El fenómeno de la polaridad es ambivalente y bidireccional por naturaleza
propia, tan así es que la misma ortodoxia marxista señalada por el propio
Karl Marx indica que el modo de producción capitalista, originalmente
cultivado con éxito en la Inglaterra victoriana y desde más atrás, debe
explotar todo su potencial expansionista, globalista o transnacionalista,
hasta que la Ley del decrecimiento tendencial de la tasa de ganancia revele
a sus inversores que aquel ya no da más, ni estos tienen espacio económico
hacia dónde buscar mejores rentas.
En ese sentido, los países aún no capitalizados (en barbecho) ejercen una
poderosa fuerza atractiva sobre los capitales extranjeros, pero
concomitante y complementariamente aquellos polarizan la atención de
gobernantes ávidos de enriquecimiento y gloria personal.
Hasta ahora ha sido así, y los países que han repelido esa bipolaridad
simplemente son marginados, bloqueados o invadidos antidiplomatidazadamente.
La idea original es que, tan pronto baja la rentabilidad en una empresa, o
por causa de la acumulación de capital ocioso, como éste no halla empleo
inmediato en su localidad, decide moverse hacia otro rubro u otro mercado
que ofrezcan una mayor tasa. Este fenómeno se conoce como "proceso
nivelador de la tasa general de ganancia", un movimiento permanente y
periódico que obliga a los capitales en funciones a la automática y forzosa
e involuntaria conquista de nuevos mercados, a veloces e incesantes
innovaciones mercantiles y, particularmente, a una lucha dialéctica no
antagónica contra sus competidores.
El resultado de ese nomadismo industrial burgués es que el capital más
perfecta y técnicamente desarrollado logra usurpar parte del plusvalor
obtenido en los centros fabriles con mayor empleo de mano de obra viva y
pobreza de capital "constante". Una forma usual de explotar el trabajo
asalariado propio y el de los otros empresarios rezagados en materia de
rendimientos de unos medios de producción obsoletos para el capital
más desarrollado.
Para que esa ley expansionista se cumpla debe darse una polaridad ejercida
por mercados vírgenes o mercados sumisos, es decir, países prestos para la
importación de capitales industriales, recién salidos de la oscuridad
esclavista, vasalla o parafeudal. Diplomáticamente se recurre a un lobby
estratégico que hace figurar el capital importado como un recurso amigo que
supuestamente sólo busca ayudar a sus anfitriones. Estos abren sus puertas,
el capital extranjero se instala como en su casa y hasta termina adueñándose
de la voluntad e ideología de los habitantes del país receptor.
La transculturación económica burguesa prende ferazmente y el sistema logra
penetrar todos sus mercados. Agotada la capacidad rentable de estos nuevos
capitales, sus dueños reemprenden nuevas emigraciones, y así ortodoxamente
hasta poblar todo el planeta con la venenosa semilla del burguesismo.
Llegado a este fin territorial, llegaría el fin del sistema como tal ora por
inanición o pérdida de polaridad, ora por un reacomodo hacia nuevas formas
de explotación, respectivamente.
Por todo eso, cabe dilucidar de quién y a quiénes favorece la Unipolaridad o
la Multipolaridad políticas. De entrada, todo capital resulta altamente
cargado de polaridad frente a otras formas económicas alternativas. Nada más
atractivo que la individualización capitalista así como la opción de pasar
de asalariado a patrono. Esta polarización da origen a las mal llamadas
clases medias, en Venezuela conocidas como "escualidad".
Es la polarización de educación burguesa que ya ha sido sembrada en casi
todo el globo terráqueo. En América nació con Washington, y en Suramérica
con los ancestros de Bolívar y San Martín, con los de los Juárez y con
todos los gobernantes venidos acá y descendientes de esa migración de la
Europa del Medievo tardío en franco proceso de formación de capitales
"capitalistas.
Por otra parte, la multipolaridad del momento actual es más bien una
bipolaridad. Algunos países siguen atados a los carros procustianos de las
potencias capitalistas convencionales como USA, Inglaterra, Holanda,
Francia, Alemania, España e Italia, y otros han empezado a brillar con
relativa autonomía económica (caso cubano), o están siendo polarizados por
las novísimas ideas socialistas del presente siglo, esas que brotan en los
países del Cercano y Mesoriente, con representaciones en Eurasia y parte de
África, y en el Sur y Centroamérica.
Sin embargo, es claro que al capitalismo le conviene que siga viva la
multipolaridad en el sentido de que sólo así podría seguir ofreciendo
ventajas comparativas durante más tiempo frente a terceros polos, máxime
cuando los países que se van declarando "·socialistas" toleren y permitan y
hasta alimenten la convivencia con vestigios capitalistas. De de seguir
la monopolaridad burguesa, , la tasa de ganancia aceleraría ortodoxamente
su agotamiento, y con ello se arribaría más antes el fin del Capitalismo
Pluripolar y la plena instauración del Comunismo Unipolar.