Túnez: Los relojes rotos de la Casbah

Nuestra llegada a Túnez coincide con una aparente nueva etapa en el proceso revolucionario abierto hace ya más de dos meses. El presidente Mebazaa acaba de anunciar la convocatoria de elecciones para una Asamblea Constituyente el 24 de julio, además de aceptar gran parte de las reivindicaciones del movimiento popular. El mismo movimiento que hace menos de una semana hizo caer al primer ministro Mohammed Ghannouchi, al precio de siete nuevos muertos y centenares de heridos y represaliados, demostrando una vez más que las victorias no se regalan, sino que las conquista el pueblo. El mismo que ocupando la Casbah durante los últimos once días ha hecho de esta plaza un símbolo de la revolución popular en marcha. Un espacio autogestionado y asambleario que reunía a cientos de personas llegadas de las zonas más castigadas del país, muchas de ellas vinculadas a partidos de la izquierda y movimientos sociales. Centro neurálgico de las grandes movilizaciones que han recorrido la capital tunecina, que contaba con su propio centro de información, puesto médico y logístico que proveía de comida, seguridad y mantas a sus ocupantes.

Junto a Santiago Alba Rico y Lucía recorremos la Casbah el día en que se disolvió la ocupación por decisión de sus propios miembros. Una retirada provisional, motivada por una victoria pero vigilante ante los próximos pasos del gobierno y dispuesta a retomar la ocupación si éstos no se corresponden con las reivindicaciones del pueblo en lucha.

Aunque en pleno proceso de desmantelamiento, un paseo por la Casbah demuestra la fuerza y la ilusión que los procesos de cambio generan en la gente, como si les devolvieran a la vida hasta entonces negada. Decenas de personas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, forman corros y discuten acaloradamente, todos hablan de política, de la revolución, de las últimas noticias, se fotografían con las pintadas que decoran los muros o con el grupo de soldados que aún permanecen en la plaza, te interpelan para compartir sus exigencias, sus experiencias o simplemente para charlar. Repitiendo a cada momento la palabra karama: dignidad, una dignidad arrebatada durante tanto tiempo y que ahora, una vez recuperada, es uno de los tesoros más preciados de la revolución (zaura). Recuperarando tantos años de silencio, en una especie de revuelta contra el “tiempo”: el tiempo de Ben Ali murió y llegó al fin el del pueblo, que se condensa y cobra un ritmo propio, sin rutinas, que los relojes no pueden medir.
Resulta curiosa la iconografía revolucionaria que adorna las paredes de la Casbah, bautizada como Plaza de la Revolución: el retrato del Che resurge en múltiples murales, así como numerosos eslóganes reminiscencia del 68 (“seamos realistas: pidamos lo imposible”). Consignas que se tornan en una realidad que se palpa, se huele, se escucha en la calle. Un estado de ánimo, un horizonte por el que merece la pena luchar.

Según nos comenta Santi, una de las primeras consecuencias, efímera en este caso, de la revolución fue una especie de efecto mágico sobre la conducción. Imbuidos por los efectos emocionales y el sentido de responsabilidad histórica de la revolución en marcha, por primera vez se respetaron las normas de circulación y quedó de facto anulado el 'antiguo régimen' de caótico tráfico capitalino. Una victoria que ningún policía de la dictadura había conseguido.

Del centro de la ciudad partimos a unos de los barrios más castigados de la periferia, El Mourouj, para reunirnos con un joven que ha participado activamente en el proceso revolucionario, tanto desde el campamento de la Casbah como desde la autoorganización de los consejos de defensa de la revolución en su propio barrio. Mahmid es un ejemplo de los miles de jóvenes parados que se rebelaron contra la dictadura de Ben Ali y lideraron la autogestión de sus barrios, tomando en apenas dos meses una conciencia que desborda a la de muchos revolucionarios.

En la última planta aún sin terminar de su casa, con música rap de fondo y la bandera de uno de los equipos locales de fútbol, Mahmid nos cuenta cómo las y los vecinos asumieron las tareas de autogobierno frente a elementos contrarrevolucionarios puestos en juego por el ya casi derrotado régimen de Ben Ali. Como él mismo afirma, esta revolución no sólo se ha hecho para derrocar al dictador, sino para “cambiar las cosas de verdad. No queremos una democracia como la vuestra. Si estábamos contra Ghannouchi no es sólo porque formase parte del antiguo régimen, sino también porque continuaba con las políticas de privatizaciones de Ben Ali”. Más determinante aún, no duda en defender que “esta revolución es contra el capitalismo”.

Lo más interesante de nuestra conversación con Mahdi, más allá de compartir sus propias experiencias durante este proceso, es comprobar cómo en los momentos revolucionarios, cuando las masas irrumpen en la escena pública para hacer política, los cálculos y los tiempos se rompen, el pragmatismo se ve desbordado y lo que hasta hace unos meses era imposible, ahora no sólo es posible, sino que se vuelve realidad.

Viento Sur
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Delegación de Izquierda Anticapitalista desde Túnez

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