Cuando se habla de
esa guerra civil, al ser ella esos años el acontecimiento que acaparaba
la pasión y atención de todo el mundo; allí se libró una
batalla contra el fascismo agresor y expansionista de Hitler y Mussolini.
Para Stalin el Comunismo sólo era la U.R.S.S., sólo hay un enemigo
el Capitalismo. El fascismo es el nombre de una fracción del Capitalismo
una de sus formas ¿Cuál es la estrategia más eficiente y genial tanto
en la Revolución como en la guerra? La gran estrategia, la de Stalin,
es la que logra derrotar al enemigo sin derramar una sola gota de sangre
soviética. ¿Quién moría allí?... No digan que morían leales o
rebeldes. Sólo morían españoles. ¿Esa guerra no sólo tenía como
fin que los españoles se mataran entre sí? No, había otro fin allí
para Stalin, un fin internacional, un fin universal.
Sabemos quien fue y
quien es España. Ella llego a ser el primero y más grande Imperio
moderno. Esto ya es algo extraordinario en un pueblo. Si al Imperio
Español se le quiere hallar el más exacto paralelo solo puede señalarse
la U.R.S.S.; aunque la Historia lo define como lo más opuesto. Por
eso mismo, lo diametralmente opuesto resulta ser igual, pero a la inversa.
Si España en vez de servir al Cristianismo, se sirve del Comunismo,
su Imperio, que casi llegó a ser universal, hubiera sido planetario
y eterno.
España tuvo fuerza
para descubrir y dominar casi toda la tierra conocida; pero el Cristianismo
engendró una dualidad de poder… Quien se rebelaba contra
el rey, hombre, mujer o pueblo, aunque hubiera sido cristianizado por
ella, seguía siendo cristiano. Y esto le fue fatal. ¡Ah si el rey
español hubiera sido a la vez Sumo Pontífice de la Iglesia Católica!...
Hubiera sido un César divino, un Alejandro, un Nerón. Pero eso se
lo impedía su propia fe, su Cristianismo. De ahí que con el Comunismo,
negador racional de todo lo religioso, no puede haber dualidad, y quien
contra él se rebele dejará de ser comunista, por muy ortodoxo que
sea.
Lo cristiano, en su
más potente proyección, en el Cristianismo uno y, por tanto, universal
y católico, ha sido el factor decisivo en la formación nacional e
individual de lo español. Es una realidad lamentable, pero con la cual
hay que contar. Lo cristiano es como sabemos, lo más difícil de extirpar,
esa formación cristiana produce un raro tipo de individuo. Aun rompiendo
él con la religión, tiene reacciones muy extrañas. Esa su cara libertad
individual frente al Estado, aun degenerada o transformada, produjo
en España un efecto único en el mundo.
El hecho nos habrá
inducido a creer que no había comunistas en España. Pues hemos de
saber que España era el país que tenía más comunistas organizados
en el mundo. En absoluto más que ningún otro país donde no haya Estado
comunista; más que la U.R.S.S., muchos más, en proporción a su población
claro está, un Comunismo absurdo; el comunismo anarquista o “comunismo
libertario”. No es una creación española, era genuinamente rusa.
Su apóstol y jefe, llamémosle jefe aunque al jefe lo negaban, fue
aquel hombre fabuloso que se llamó Bakunin, el que se atrevió a enfrentarse
con Marx. Tolstoi, Koprotkin, Netschaiev y toda esa humareda de anarquistas
y nihilistas moscovitas, fracasados allí, fracasados por carecer de
masas y de organización, tenían en España más de un millón y medio
de seguidores en la más potente organización obrera.
Esta dualidad intrínseca
del Imperio Español sirvió a naciones y enemigos más débiles para
lograr su destrucción. El Cristianismo era el vínculo real del Imperio
Español. En el momento que subsistía él a través de otro poder,
el poder Papal, fue fácil romper el débil vínculo político. Quedaba
ya sólo por resolver la cuestión de tipo bélico. No fue fácil, porque
por testimonios de Aristóteles hasta Napoleón, pasando por Federico
y Wellington, se sabe que el español es un gran guerrero. No es casualidad
que haya huesos españoles en todos los meridianos del planeta. El español
es un mal soldado, va llorando al cuartel, pero es un guerrero estupendo,
va cantando y riendo a la guerra. Y siendo así el español, hubo necesidad
de inventar una nueva estrategia para batirle. La estrategia que aludimos
fue ya empleada contra el Imperio Español y contra la misma España.
Los españoles llevaban ya más de dos siglos guerreando entre sí,
es decir, derrotándose a sí mismos.
¿Por qué y para quién?
Por y para el extranjero. Toda guerra civil, colonial o de metrópoli,
cualquiera que sea el resultado, es una victoria de la nación rival.
La permanente y total: Inglaterra. Inglaterra también tuvo a su servicio
una Komintern, mejor dicho, dos. La Masonería y la Internacional de
la Finanza. Entre ambas, por conspiración y corrupción, en alianza
con la congénita estupidez política del españolo, el hacer que España
se derrotase a sí misma no fue hazaña extraordinaria. Veamos, en un
siglo apenas, han sufrido cinco guerras civiles y revoluciones y golpes
de estado casi cien; salpicados por una guerra internacional suicida
y otras tres coloniales, la última de las cuales les duró, por traiciones
interiores y exteriores, veinte años.
