Si estudiar El Capital (Karl Marx) nos convirtiera en marxistas, entonces todos los burgueses y sus epígonos y apologistas lo serían, pero es que no se podría ser un buen cristiano, por ejemplo, si se ignorara o irrespetara las biografía y parábolas de Jesús. Hacía allí tal vez apuntaban los comentaristas referidos por el señor Yépez. Ser “marxista” es simplemente respetar y guiarse por los principios, leyes y demás hallazgos sociológicos realizados y donados por el investigador Carlos Marx conjuntamente con sus selectos colaboradores inmediatos. Pero no todos los “marxistas” tienen por qué ser revolucionarios en el sentido comunista de la palabra. Paradójicamente, muchos aprovechados de su lectura han perfeccionado su patronidad burguesa
Efectivamente, las personas mejor instruidas en materia de la “Critica de la Economía Política”, que es el nombre original del informe económico y sociológico presentado por Marx, conocido como El Capital (EC, en lo sucesivo) y meritoriamente completado por Federico Engels, han sido los miembros de la Clase Burguesa, habida cuenta de que se trata de un estudio objetivo, científico, analítico y descriptivo de partida, dirigido no sólo a los “proletarios el mundo” sino a sus contrarios naturales, los patronos burgueses a quienes aquellos deben su formación clasista. Sin proletarios no habría patronos ni viceversa, y sin plusvalía el sistema se derrumbaría por sí sólo. Sin embargo, pudo haber Capitalismo sin Marx, pero desde que se escribió El Capital ha estado reinando un C. con Marx.
Por lo demás, a los proletarios les resultan suntuarias y muy onerosas las mercancías literarias con inclusión de los libros donde sus hijos aprenden sus primeras letras. Vemos que una sana y ecléctica lectura de EC conduce indistintamente, por un lado, al rechazo hacia la explotación burguesa por parte del proletariado e intelectualidad filantrópicas, y por otro a la aceptación y reforzamiento de un modo de vida que en potencia o hipotéticamente permitiría a todas las personas saltar de la pobreza a la riqueza, de trabajador a explotador, particularmente cuando se hallan ingenuamente convencidos de que en esta sociedad no hay clases sociales. No las hay efectivamente tan notorias como la esclavista, como la de los cacicazgos americanos y africanos ni como las de la aristocracia feudal euroasiática, pero existen. Al final de esta réplica daremos detalles sobre esta estructura social.
Tal es el desprecio y el encanto combinados que paradójicamente ofrece el sistema capitalista. El marxismo es una doctrina asumida por quienes optan por la primera opción, mientras que EC va más allá: Esta revolucionaria obra literaria científica es el resultado de muchos años de investigación guiada por las leyes de la Dialéctica Materialista, del Materialismo Histórico, unas máximas leyes en buena parte descubiertas por el mismo Marx, y por los valiosos y avanzados aportes de los Economistas Clásicos de marras.
Marx vio encendida la chispa de la “plusvalía” cuando estudió el Fisiocratismo quenesiano. Por primera vez un economista (preclásico) presentaba la Economía de una nación como un todo integral e íntimamente intracorrelacionado. Con el “cuadro estadístico” o “Cuadro Económico”, de François Quesnay, se describió lo que modernamente se conoce como Estudio Macroeconómico. Para esa época el agro ofrecía casi todos los bienes mercadeables con inclusión de las materias primas empleadas por los artesanos. Ni pará qué agregar que todavía privaba en la producción los valores de uso por encima de de su valor de cambio. Poco importaba entonces el origen clasista del valor.
( http://es.wikipedia.org/wiki/Tableau_%C3%A9conomique )
Ya evidenciado que el trabajo del agro permitía a los campesinos del Medioevo su manutención y además un plusproducto o remanente tributario para enriquecer a los parásitos y explotadores de entonces, resultaba observable que las riquezas de las naciones provenían del trabajo humano. Los economistas clásicos dieron un paso hacia adelante, ya no había dudas sobre afirmar que la riqueza era el cúmulo de valor trabajo aportado por los trabajadores y por nadie más. Faltaba descubrir y explicar cómo era el mecanismo de “explotación del hombre por el hombre” en la sociedad burguesa ya que esta no ofrece evidencias notorias clasistas de índole económica salvo distinciones técnicas y d. entre gente de mucho dinero y g. pobre con diferentísimos grados de penuria social. Este descubrimiento pertenece con exclusividad, sólo compartida con sus colaboradores inmediatos, al genio de Tréveris, Karl Marx, descubrimiento que llena y desborda toda su extensa y densa obra científica, particularmente EC que es la obra cumbre y precipua donde queda genial y científicamente comprobado y demostrado que esta sociedad burguesa es clasista, queda comprobado que la ganancia repartida entre productores, comerciantes, financistas y gobernantes serviles procede íntegramente del trabajo impago de los asalariados. Se trata del hallazgo más trascendente que científico alguno haya descubierto hasta ahora en materia socioeconómica.
Bien, por eso sólo cuando nos pertrechemos y caminemos sobre estos pivotes teóricos ofrecidos por “El Capital” podremos adentrarnos y compenetrarnos en el intríngulis de las sociedades clasistas, a fin de explicarnos de dónde proviene la “riqueza de las naciones”, vale decir la de los ricos, puesto que los asalariados se limitan, las más de las veces con déficit, a restaurar las energías empleadas para crear el valor de su salario más la plusvalía impaga que enriquece a su patrono. Cuando nos pertrechamos con EC se empieza a entender cómo los asalariados son los únicos “comerciantes” que venden su trabajo por debajo de su valor (el trabajo aportado al PTB, no su fuerza de t.).
