Un seguimiento a los avances de la Convención Interamericana contra la Corrupción firmada en 1996, puede hacerse bajo dos aspectos: uno positivo los acuerdos firmados y otro negativo ante el aumento del flagelo entre numerosos gobiernos de América Latina. Debemos reconocer que veintiséis países la han firmado y ratificado, pero el problema se agrava no sólo en los países de Latinoamérica sino entre los países denominados desarrollados, sobre todo la corrupción política con el sector empresarial o económico, que sacrifica los intereses colectivos del país. Nos debemos preguntar donde están los poderes judiciales obligados a investigar y sancionar los casos de corrupción.
Entre la ciudadanía hay la sensación de que la justicia ha perdido su capacidad de regulación y de sanción de las prácticas políticas y administrativas. Por otra parte, los sistemas éticos, constituidos fundamentalmente sobre principios y prácticas de acción, están en crisis en las sociedades mundiales, regidas más por los grupos de poder que por los diversos sistemas de derecho y determinadas más por la economía que por la ética. Así, la transparencia se convierte en un mito, porque ni el sector privado ni el financiero son transparentes y sus malas prácticas se transmiten al sector público.
El proceso globalizador ha desarticulado lo colectivo desde una lógica basada en el individualismo a ultranza, lo que muchas veces se traduce en una cultura del éxito personal a cualquier costo, dejándose de lado principios éticos elementales. Los discursos sobre la ética se han ido vaciando de contenido durante mucho tiempo, sobre todos en los partidos políticos que son los que seleccionan los Magistrados y Jueces que conforman el Poder Judicial.
La República Bolivariana de Venezuela se encuentra incursa en ese flagelo desde su independencia, ahora que estamos escogiendo algunos Magistrados para integrar el Tribunal Supremo de Justicia, debemos tener presente la obligación de elegir ciudadanos comprometidos con la erradicación de ese cáncer social, o de lo contrario la corrupción terminará con la esperanza de construir la patria socialista.
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