Escogí el título de este artículo no al azar, sino a propósito, pues se trata del titulo bajo el cual fue publicada en los años 60, la historia y justificación de la LUCHA ARMADA, en Venezuela, con prólogo de Fabricio Ojeda. Parafraseando al poeta gaucho, diría: Allá en mis años de mozo y perdonen la distancia”. Pero es que precisamente en estos tiempos de revolución, donde todo el mundo filosofa, crea hipótesis a cerca de la revolución y sobre el socialismo del Siglo XXI, bueno es recordar los años duros, cuando ser de izquierda en este país era un crimen, incluso ser “rosadito”, te podía costar tus malos ratos, mientras que ser rojo era ya exponerse a la desaparición forzosa, porque entonces solo se toleraba el verde, el blanco y el naranja.
El solo hecho de encontrar en la casa de alguien, un ejemplar de PORQUE LUCHAMOS, o de periódicos como Tribuna Popular, Pueblo y Revolución o FALN, era suficiente motivo para ir a parar al edificio Las Brisas, a un TO, como Cocoyar o Cachipo y en el mejor de los casos si salía caballo blanco iba a temperar por 10 o 15 años al Cuartel San Carlos o a la Isla del Burro, conocida entonces, como el Penal de Tacarigua o el campo de concentración “Rafael Caldera”, como le decíamos los chamos come candela de la época.
Es bueno hacer historia, para que las nuevas generaciones sepan como se sembró la simiente de la revolución en este país y para que cuando los farsantes de la oposición les hablen de dictadura y represión, achacándosela a la revolución bolivariana tengan, conque refutar y además, para que avizoren lo que les espera si este proyecto fracasa y regresan: AD y COPEI, que ahora se visten con el ropaje de Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, Podemos y todo ese variopinto menestrón de letras que conforman la mal llamada “Mesa de la Unidad”.
Insistimos, que para saber porque luchamos y que queremos es necesario conocer la historia de esa lucha que no surge con el Caracazo, o con el 4F, como piensan muchos, sino que estos eventos fueron consecuencia de esa resistencia revolucionaria, que se inicia cuando la izquierda venezolana tumba el gobierno de Marcos Pérez Jiménez y comete el error de entregar el poder a la oligarquía, cayendo en ese “Día de los inocentes del 23 de enero del 58”, incluso el PCV. Cinco años después, el 2 de octubre de 1963, serían encarcelados sin fórmula de juicio por el gobierno “democrático” de AD y COPEI (La Guanábana), los líderes comunistas: Jesús Farías, Senador de la República, Gustavo y Eduardo Machado, Diputados al Congreso Nacional y Jesús María Casals y Jesús Villavicencio diputados del MIR. Después les seguirían otros comunistas, entre ellos el Senador Luis Emiro Arrieta, quien murió en prisión.
Es bueno decir, que en ese largo camino cayeron abatidos por las balas y las torturas asesinas de las huestes de AD y COPEI, luchadores sociales, revolucionarios como: Jorge “Carorita” Rodríguez, padre del actual alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, Noel Rodríguez, Vicepresidente de la FCU de la UCV en el 72, el Teniente Nicolás Hurtado, Livia Guverneur, los hermanos Andrés y Ramón Pasquier, el sociólogo Víctor Ramón Soto Rojas, Alberto Lovera, Felipe Malaver, Fabricio Ojeda, Américo Silva, Faustinito, El Chema Saer, El Motilón, sin contar los mártires de Cantaura, de Yumare y de otros tantos que escapan a nuestra memoria, cuyas vidas con el triunfo de la revolución, se agigantan y se extienden, porque quien muere por una causa justa, no muere sino que su vida, se expande y se agiganta en la lucha de los pueblos, de allí que todos nuestros mártires, sin olvidar al cantor del pueblo “El Panita” Alí, cuya muerte todavía es un enigma, hoy más que nunca viven en el alma, en el pecho y en la voz de cada revolucionario, que alza su voz, para condenar el cerco militar del imperio, contra la Revolución Bolivariana y la masacre del pueblo de Honduras.