Observación pertinente: Debemos explicitar la inferencia de Marx cuando habló sobre Fuerza de Trabajo, trabajo necesario y trabajo excedentario creador de la plusvalía. Dado que la la fuerza de trabajo es bien duradero cuya valor de uso es la prestación de servicios laborales en general o el uso que se le dé para trabajar creando otros valores de uso, como para caminar, procrearse, divertirse, etc., o sea para vivir. Como eso es así, entonces el trabajador asalariado no vende su Fuerza de Trabajo. Si este la vendiera entonces debería cobrar por todo el trabajo realizado o por todo el “valor añadido” al capital constante correspondiente, y el patrono pagaría ese precio ya que en sus transacciones sus intercambios son estrictamente entre equivalentes. (Ob. cit., Libro I, Capítulo V).
Lo que en verdad vende el asalariado es la aplicación, el valor del desgaste específico, o el uso y consumo que el patrono le da a esa fuerza de trabajo (FT) sólo durante el tiempo de trabajo necesario y cuyo valor creado o añadido a los medios de producción basta repone los medios de subsistencia del trabajador. Como el patrono sigue disponiendo y usando esa FT más allá del “tiempo necesario”, por este consumo adicional el asalariado no recibe nada en cambio. Esta porción de valor añadido a otra porción de medios de p. es el “plusvalor”.
Obsérvese que fuera de la fábrica el trabajador sigue usando su fuerza de trabajo y le da otras aplicaciones, otro consumo hogareño, labores adicionales caseros, etc., y recibe como “autopaga” la producción de su familia y la de su propia persona. Cuando el trabajador asalariado opera más allá del tiempo de trabajo necesario y crea más valor es porque trabaja como si pretendiera satisfacer más necesidades personales, comer más, vestirse más calzarse más etc.. Como eso no es así, se infiere que este trabajador es explotado para enriquecer a su patrono.
De resultas: quede claro que no podemos seguir traduciendo ni repitiendo venta de fuerza de trabajo ya que si se la vendiera entonces el trabajador cobraría por el consumo o uso que de ella hace el patrono durante toda la jornada, ya que los equivalentes de esa contrata deben ser: el PTN (valor añadido) y el valor del consumo energético nervomuscular aplicado durante la jornada. Si el trabajador no laborara durante el tiempo excedentario tal vez comería menos, viviría más, y cuando no es explotado sigue usando para sí su FT aplicada a trabajos que no crean mercancías pero si bienes cargados de utilidad o valores de uso.
Bien, retomando el tema, a pesar de que aquellas bases teóricas subsumidas en la obra citada nos permiten hallar la fuente de las ganancias burgocapitalistas, este hallazgo no necesariamente deriva de su simple lectura. Por el contrario, durante 200 años, apróx., el grueso de los lectores de EC alberga dudas sobre el concepto macroeconómico de “Precios de producción”, y sigue sin entender ni compartir por qué el mercado no genera riqueza alguna, y sigue aferrado a descalificar a Marx porque en el Libro I él habló de “valor trabajo”, y en el Libro III habla de aquellos precios. Esta negativa e infundada descalificación merecen una digresión de suma importancia:
De entrada señalemos que la burguesía suele acreditar mediante premios y edición de libros y libritos a determinados intelectuales que le sean incondicionales. Tal es el caso de los Nobelados de Economía. Por ejemplo, Paul A. Samuelson, el Nobelado que tuvo el tupé de pretender fallidamente liquidar en un tris el gigantesco, el único y verdadero edificio teórico descriptivo de la sociedad burguesa escrito hasta ahora. Las tentativas literarias de Samuelson, “vendidas” al mundo como ayudas para la mejor comprensión de la cuestión económica estatal y mundial ya pasó de moda, mientras la obra de Marx sigue incólume y cada día suma más lectores que ayer. Samuelson reveló así que no entendió un ápice sobre los precios de producción, o sabiéndolo declinó a favor de quienes habían tarifado sus panegíricos proburgueses. (Cónfer: Academia de Ciencias Sociales, URSS, Revista Trimestral Ciencias Sociales, “Editorial Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, CEIS, # 4 (42) Estudios Críticos y Comentarios: Exposición Formalizada de la teoría de Marx: El precio de producción, Bogotá, Colombia 1980, p. 217”.
La Crítica de la Economía Capitalista (EL Capital) no buscó soliviantar los ánimos proletarios contra ningún patrono. Todos los trabajadores de todos los tiempos clasistas han percibido un estado de injusticia entre ricos y pobres, entre aristócratas y plebeyos, e. esclavistas y esclavos, e. amos y siervos, e. patronos y asalariados, pero jamás han llegado a la causa última de esas desigualdades. Marx se encarga de descubrirla y además de darles a los trabajadores un consuelo terrenal. (Cónfer Karl Marx, El Capital, Libro Primero, Sección VIII, Cap. XXVI, Cartago. Buenos Aires, 1972)
Ya no será el reino de los cielos el que les permitirá acceso a los más débiles para llevar allí una segunda vida libre de miserias, ni se lo negará a los inicuos explotadores, sino que el sistema capitalista es de una naturaleza tal que naturalmente sólo dispone de días históricos o relativamente contados.
