del proceso de producción
y distribución de riqueza; nació en las demandas insatisfechas, más
rudimentarias del pueblo venezolano por obtener tierra, vivienda,
educación, salud, agua y electricidad, las que le fueron negado a lo
largo de cuatro décadas de la ‘democracia’ puntofijista. El proceso
revolucionario bolivariano nació, en pocas palabras, en la explotación
económica, la dominación política, la discriminación social y racial,
la represión militar y la alienación humana, perpetradas contra las
clases marginadas, contra los eternos ‘Condenados de la Tierra’,
sección Venezuela.
De manera generalizada, podemos constatar la existencia objetiva de dos
grandes clases sociales en Venezuela, antagónicamente opuestas, siendo
la una constituida por una minoría que posee los medios de producción,
mientras que la otra está compuesta por todos aquellos que no poseen
sino su fuerza de trabajo, la que tienen que vender en el mercado
laboral al mejor postor. Sin embargo y en cuanto al capitalismo
venezolano, hay que tomar en cuenta una singular peculiaridad del
mismo: La acumulación del capital en Venezuela se ha basado a lo largo
del siglo XX en la extracción del petróleo y la distribución de la
renta petrolera por medio del Estado, propietario de los recursos
naturales del subsuelo y destinatario de las regalías, por lo que se
habla de un modelo de acumulación rentista-petrolero. El Estado
venezolano del siglo XX, por un lado, invirtió parte de la renta
petrolera en la creación de un empresariado nacional-privado,
fomentando así activamente la iniciativa privada, y por otro lado se
convirtió, después de la nacionalización de la industria petrolera y
petroquímica, en propietario del aparato productivo industrial, esto
es, de los medios de producción centrales del país. Así es como dentro
de quienes conforman la clase social de los propietarios de los medios
de producción en Venezuela han figurado, desde el siglo XX, por un lado
el empresariado nacional-privado, progresivamente entrelazado con el
capital internacional, y por otro lado el propio Estado, con su élite
de funcionarios estatales.
A estas dos ‘capas’ dentro de la clase propietaria de los medios de
producción se contrapone de manera antagónica la vasta mayoría de una
población trabajadora cada vez más empobrecida, cada vez más sub- y
desempleada, especialmente a partir de los años 80, con cero
perspectivas de encontrar un trabajo duradero, ni mucho menos prosperar
y vivir dignamente. Entre estas dos grandes clases antagónicas se
encuentra una clase intermedia, que antes de la crisis de los 80 y
gracias al modelo rentista se caracterizaba por un alto nivel de vida
materialmente hablado, ya que ‘espiritualmente’ estaba sumergido en la
imitación desenfrenada del consumismo y ‘entretenismo’ estilo
norteamericano. Aún cuando hoy en día y bajo el gobierno del presidente
Chávez esta clase media ha prosperado de nuevo y ha engrosado sus filas
por ‘los nuevos ricos’, mantiene, en su mayoría, un rechazo ‘cultural’
contundente hacia las clases pobres y trabajadoras, a cuyo creciente
protagonismo en la vida nacional lo percibe como una amenaza para su
estatus social y como un insulto a su cosmovisión racista y elitesca de
la sociedad venezolana.
Ahora bien, los que han conformado la base clasista del proyecto
revolucionario y bolivariano del presidente Chávez, han sido en primer
lugar los pobres, esto es, las clases humildes, trabajadoras y también
campesinas. A ellos se les suman todos aquellos que desde las demás
clases sociales apoyan por convicción anticapitalista, por motivos
humanos y éticos y por motivos de indignación ante un modelo de
sociedad objetivamente inviable, la gestión del Presidente y su llamado
a inventar el ‘socialismo del siglo XXI’, termino que lamentablemente
ha sido la fuente de una gran confusión acerca del modelo de sociedad
que se quiere construir.
(Parte II sigue)
http://www.aporrea.org/ideologia/a51099.html
jutta@franzlee.org