La expresión más depurada de la diplomacia estadounidense la produjo el ex presidente Teodoro Roosvelt, tan delicado y cuidadoso con sus palabras como otro Teodoro bien conocido en la política venezolana.
Roosvelt, comandante de los Rough Riders, que traduce como Rufianes a Caballo, definió la actitud diplomática gringa en América Latina con el apotegma: “Hable suavemente y cargue un gran garrote”.
Desde entonces esa fue la pauta que siguieron los procónsules del imperio en la región, con el detalle que en algunos casos prescindían de la suavidad.
Como se sabe, la cancillería gringa no se distingue por lograr consensos o negociar tras bastidores, donde la seducción y la persuasión amistosa intervienen por igual. Lo de ellos casi siempre es un intercambio elemental: “Dame, toma los billetes o te zampo un bombazo”. Es decir, el gran garrote, que ahora viene en versión nuclear.
Naturalmente los embajadores de los Estados Unidos no se caracterizan por sus dotes diplomáticas. Durante muchos años pocos fueron profesionales de carrera y en muchos casos el nuevo presidente los designaba para compensar grandes donaciones durante la campaña electoral.
Así fue, por ejemplo, como un tracalero llamado Joseph Kennedy fue a parar en la embajada ante el Reino Unido, donde se destacó por sus declaraciones pro nazis cuando Hitler comenzaba su escalada de agresiones indiscriminadas. De paso hizo pingües negocios exportando whisky durante la “prohibición”.
El nombramiento de un embajador gringo requiere autorización del Congreso, donde lo someten a interrogatorios para garantizar que será suficientemente torpe o prepotente como para meter miedo en el país que lo recibirá.
En muchos casos ocurre que si no se conduce como un troglodita el nombramiento es rechazado por los “halcones” parlamentarios, que privan sobre las “palomas”, o sea los menos guerreristas.
El señor Larry Palmer ya demostró que en caso de venir a Venezuela lo hará para intervenir y boicotear la política interna, con miras a declararnos pro terroristas, narco complacientes y subversivos continentales.
Lo que falta es que ahora venga a aplicarnos el garrote.
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