Marx se muestra proclive al desarrollo inercial del modo burgués. Interpretamos que era partidario del libre desarrollo del sistema hasta que este agotara la rentabilidad tendenciosamente en declive. Marx les enseña en EC que ellos (los proletarios) serán los vencedores del sistema burgués, habida cuenta que a mayor desarrollo de las Fuerzas Productivas, con el proletariado en la punta, ese sistema resultará irrentable a largo plazo, momento para el cual toda la inmensa riqueza acumulada con el único propósito de seguir viciosamente acumulándola se volverá chatarra, así, “en 2 platos”.(Cónfer Ob. cit, Libro Tercero, Sección Tercera, Cap. XIII-Ley de Tendencia Decreciente de la Tasa de Ganancia Media / Karl Marx, Prólogo de Contribución a la crítica de la Economía Política).
En la medida que se desarrollan las Fuerzas Productivas (FP), los medios de producción ganan en rendimientos a tal punto de que sus operarios asalariados añaden cada vez menos cantidad de valor nuevo a cada unidad de los bienes producidos. Esta mejora en la productividad del proletariado en funciones se traduce en más ganancias para el capitalista porque logra producir a menor coste, competir mejor y destruir a terceros competidores, y termina vendiendo al precio de producción precedente antes de las mejoras productivas.
De allí que los salarios siempre vayan rezagados respecto de las mejores ganancias del burgués, y esto marca la diferencia entre “ricos” y “pobres”, vale decir que la diferencia patrimonial entre capitalistas y asalariados es cada vez mayor. Es que una unidad cualquiera de una mercancía fabricada con “capital” de elevada composición orgánica sigue conteniendo la misma cantidad y valor de los insumos técnicos correspondientes al capital constante depreciado, pero llevará consigo una alícuota menor de plusvalía a corto plazo que se traduce en paralelo en una sobreplusvalía derivada del menor tiempo de “trabajo necesario” involucrado con un capital más sofisticado. En consecuencia, la tasa de plusvalía se dispara hacia arriba. Esta sobreganancia refuerza la necesidad de mayores mercados donde colocar los crecientes excedentes de las ganancias pendientes de empleo, de venta y de capitalización.
Todo ocurre durante un recorrido cuyo destino será el agotamiento del mercado global. Pero hay más: El abaratamiento creciente del coste unitario deriva un mayor desarrollo de esas FP que de perogrullo reducen más el coste unitario, así más crecen los inventarios y la amenaza de descapitalización se hace presente. Tal será el resultado de un sistema que opera más en función crematística que económica propiamente dicho. Los valores de uso para la satisfacción de los trabajadores se han convertido en capital y este sólo funciona para producir más capital.
Como el sistema fabril de plusvalor no se detiene un segundo, la amenaza del decrecimiento de la ganancia media es continua y también continuas terminan siendo las guerras, las conquistas forzosas de nuevos mercados, las innovaciones innecesarias y el reforzamiento de todas las medidas de protección civil y militar ante la potencial sublevación de un proletariado que, por carente de “conciencia social revolucionaria” que sea, ante sus asombrados ojos ve cómo crece y crece el PTB que pasa por sus manos, y crece y crece el hambre suya y la de sus hijos.
EC buscó, y lo sigue haciendo, demostrar científicamente que el mercado no genera ganancias, que sólo se limita a distribuir el plusvalor de todos los patronos que lo arrancan a toda la población trabajadora activa y en funciones ya que el sistema capitalista no es acotado ni tiene fronteras, y por lo tanto puede disponer de la contrata de todos los asalariados productivos en un solo y gigantesco “galpón accionario” esparcido por ciudades y campos del planeta.
Mediante la guerra intraclasista o g. competitiva unos capitalistas logran participar en todo el plusvalor internacional incorporado anualmente al PTB. Este se convierte en Producto Planetario Bruto (PPB). En tiempos feudales eso era imposible porque los feudos no competían comercialmente entre sí. Cuando guerreaban, arrebataban tierras señoriales y a los siervos del feudo vencido. Fue así como se formaron los latifundios “donde no se ponía el sol”, y sin amenaza de agotarse la fuente de sus tributos.
En el capitalismo lo que está en juego es la posibilidad de seguir colocando una mayor oferta en un mercado mundial que ha sido casi enteramente penetrado; está en juego la posibilidad de seguir explotando a terceros. De allí las guerras que buscan frenar el descenso tendencial de la tasa de ganancia. Se busca destruir inventarios sin salida, renovar la demanda de bienes duraderos mediante su destrucción o reemplazo por razones estéticas. Se promueven Autopistas que acaban con mercados vecinos para crear otros. Mecanismos que hacen del mercado un escenario que no funcione sólo con el motor de la demanda de bienes de consumo, sino con el de la oferta inducida por el productor.
El declive de la tasa de ganancia media desanimará a los inversionistas, sus medios de producción quedaran desempleados, el capital ya no podrá capitalizarse. A tal efecto, Marx advierte que: “Una nación puede y debe extraer enseñanzas de la historia de otra. Aunque una sociedad haya llegado a encontrar la pista de la ley de natural que preside su movimiento…no puede franquear de un salto las fases de su desarrollo natural, ni abolirlas por decreto. Pero puede acortar el período de gestación y atenuar los dolores del parto.” (Cónfer: El Capital, Tomo Primero, “Prefacio de la Primera Edición Alemana).
