No deja de llamar la atención el encono con que el régimen ha desplegado la llamada guerra contra el crimen organizado en Michoacán, casualmente la tierra que en mala hora vio nacer al espurio Calderón y en la que perdió la elección para gobernarla en 1999, fecha a partir de la cual la entidad ha sido gobernada por la izquierda. Ahí se estrenó Calderón en su declaración bélica e instauró lo que el común denomina “michoacanazos” consistentes en operativos a la ofensiva que ignoran a la autoridad local democráticamente electa. En uno de tales operativos se detuvo a una veintena de alcaldes y se les recluyó bajo la acusación de mantener vínculos con el crimen organizado, para ser luego exonerados por falta de pruebas, no sin la correspondiente dosis de manipulación mediática que desprestigió brutalmente a los alcaldes, la mayoría de ellos de origen perredista. Así mismo, el encono aplicado contra el cártel de la Familia Michoacana no resiste la comparación con el comportamiento observado con otras organizaciones delictivas. En paralelo, y en ello consiste la comparación con la Hermandad de la Hoja de Inclán, la población sale a las calles a manifestarse contra la presencia de las fuerzas federales y, por consiguiente, en apoyo y simpatía hacia la Familia Michoacana, acusando a las primeras de atropellos y latrocinios atentatorios de las garantías individuales. Me pregunto si no será que, al igual que en la novela decimonónica, el gobierno federal es el enemigo común que identifica a la población con los supuestos criminales. Ahí lo dejo.
El aspecto relativo al abasto de maíz garantizado por la autoridad de los Hermanos de la Hoja de la novela, ejemplifica una de las principales vías de procuración del bien común (ese que con tanto esmero se postulaban los panistas como finalidad de la política) y explica la identificación del pueblo con su gobierno. Traído el ejemplo literario a la actualidad contrasta con la perversa irresponsabilidad del régimen espurio ante el alza de los precios de la tortilla, elemento esencial en la mesa de los mexicanos. Religiosamente apegados al acato de la ley de la oferta y la demanda se limitan a ser simples observadores de su desempeño, disfrazados en una estrategia discursiva contra las tortillerías “hambreadoras del pueblo”, pero sin afectar un ápice a los reales causantes de la especulación y la carestía (entre ellos Maseca, Cargil y las transnacionales que reemplazaron a la CONASUPO) ni tampoco aplicar las medidas que la ley permite (y, por tanto, obliga) para garantizar el derecho de la mayoría a la alimentación. También me pregunto si no será por ello que la gente identifica al gobierno como su enemigo. Igualmente, ahí lo dejo.
Para el que esto escribe, los dos temas configuran una fotografía de la realidad imperante en el México de hoy, como parte de una película completa cargada de los mismos tonos y modalidades. Su comparación con la novela de Inclán establece un marco de referencia utópico. Su análisis refrenda la convicción de la brutal inoperancia del modelo neoliberal asumido por el régimen y confirma su carácter criminal, así como también contribuye a la sospecha fundada respecto de la verdadera intencionalidad de la guerra emprendida por Calderón contra el crimen organizado, cuyo real resultado no es otro que el terror en la sociedad y su consiguiente desmovilización.
Acierta el Proyecto Alternativo de Nación propuesto por el movimiento que encabeza López Obrador, al identificar a la seguridad y la soberanía alimentaria como una prioridad de gobierno y de asumir con claridad el costo político que representará su aplicación, principalmente por la afectación que implicará para los intereses de la mafia de los privilegiados, verdaderos causantes de la miseria imperante. Pero como el vulgo es necio, diría Lope de Vega, habrá que intensificar el esfuerzo de educación para que asuma la realidad y se sume a la acción consecuente.