Cuando en España seguían
su maniobra secular las naciones imperialistas burguesas; no satisfechas
con tenerla ya dividida en tres, intentaron partirla en cinco. España,
una; Portugal, dos; Gibraltar, tres; iban a separarse dos partes más,
la República de Cataluña y la República de Euskadi o Vasca; estas
dos últimas, con su correspondiente irredentismo en Francia. Pues tal
fue la propicia situación que le fue dada a Stalin. Como era natural,
este nuevo intento de nueva secesión provocó una reacción patriótico-militar.
En sí, todo aquello importaba muy poco al Kremlin. En España, vio
Stalin, con una visión que lo acreditaba como el mejor genio de la
Era, la solución de su doble problema, el interior y el exterior. Para
lograr la doble solución bastaba con provocar la guerra civil en España.
Provocar esa guerra
en función de transformar el peligro potencial fascista en un peligro,
sería tanto como hacerle al Capitalismo luchar contra sí mismo.
Si revisamos la Historia de esos días, tenemos la oportunidad de constatar,
la tensión entre Inglaterra, Francia y Alemania e Italia era enorme,
la guerra entre las cuatro podía estallar en cualquier momento. Uno
de los axiomas seculares de la política internacional británica es
hacer la guerra si una primera potencia continental domina las márgenes
del Estrecho de Gibraltar; como es natural, tenían sobradas razones
para ser fieles a tal axioma desde Pitt a Chamberlain. No era España
quien se hallaba en el Estrecho, eran Alemania e Italia; no una primera
potencia, sino dos.
La reacción patriótico-militar,
existía; bastaba provocar a los kornilovianos españoles para que estallase
la guerra civil: días antes, el jefe político español del partido
más importante del Frente Popular, que llegó a ser primer ministro,
declaró la guerra a Italia y Alemania desde Londres. Esta declaración
se tomaría aquel día como una quijotada. No lo era, aunque también
lo creyera el mismo que hizo la declaración. Fue inspirada por dos
hombres de Stalin, insertados en su partido e íntimos del líder socialista,
a quien halagaban llamándole el “Lenin español”, aunque sólo
era un imbécil masón, con un cerebro relleno de cemento, residuos
de su antigua profesión. Hecha la declaración de guerra a las naciones
fascistas, a los tres o cuatro días Stalin hizo la provocación.
Una célula de la policía
militar soviética entró en la casa donde vivía el jefe de la
oposición y se lo llevaron, a la mañana siguiente lo hallaron con
un tiro en la nuca. En realidad, los militares kornilovianos españoles
habían encajado muchas provocaciones; pero ésta los lanzó; aquella
noche soñaron muchos generales y jefes españoles con que llegaba una
sección de la milicia policíaca y que aparecerían al siguiente día
con un balazo en la nuca. A los cinco o seis días, se sublevaron las
tres cuartas partes de los militares.
Francia, por afinidad
de Frente Popular, suministró armamento al Gobierno legal. Alemania
e Italia, no mucho después, ayudaron a los rebeldes, como era natural.
Era natural que ayudasen al enemigo de su enemigo. Stalin lo tenía
previsto, y no falló su previsión. He ahí como Stalin colocó, no
a una primera potencia, sino a dos, en ambas márgenes del Estrecho
de Gibraltar, y se producía el secular casus belli británico. Sólo
le restaba esperar a Stalin el estallido de la guerra mundial, premisa
infalible de nuevo avance o de triunfo total de la Revolución. Por
ello mantenía el equilibrio entre ambos bandos, dosificando su ayuda
y tomando el mando directo del Ejército y del Estado legal, porque
en tanto esa guerra durase subsistía la posibilidad de transformarla
en europea y universal.
Hemos visto ya la corrección
del plan en lo internacional, ¿pero y en el problema interior de la
U.R.S.S.? La tensión provocada por la guerra española entre las naciones
enemigas, demócratas y fascistas, permitió a Stalin empezar a liquidar
físicamente a la Oposición. No podemos olvidar, la conexión del trotskismo
con las naciones democráticas y la Finanza. Por eso debemos meditar
en la coincidencia de que sólo cuando estalla esa guerra Stalin puede
fusilar a los primeros trotskistas, Zinoviev, Kamenev y compañía,
y eso que el motivo incidental, el asesinato de Kírov, databa de dos
años. La guerra estalla sobre el 20 de julio, y los fusilamientos son
un mes después, allá por el 20 de agosto. A medida que la tensión
por España crecía y todas las naciones enemigas se hallaban obsesionadas
por la guerra, y sin poder reaccionar, también la depuración crecía;
aunque no estallaba la guerra internacional, ya valía el que se matasen
un millón de españoles, para que él pudiese asegurar la retaguardia
de la U.R.S.S.
Desde luego, la eliminación de España como factor militar en la guerra europea que habría de estallar en los meses próximos era cosa hecha. Las bajas definitivas españolas en el frente fueron tremendas; pero las mayores bajas se producían en ambas retaguardias. La depuración republicana y fascista era algo muy serio; naturalmente, los hombres de Stalin las fomentaron en todo lo posible. En la opción de un aliado vivo o muerto, lo preferían muerto. No querían aliados, quería repúblicas integradas a la U.R.S.S.
¡Viva la República
Española!
Cierta vez dijo Nietzsche,
en contradicción con Hegel, que los españoles “eran absurdos”
y, sin embargo, reales.
Esta verdad evidente la ignoran casi todas las naciones burguesas, porque su imperialismo es un dictado económico, no estratégico. Y su absoluta realidad es evidente; Inglaterra y Estados Unidos no tienen escuadra porque tienen colonias, sino que tienen colonias porque tienen escuadra. Para ellos, por ser superiores en el mar, juega en su favor la economía y la demografía colonial.
manueltaibo@cantv.net
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria Socialista o Muerte ¡Venceremos!