En nuestros estudios hemos inferido que la “atenuación de los dolores del parto” debe entenderse como un “laissez faire” y “laissez passer” a fin de que el sistema capitalista bote todo sus potencial rentístico, habida cuenta de que mientras haya un mínimo de asalariados listos para su explotación rentable, y un acre de mercado potencial la tasa de ganancia media reinará, pero a partir de allí su declive sería indetenible, sg. la citada “Ley de Tendencia Decreciente de la Cuota de de Ganancia. Es que mientras más se entorpezca el libre desenvolvimiento del sistema (del mercado) más reacciones adversas y destructoras tomarán los capitalistas, y el resultado será la prolongación en el tiempo del mismo sistema constantemente renovado durante una cíclica agonía económica impotente para acabar con su vida. ( Karl Marx, Prólogo de Contribución a la crítica de la Economía Política, Ob. ya citada)
Nadie, absolutamente nadie, en vida 01de Marx, salvo Federico Engels, leyó “El Capital”, aunque0 sí estudiaron –algunos- el primer tomo que fue publicado en 1867 y, además muchos de sus escritos económicos y otras importantes ideas del marxismo.
Eso no pasa de ser una crasa y arriesgada perogrullada. Mal puede leerse lo que no se haya escrito. EL Capital se compone de 4 Libros, y el IV, publicado por Karl Kausky (1910) complementa los tres anteriores. Precisamente, luego de la muerte de Marx, se presentó el dilema de ¿quién era capaz de descifrar correctamente el original, especialmente, del tercer tomo de El Capital?
No se trata de ningún desciframiento ya que las creaciones científicas tienen de todo menos de semiología sólo para quiénes dominen tal o cual código. El Capital es una obra cargada de innovaciones terminológicas. Era de esperarse muchas dudas de parte de aquellos primeros lectores. Lo que no puede admitirse es que todavía en las década de los 70, siglo XX, se las sigan albergando. (Cónfer: Revista citada, y mi Trabajo de Ascenso: “El Problema de la Transformación” (Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Venezuela 1987, Revista Mensaje, Volumen 5, Pedagógico, Maracay, 1989).
El caso es que el Tercer Tomo de El Capital amplifica lo previsto en el Tomo II de la misma obra, en materia de “precios de producción” (Cónfer: Federico Engels, Prefacio, “El Capital, Tomo II”). Estos “precios” derivan del valor del plusvalor total aportado por todo los asalariados durante un periodo económico financiado por todo el capital involucrado, de tal manera que cada capitalista participe con igual tasa de ganancia según su capital particular, más allá del plusvalor específico que haya podido sustraer a sus correspondientes y puntuales asalariados. Es como si hubiera un solo capitalista hipermonopolista, con todo el PTB, o sea con el PPB, con toda la contrata salarial y todo el plusvalor que de ella derive. Como si se tratara de una misma fábrica en el planeta con mil departamentos propios. Las transnacionales centralizadas en una sola empresa.
De esa manera, macroeconómicamente, los capitalistas de mayor giro con medios de producción más sofisticados logran arrancar un plusvalor de segundo grado, o sea que además de “su” plusvalor particular toman para sí parte del plusvalor “de otros” capitalistas que operan con una composición de capital menor. Con ello logran arrancar una mayor tasa de ganancia que viola transitoriamente la ley de tendencia a su baja . Digamos que los capitalistas de mayor giro no sólo explotan a sus asalariados sino también a los capitalistas que operan con unas fuerzas productivas menos desarrolladas.
Se cumple así la ley de simetría según la cual si en un sistema económico, como el burgués, algunos hombres explotan a otros, entonces entre estos se hallan también los explotadores. Así, los capitalistas explotan asalariados y practican la explotación intraclasista de unos contra otros. No sólo explotan a sus asalariados en particular, sino a todos los asalariados explotados por todos los empresarios. Curiosamente: Como las compañías anónimas supone socios con diferentes capitales accionarios dentro de una misma compañía, se infiere que dentro de esta los accionistas con mayor capital explotan a los que tienen uno menor, y hasta habrá un solo accionista que explota a todos los demás.
Es que los “precios de producción (PP) recogen la explotación de segundo grado o verdadera competencia entre todos los vividores del proletariado que sin que por ello ni remotamente haya contradicción alguna entre valor y precios. Esto merece una explicación relevante más detallada:
Los PP responden 100% al valor de toda la plusvalía y de todo el capital en funciones operativo a nivel mundial. Es una categoría máximamente macroeconómica y por eso en los mercados locales, regionales y nacionales los PP., que son expresión del valor mundial, parecen andar por un lado, y el valor por otro. Ambas apariencias inducen a pensar que el mercado es fuente de ganancias. Desde luego que lo es, pero sólo en el bien entendido de que se trata de una ganancia derivada de aquel valor prefabricado que no le pertenece en primer grado ni directamente a los productores de mayor composición orgánica.