Pero para que esas figuras inmortales continúen acompañándonos como guías, en esta lucha , tenemos, que adquirir conciencia de lucha, tenemos que tener presente, que como afirma “Pepe Mujica” el próximo presidente de Uruguay, el Comandante Tupamaro, que será electo este 25 de octubre, esta lucha no es para “Apuraditos”. La Lucha es largo, como lo dice Alí Primera en su canción necesaria. En ese largo trajinar, debemos tener presente, que para que no se pierdan los esfuerzos y nuestras vidas se prologuen indefinidamente, necesario es tener como “Diana” el corazón del pueblo, de las masas, porque es hacia allí a donde debemos dirigir nuestros esfuerzos, para amalgamar para templar ese acero, que no es otra cosa que la conciencia colectiva. Permítaseme aquí, regresar al pensamiento de “Pepe Mujica” “Si se pierde el camino al corazón de las masas, todo lo demás es una mera filosofía militante de boliche”.
Por eso insistimos y acaso nos hagamos fastidiosos, pero en esta revolución no basta con la tertulia de Cafetín, hay que desde los frentes donde nos encontremos meterle el hombro a la carreta para “Aligerar la carga”. La Educación revolucionaria es indispensable y en este enseñanza – aprendizaje, la punta de lanza tiene que ser el trabajo voluntario. Es doloroso pero tenemos que admitirlo, todavía dentro de este movimiento revolucionario, hay quienes se llenan la boca de la A a la Z, autoproclamándose revolucionarios, pero ven el trabajo voluntario cosa de “Pendejos” y no como un principio revolucionario y con más vigor lo encontramos entre nuestra clase obrera, que a lo largo de la historia ha sido mediatizada por la prédica crematística del sindecalerismo, que aún persiste y disfrazado de rojo rojito, en muchos frentes.
Esas son rémoras que tenemos que combatir. En la actualidad tenemos el gobierno, pero no tenemos el poder. La lucha y la prédica del Comandante Presidente, Hugo Rafael Chávez Frías, está enfilada hacia ese objetivo. Por eso lo vemos a veces, incluso con gestos de preocupación, porque como líder está consciente que mucha gente todavía no ha captado el mensaje y ven la Revolución Bolivariana, una piñata para el disfrute. Estos son precisamente los más peligrosos contrarrevolucionarios, porque quienes hemos templado el acero, sabemos que la lucha revolucionaria no es un paraíso, sino que requiere cada día de mayores sacrificios.
El trabajo voluntario, como lo afirmaba el Ché Guevara, debe ser la herramienta fundamental en la dinámica de la toma de consciencia revolucionaria. “Los efectos del trabajo voluntario no deben medirse por los efectos económicos de la cantidad de horas demás que trabajó el equipo, sino por la cantidad de horas extra fuera de su trabajo para dedicarse a la producción y que de allí se produzca “la compulsión moral” y vaya más gente sumándose a este tipo de emulación socialista”.
La autocrítica, es el suplemento alimentario de la revolución. No podemos continuar creando vacas sagradas en el seno de la revolución. El ejemplo lo da el jefe Comandante de la Revolución, con su trabajo permanente, su humildad, que es precisamente la mejor identidad de un combatiente por la libertad.
Una práctica que bastante criticamos a la IV República fue la siembra de vallas en todo el territorio nacional, por parte de gobernadores, alcaldes y hasta concejales, en lo cual se invertían fabulosas sumas del erario público. Es práctica persiste y lo que es peor con mayor abundancia. Cada gobernador o alcalde que alcanza el poder, lo primero que hace es pintar todos los vehículos, maquinarias y demás propiedades del Estado o Municipio, con sus colores, con su lema particular, su nombre y con sonriente cara. Eso pudiera catalogarse como Peculado de uso, porque está utilizando los dineros del estado para su promoción personal y otras veces para promover al heredero o heredera. La Asamblea Nacional, debiera legislar al respecto. En todo caso la promoción debe ser para el proceso y sus postulados, para que todos sepamos, Porque luchamos.
Periodista *
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