Nunca antes un galardón de reconocimiento mundial había sido tan cuestionado y prostituido. Exciten Nobel para la Paz, Literatura, el Arte, la Ciencia, etc., más, sin embargo, no existe un Nobel para la estupidez humana. ¿Podría ser que ese Nobel queda implícito entre aquellos que lo reciben y quienes lo aplauden? Digámoslo de otra forma. Si han otorgado “Nobel de la Paz” a criminales como: Roosevelt (EUA), Marshall (EUA), Menajem Beguin (Israel), Gorbachov (Rusia), Shimon Peres (Israel), Isaac Rabin (Israel), Barak Obama (EUA), entre otros, ¿Quien podría darle valor a ese galardón?
La obra de Paúl Tabori (1908-1974), titulada: “La Historia de la Estupidez Humana”, podría ser muy ilustrativa para quienes creen que la estupidez es un problema. Muchas veces -en ocasiones no- los calificativos brindan al leguaje la guía que permite identificar a quienes se esfuerzan por sobresalir en los escenarios públicos. Tabori en su libro cita al doctor Alexander Feldmann, eminente discípulo de Freud, quien sintetizó la definición de estúpido como “una persona ignorante”, y agregó: “con la sabiduría. El sabio (…) es el que conoce las causas de las cosas. El estúpido las ignora”. Estúpido es “El ser humano”,… a quien la naturaleza ha suministrado órganos sanos, y cuyo instrumento raciocinante carece de defectos, a pesar de lo cual no sabe usarlo correctamente. A lo que Tabori agrega: “Desde este punto de vista, la famosa frase de Oscar Wilde conserva su validez: “No hay más pecado que el de estupidez”. Pues la estupidez es, en considerable proporción, el pecado de omisión, la perezosa y a menudo voluntaria negativa a utilizar lo que la Naturaleza nos ha dado, o la tendencia a utilizarlo erróneamente”.
Decir y admitir que el reciente viaje presidencial ha sido un fracaso; que el socialismo no tiene vigencia y que la crisis del capitalismo es pasajera; que la energía nuclear es igual a bomba atómica; que Estados Unidos e Israel son ejemplos de democracia y libertad, etc., etc., etc., podría ser algo más que estupidez; podría ser un caso psiquiátrico.
Paul Tabori dice en la introducción de su libro que “Algunos nacen estúpidos, otros alcanzan el estado de estupidez, y hay individuos a quienes la estupidez se les adhiere. Pero la mayoría son estúpidos no por influencia de sus antepasados o de sus contemporáneos. Es el resultado de un duro esfuerzo personal. Hacen el papel del tonto. En realidad, algunos sobresalen y hacen el tonto cabal y perfecto. Naturalmente, son los últimos en saberlo, y uno se resiste a ponerlos sobre aviso, pues la ignorancia de la estupidez equivale a la bienaventuranza (…) Hay hombres estúpidos que poseen amplios conocimientos; el que conoce las fechas de todas las batallas, o los datos estadísticos de las importaciones y de las exportaciones puede, a pesar de todo, ser un imbécil. Hay hombres discretos cuyos conocimientos son muy limitados. En realidad, la extraordinaria abundancia de conocimientos a menudo disimula la estupidez, mientras que la sabiduría de un individuo puede ser evidente a pesar de su ignorancia... sobre todo si la posición que ocupa en la vida no nos permite exigirle conocimientos ni educación”.
“Pero, ¿podría calificarse de perfecto a un mundo del que la risa estuviera ausente? Quizás la estupidez es necesaria para dar no sólo empleo al autor satírico sino también entretenimiento a dos núcleos minoritarios: 1) los que de veras son discretos, y 2) los que poseen inteligencia suficiente para comprender que son estúpidos”.
El intelectual Christopher Morley dijo en una ocasión “en un mundo perfecto nadie reiría”. Pues, en nuestro imperfecto mundo tenemos muchos motivos para reír por las estupideces de algunos. Pero ¿Qué tienen en común todos los estúpidos? Que todos son de derecha.
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