Por supuesto, que eso fue resuelto por Engels, ese que no se había graduado en ninguna universidad institucional, aunque sí había obtenido el título de bachiller. Lo que nadie pudo negar es que miles y miles de proletarios y centenares y centenares de intelectuales se habían preocupado por la lectura y el estudio de las ideas aportadas al mundo por Carlos Marx en el campo de la filosofía, del materialismo dialéctico y del histórico, del socialismo o comunismo y de la economía política sin que ninguno, hay que repetirlo –a excepción de Engels- hubiese estudiado “El Capital” completo. Tanto fue así que Marx en una oportunidad, refiriéndose a los marxistas franceses, que al parecer no se ocupaban mucho del estudio de la historia, se vio en la necesidad de decir: “tout ce que je sais, c’est je ne suis pas marxiste” (Lo único que sé es que no soy marxista).
El mismo Engels afirma, y se cuida de hacerlo, que cuando editó El Libro Tercero respetó hasta dónde consideró conveniente los manuscritos que al respecto Marx elaboró, que las Secciones I, III y IV sólo ameritaron arreglos de estilo organizativos que le pertenecían. (Federico Engels, El Capital de Karl Marx, Prefacio. Londres, 1894). Engels pudo hacerlo porque si algo caracterizaba la obra en juego era su perfecta armonía y coherencia interior de conjunto que se entrelaza en los borradores manuscritos que a él le tocó trabajar en limpio. Por eso mismo, la coherencia entre valor trabajo y precios de producción la ratifica David I. Rosenberg, (Comentarios a los Tres Tomos de El Capital: “El precio de producción se regula con el valor, y el valor de las mercancías producidas de manera capitalista se manifiesta y sólo puede manifestarse en los precios de de producción”).
Se concluye en que el valor es creado por el asalariado fuera del mercado, pero el consumidor no dispondrá de aquel hasta cuando ese valor no sea regulado por el mercado. De esta regulación surgen los precios de producción (PP). A los comerciantes sólo les importa cuánto precio pagan al fabricante y cuánto precio reciben del comprador. En EC se busca el origen del precio de mercado antes de que este lo concretice, tal fue el gran aporte de Carlos Marx, y de allí la igualdad macroeconómica entre todo el valor creado presente en el PTB y el precio de este. Digamos que los valores son puntuales y particulares para cada centro fabril, mientras que los precios de producción son generales como si el valor del PTB hubiera sido creado en una sola empresa única y máximamente mundial.
Una vez publicado “El Capital”, así lo pienso, no es un porcentaje tan numeroso de marxistas que han estudiado, de manera rigurosa y minuciosa, esa obra fundamental de la doctrina marxista. Creo, aunque no lo afirmo, que el mejor biógrafo de Marx, Frank Mehring no llegó a estudiar todo el contenido de esa obra pero toda su vida fue un marxista a carta cabal y murió siendo, al decir de Trotsky, como un verdadero comunista revolucionario. No sé si tampoco lo hicieron Karl Kautsky (quien, al decir de Trotsky, concluyó su vida pasándose del centrismo al oportunismo vulgar) y George Plejanov (quien, al decir de Trotsky, era un gran propagador del materialismo dialéctico, pero su pensamiento estuvo divorciado de la práctica). Sin embargo los dos fueron eminentes científicos sociales en tiempo de Lenin. De éste, nada hace dudar que sí fuera un estudioso de “El Capital”, porque sus escritos o libros de contenido económico así lo testifican. De igual manera Trotsky y Rosa Luxemburgo. No sé si ese eminente intelectual internacionalista, Rakovski estudió o no “El Capital”, pero no quede duda a nadie que fue un extraordinario revolucionario marxista. No sé si karl Liebknecht estudió o no “El Capital” pero ningún alemán que hubiera leído esa obra llegó a ser, en su tiempo, mejor marxista que aquel. Por algo Lenin, marxista de pies a cabeza, llegó a decir, antes de la insurrección de octubre, en el partido : “Prefiero quedarme sólo con Liebknecht que con cien bolcheviques como ustedes”.
Decir que para ser marxista hay que estudiar y saberse, como ducho científico, todo el contenido de “El Capital” es, haciendo una analogía entre economía y filosofía, como pretender que todo militante de un partido socialista o comunista sea un experto en la filosofía de la dialéctica. Sin embargo, incluso sin ser estudioso del marxismo, un proletario que forja sus conocimientos en el vasto campo de la lucha de clases, en la experiencia de la explotación a su fuerza de trabajo, en los vínculos que lo identifican en las mismas necesidades y en los mismos fines que sus camaradas obreros, desarrolla una predisposición no sólo al pensamiento dialéctico, sino también en los conceptos básicos de la economía política.
Preguntémonos: ¿Puede considerarse leído un libro, si no se le ha entendido suficientemente?, ¿verdad que debemos seguirlo releyendo, repasándolo una y tantas veces sea necesario? Desde luego, en el caso de EC esa tarea corre a cargo sólo de los dirigentes marxistas porque ningún obrero por elevada que sea su inteligencia y su convicción clasista podrá abordar ni comprender de buenas a primera una obra no sólo copiosa sino muy densa e innovadora. Es un hecho irrefragable que la mayoría de las personas nacidas después de la tercera década del siglo pasado no ha comprendido a cabalidad la “teoría de la relatividad “de Albert Einstein, ni tampoco han comprendido bien la microbioticidad bacteriana ni la viral. Ella se limita a confiar en sus traductores, Físicos y Médicos, respectivamente, por citar dos buenos ejemplos.
