Estamos hablando aquí de unidad como un ente político concreto y tangible; no nos referimos a la unidad subjetiva, en cierto modo burguesa, nos referimos a la unidad comprendida como necesidad de avance, de creación de fuerza revolucionaria; lamentablemente algunos dirigentes, entienden la unidad como sinónimo de plegamiento, de incondicionalidad, de genuflexión, de eliminación de la critica y la autocrítica (pilares de todo revolucionario), la “unidad” entendida de esa forma, sencillamente no le sirve a este ni a ningún proceso revolucionario, esa unidad no construye nada y devora todo lo que pasa cerca de ella.
El proceso bolivariano requiere de la construcción de una verdadera instancia unitaria amplia, en el entendido de que un proceso antiimperialista de liberación nacional, requiere para su sostenimiento el concurso de todas las fuerzas que se identifiquen, por razones diversas, con el mismo. Algunas de estas fuerzas serán progresistas, algunas de izquierda y de claro planteamiento revolucionario, otras e incluso serán de la derecha que por sus propios intereses económicos y por las contradicciones internas de la oligarquía y el capital encuentra reflejo a sus intereses, sobre todo el interés de los pequeños y medianos productores contra las grandes transnacionales en los postulados de la “revolución”; lo cual no indica que se transforme este sector de derecha en un sector revolucionario. Sin embargo, la necesidad de amplitud de esta unidad no justifica que no sea la clase obrera, los partidos de avanzada, los intelectuales de izquierda quienes asuman la responsabilidad de vanguardizar esta instancia si la meta real es avanzar hacia el socialismo; no derrotaremos al injusto modo de producción capitalista dejando la dirección del proceso en manos de sectores de la oligarquía y la pequeña burguesía, por más que algunos de ellos sean “aliados circunstaciales”.
De allí que la tarea inmediata, diríamos que urgente, de todas las organizaciones políticas que acompañan el proceso revolucionario sea convocar las instancias de discusión necesarias para ir prefigurando la dirección colectiva de un proceso que tiene como horizonte estratégico la derrota del capitalismo. Es impostergable desatar en el seno de nuestro pueblo la discusión sobre la construcción del socialismo, la evaluación autocrítica de estos diez años de gobierno bolivariano, la comprensión de las experiencias históricas de todos los países que en distintas épocas se han planteado metas comunes a las que hoy nos planteamos nosotros, entre otros importantes temas para el avance revolucionario.
Pero, siempre hay uno, hablar de unidad amplia en defensa del proceso no significa conciliación con las clases explotadoras (estén o no momentáneamente con el proceso), no significa negar la vigencia de la lucha de clases ni mucho menos el papel protagónico de la clase obrera en la construcción del socialismo, no significa no señalar errores tácticos y estratégicos, no significa no señalar a quienes mimetizados en el proceso revolucionario traen sus prácticas individualistas, politiqueras y negadoras de lo que la revolución defiende; en fin, la unidad no significa la muerte de la critica, sino la formula para la creación de fuerza de avance entre los factores que apoyan, por diversos intereses y con distintas visiones, al proceso bolivariano.
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*Militante Partido Comunista de Venezuela