Y en cuanto a “lucha de clases” cabe aquí la siguiente y no menos importante segunda digresión completiva de esta réplica:
Aclaremos de una vez por todas que el concepto de clase sí quedó suficientemente explícito en el Capital, a despecho de algunos Sociólogos y Economistas Vulgares quienes atribuyen mezquindad teórica a Marx sobre este fundamental tema. Efectivamente, Marx reservó las últimas dos cuartillas de EC no solo para definir clara y tajantemente el concepto de clase social, sino también para distinguir allí mismo las infinitas variantes clasistas que derivan de los diferentes oficios y profesiones rentísticos que unen a los correspondientes colegas entre sí.
Para Carlos Marx, las clases sociales se forman a partir de la “identidad” tanto de sus “rentas” percibidas por sus integrantes como de las fuentes de estas. Esa identidad de rentas y de sus correspondientes fuentes convierte a los integrantes de los 3 grupos sociales principales de la saciedad burguesa en: 1.- obreros asalariados que viven de la explotación de su fuerza de trabajo, 2.- capitalistas que explotan su capital, y 3.- terratenientes que explotan su “propiedad territorial”. La primera clase percibe salarios, la segunda, ganancias, y la tercera percibe renta del suelo. Las clases sociales son simplemente conglomerados de personas que perciben un mismo tipo de renta proveniente de una misma fuente de explotación. (Cónfer: EC, Libro Tercero, 2 últimas págs.).
Para el común de los trabajadores, p. los sindicalistas y gobernantes del Estado Burgués, la lucha de clases ha quedado peligrosamente reducida a lucha por mejores condiciones de trabajo, mejores salarios. Pero cualquier lucha obrero-patronal no pasa de ser contradictoriamente una lucha en defensa del capitalismo, a favor de la permanencia de las clases en pugna.
Por el camino de la violencia o camino político, la verdadera lucha de clases sería todo intento por acabar con semejante división social, y de allí la Socialización de los principales medios de producción como prolegómenos hacia la hipotética sociedad comunista libre de clases sociales y del actual Estado Político. Sólo con esta confiscación y socialización de los principales medios de producción se aboliría el salario, la ganancia y la renta del suelo, y con ello desaparecían las respectivas clases erigidas sobre la referida identidad y fuentes de las rentas clasistas burguesas.
Por la vía pacífica o camino estructural, el modo burgués lleva en su seno su propia reemplazo, a diferencia del modo feudal que desgarró sus entrañas y fuera de él surgió el modo burgués, mientras que este modo va engendrando un nuevo modo de vida precomunista o socialista con tan velocidad como su propio desarrollo así lo permita.(Cónfer: Karl Marx, Prólogo de Contribución a la crítica de la Economía Política, Ob. ya citada)
Existe el caso del obrero curtidor alemán Dietzgen Joseph, de quien Engels dice: “Y, cosa notable, esta dialéctica materialista, que era desde hacía varios años nuestro mejor instrumento de trabajo y nuestra arma más afilada, no fue descubierta solamente por nosotros, sino también, independiente de nosotros y hasta independiente del propio Hegel, por un obrero alemán: Joseph Dietzgen”.
Leer “El Capital” no es problemático, lo que sí debe ser una labor compleja es estudiarlo, porque algunos expertos de la economía sostienen que debe tenerse un elevado conocimiento de las matemáticas para poder interpretarlo correctamente.
No lo compartimos pues el nivel matemático que cruza todo EC no pasa de ecuaciones de primer grado y de un datajeestadísitco tabular descriptivo de sencilla lectura. Y no porque Carlos Marx haya adolecido de incapacidad técnica para su matematización sofisticada, ese no es el caso.
Ahora que sesudos y Nobelados matemáticos antimarxistas hayan pretendido una elevada matematización de las variables económicas con la solapada intención de negar la explotación en el modo burgués, y en paralelo reforzar la mentira de un mercado productor de ganancias, eso se explica porque efectivamente es invalorable el auxilio que puede prestar la Matemática a los contables y calculistas de ganancias y medidores de los volúmenes de ofertademanda, a los Contables, pero eso ya sólo sirve a la Crematística y no a la Economía Política. Tal matematización de elevada exigencia profesional puede ser muy útil para el logro de economías de costes, para predicciones mercantiles y para la cuantificación de las ganancias y pérdidas anuales, pero eso no es Matemática para Economistas, sino para los buscadores de dinero.
¡Por cierto!: no lo poseo, ya no tengo tiempo para poseerlo y, en consecuencia, no me voy a engañar ni engañar a nadie diciendo que lo he estudiado o lo voy a estudiar, aunque algunos capítulos no requieren, para su interpretación correcta, de avanzado conocimiento matemático. Lo que sucede, y no sé si esté equivocado o no, “El Capital” es una obra para destacar fundamentalmente la realidad de naciones altamente desarrolladas de capitalismo, porque tengo entendido que sólo pudo escribirlo viviendo en Inglaterra, debido a que allí se encontraban las realidades y los conocimientos más avanzados de la economía de su tiempo. Eso no quiere decir que en lo explicado por Marx no esté reflejada la realidad del mundo subdesarrollado y las verdades irrefutables de la explotación capitalista. Marx daba por seguro que la revolución proletaria se produciría, primero, en los países capitalistas avanzados de Europa y eso facilitaría el triunfo de la revolución en su carácter permanente.
Esto amerita otra versión: En el Prefacio a la Edición Inglesa, Federico Engels cita el aserto de Marx sobre la posibilidad de que en Inglaterra se dé una revolución por medios pacíficos y legales, porque sus mercados ya no daban más, aunque la clase burguesa se encargaría de hacernos ver que los industriales lo habrían decidido como un gesto de generosidad filantrópica. Muy posiblemente serían expropiados, con lo cual y de un tris venderían bien caro sus medios de producción.
Para cuando Marx escribe su obra faltaba mucha tela por cortar. Todavía hoy ni África ni América han logrado capitalizarse totalmente. La Rusia zarista seguía siendo feudal e Inglaterra lejos de acrecentar sus mercados se vio obligada a repartirlos con lo cual reoxigena su modo de vida capitalista. Por lo demás, los pueblos que apenas se inicien en el modo burgués se cargan de esperanzas y hasta tanto no sientan en pelleja propia los males del desarrollo capitalista no estarán dispuesto a ninguna revolución sino al perfeccionamiento y desarrollo del propio modo burgués. http://www.aporrea.org/ideologia/a61030.html
En verdad, es en el campo de la economía donde se encuentra la teoría casi más acabada de Marx (“El capital” es su obra esencial), porque lo más importante de su doctrina, la concepción materialista de la historia, ha contribuido más como un método guía de investigación que permite abrir perspectivas de conocimiento en un mundo donde el capitalismo cierra las puertas del mismo a las grandes mayorías sociales. En una oportunidad, Henry Mayers Hyndman dijo que con solo haber estudiado el primer tomo de “El Capital” le había permitido interpretar correctamente todo el marxismo, y daba por asegurado que en éste no existía ninguna laguna. Engels había dicho que en el primer tomo, con la teoría del valor, quedaba sin solución una cuestión esencial de la economía que sólo se hallaría en el tomo tres. Este, con la solución del problema de la tasa de ganancia como problema esencial de la economía marxista y completando la crítica de Marx al capitalismo, fue publicado en 1894. Lo cierto es que George Barnard Shaw se burló de Hyndman. Sin embargo, en Alemania y otras naciones de Europa fue usado el tomo uno de “El Capital” como un arma de agitación teniendo gran aceptación en el sentimiento del proletariado y de muchos intelectuales que abrazaron la causa del socialismo.
He allí una buena causa de por qué han surgido y fracasado tantos conatos de “socialismo”. El primer Libro de EC no puede dar cuenta todavía de por qué el mercado es y no es fuente de ganancias, de por qué el capitalismo no puede ser abatido pacíficamente hasta tanto la tasa de ganancia no arroje cifras rojas, hecho que ocurre cuando ya no haya diferencias interempresariales en materia de COC. Son necesarios los Libros II y III. Con cada segundo de desempleo de un dólar este se achica. Todos los ahorros deben ser colocados en la banca o en alguna empresa nueva o en funciones so pena de sufrir pérdidas por los llamados “costes de “oportunidad”.
Efectivamente, el mercado es centro de concreción de una ganancia que es el trasunto del plusvalor arrancado fábrica adentro, pero el mercado también permite el arrebatamiento de plusvalor perteneciente a los empresarios de menor Composición Orgánica de Capital (COC) por parte de las empresas más desarrolladas. Como quiera que la explotación del asalariado sigue siendo negada porque no se observa las modalidades abiertas de un esclavitud o de una servidumbre, sino que está abierta la posibilidad de que cualquier trabajador se haga de un capital inicial moderado y termine transformándose de asalariado en explotador de otros, aunque lo haga a pequeña escala. Por eso el mercado pasa a ser fuente de ganancias. Sólo el Libro tercero se encarga de explicar este fenómeno de una ganancia cristalizada en el mercado pero derivada del valor aportado por los asalariados en los centros productivos. De perogrullo, el mercado permite las ganancias pero no las genera, así como el mercado permite la adquisición del pan, pero él no lo produce. (Cónfer Ob. citas arriba.)
Concluimos: Cuando Aristóbulo Istúriz y Carlos Blanco dijeron que para ser marxista había que pasar por El Capital, de Marx, debemos traducirlo diciendo: Sin Carlos Marx no hay “marxismo” ni “socialismo” que sirva al proletariado.
El tercer tomo no cautivó, para su estudio, salvo a unos pocos marxistas y sin su estudio es como imposible entender científicamente la ley que rige la tasa de ganancia; la división de la plusvalía en ganancia, interés y renta; y la aplicación de la ley del valor al campo de la competencia. Eso quiere decir que el tercer tomo de “El Capital” ha sido, en cierta forma, un texto cerrado para la aplastante mayoría de los socialistas. No vayan a creer que esto lo señalo por haber estudiado “El Capital”. No, camaradas, no. Simplemente por haber leído a Rosa Luxemburgo que fue una gran estudiosa de esa obra.
El marxismo es una doctrina para el proletariado y jamás para la burguesía.
No necesariamente, por el contrario, según dijimos arriba la burguesía y sus apologistas han sido los mejores aprovechados lectores de EC. La burguesía sabe autoadoctrinarse interesadamente para su defensa como clase, y por eso alimentan a los falsos socialismos, ls consta n teoría y práctica que los ataques verbales a los capitalistas no atacan el sistema puesto que sólo así se está alagando la vida a un sistema que si siguiera penetrando y concentrando mercados entonces el socialismo sin tropiezo sería parido con un mínimo de dolor.
Bien se sabe que el proletariado, como la clase explotada que produce la riqueza fundamental de la sociedad y, en especial, plusvalía para la burguesía, no posee los recursos económicos necesarios para ponerse a crear cultura y arte propios de clase. Tampoco gozan los proletarios del disfrute de tiempo para convertirse en expertos teóricos o científicos sociales. De tal manera que lo principal es la asimilación correcta de fundamentos del marxismo como una guía para su acción. No debemos olvidar jamás que la práctica es la base de la formación y el desarrollo del conocimiento a todo nivel; la fuente del conocimiento, el criterio de la veracidad de los resultados del proceso de conocer…, como lo sostiene Lenin.
Expliquemos ¿cómo llega un obrero a la concepción marxista sin tener que meterse en el cerebro, de pies a cabeza, todo el amplísimo y complejo contenido científico del marxismo y, especialmente, de El Capital?
El obrero, que antes creía que el capitalista era bueno y generoso porque le había dado trabajo, llega a formarse un juicio singular de la realidad que vive en la empresa o fábrica: el patrón o capitalista es un explotador opresivo de él y sus compañeros obreros de esa fábrica o empresa. De tal manera, que ese obrero, sin la intervención de los intelectuales revolucionarios y sin necesidad de textos doctrinarios o dialécticos, por medio de la lógica llega a la conclusión antes expuesta. Pero ese juicio singular lo aplica a una sola cosa que identifica con un grupo general, con una propiedad general adscrita a algo específico. Tenemos así la expresión más simple del juicio. Y tratando o comenzando a enderezar la carga en el camino, con ese juicio singular se le facilita al obrero en conjunto (obreros o, por lo menos, un grupo de obreros), que siga adquiriendo conocimientos en base a la realidad o experiencia que vive bajo la explotación y la opresión del capitalista.
El obrero (de aquí en adelante entendamos un número indeterminado de proletarios) se da cuenta de la desproporción entre lo que él gana y lo que gana el capitalista y, además, no olvidando que sus necesidades no pueden ser cubiertas o satisfechas con el bajo salario que devenga, solicita reivindicaciones nuevas al capitalista para mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, tanto en lo individual como en lo familiar. El capitalista, maniobrero y astuto, le alega –para rechazarle su justa petición- que las cosas están marchando mal, que la empresa o fábrica no está obteniendo ganancia y que, seguramente, se verá en la obligación de cerrarla por falta de capital para invertir o de mercado para vender sus mercancías. Ese alegato, utilizado por la casi absoluta mayoría de los capitalistas, busca, en primer lugar, que el obrero desista pacífica y conscientemente de su propósito o de su justa reivindicación. El obrero llega a entender que aislado es difícil luchar, que desorganizado son muchas las dificultades para lograr las reivindicaciones planteadas, y llega a una conclusión muy importante que parte desde el cimiento que la aporta el juicio singular: es necesario crear un organismo obrero que defienda sus intereses ante el capitalista, que les dirija su lucha por las reivindicaciones que plantean. De esa manera, nacieron los sindicatos como una expresión plural de organización para luchar por los intereses de los trabajadores en el contexto de la empresa o fábrica capitalistas.
Pero no existe una sola fábrica o empresa de un determinado ramo o rubro de la producción, sino que existen muchas empresas o fábricas que producen determinado bien material o mercancía. De tal manera, camaradas, que el proletario, ya teniendo identificado correctamente que el capitalista es un explotador y enemigo de los obreros, no sólo por la experiencia en su campo de trabajo sino también por la experiencia de su lucha con la cual consigue algunas reivindicaciones y otras no, se percata o adquiere conocimiento que lo que le está sucediendo a él, también le acontece a los obreros de las otras fábricas o empresas del ramo en que trabaja. Observemos, camaradas, que la carga se va enderezando mucho mejor que antes y, ahora, el obrero llega a la conclusión siguiente: todos los capitalistas de empresas o fábricas de una determinada rama de la economía explotan y oprimen a los obreros. De esa manera, camaradas, sin negar que pueda haber habido alguien –por decir un intelectual revolucionario- susurrando al oído del obrero diciéndole algunas verdades sobre su situación de explotado y oprimido fuera de su zona de trabajo, el obrero llega al juicio particular o especial. En esta etapa del conocimiento o de adquisición de conciencia proletaria lo que antes era simple (el capitalista o patrón es enemigo y explotador) se va convirtiendo en una convicción irrefutable para el obrero. Y el juicio particular o especial es aplicable a un grupo de cosas o individuos que poseen las mismas características, por ejemplo, en una ciudad o un campo.
Pero una determinada rama de producción no existe sólo en una ciudad, sino que en un país o nahtml xmlns:v="urn:schemas-microsoft-com:vml" xmlns:o="urn:schemas-microsoft-com:office:office" xmlns:w="urn:schemas-microsoft-com:office:word" xmlns:m="http://schemas.microsoft.com/office/2004/12/omml" xmlns="http://www.w3.org/TR/REC-html40">
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