Jueves 12 de abril de 2012
La jornada de huelga del 29-M fue, de acuerdo a los datos, un éxito: más de diez millones de asalariadas y asalariados secundaron la huelga y al menos 1,5 millones de personas recorrieron las calles de ciudades y pueblos de todo el Estado, en las más de cien convocatorias de manifestación. Miles de estudiantes se sumaron a las protestas, y la convocatoria encontró apoyo y simpatía entre quienes “no computan” (amas de casa, parados y paradas,…) y entre el amplio sector de personas con trabajo precario. Este sector sufrió especialmente la acción de los piquetes empresariales y de la presión patronal encaminada a impedir que ejercieran su derecho a la huelga que, en algunos casos, consiguieron su objetivo, aunque sin poder contener la expresión de rechazo en la calle.
La jornada, además, ha sido “vivida” también como un éxito por las gentes de abajo, lo cual es particularmente importante. La presión patronal y mediática no logró impedir el triunfo de la huelga, la reforma laboral quedó deslegitimada para la mayoría social en las calles y empresas de todo el país.
La Huelga −a pesar de haber atravesado todos los sectores económicos y territorios− ha tenido mayor incidencia en la industria que en los servicios y ha sido más contundente en la cornisa cantábrica que en el resto de territorios. Pero aunque no se la puede considerar Huelga General ciudadana como la del 14D su legitimidad social no puede ponerse en duda, como demuestra la participación masiva en las manifestaciones. La masividad de las manifestaciones fue uno de los rasgos más destacados de la Huelga y muestra la adhesión activa a la convocatoria, las ganas de lucha existentes entre amplios sectores sociales y, también, la importancia estratégica de reforzar la dimensión ciudadana y territorial de la HG para que sea lo más inclusiva posible y abarque a parados, precarios/as, inmigrantes, amas de casa, trabajadores/as de pequeñas empresas...
El gobierno y la patronal han acusado el golpe, reconociendo implícitamente el éxito de la convocatoria, −“hay que pasar página“, decía el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) la misma noche del 29-M−, a pesar de que ésta no haya sido suficientemente fuerte como para hacerles ceder. El gobierno de Rajoy, sometido al tándem Merkel-Sarkozy, se juega demasiado como para retroceder ante el primer envite. Necesita mostrar firmeza para mantener la credibilidad ante el “gobierno de los mercados“ y poder así continuar con su política de recortes sociales y de derechos. Botón de muestra, los presupuestos de 2012, que contemplan recortes del gasto sin precedentes en la UE que ponen en riesgo la prestación de servicios básicos en la sanidad, la educación y la atención a la dependencia entre otros.
Es necesario ahora continuar la movilización, mantener la presión sobre el gobierno y la patronal, hasta hacerla insoportable, y exigir al gobierno la retirada incondicional y completa del anteproyecto de ley. Sería un fraude para los y las millones de huelguistas que las direcciones de CC.OO y UGT mantuvieran su orientación de reformar la reforma laboral, mediante la inclusión en la misma de algunos aspectos del fracasado acuerdo sobre Negociación Colectiva (ANNC II).
La retirada de la ley, por el contrario, podría ser la base para un amplio acuerdo sindical de unidad de acción para continuar la lucha contra la reforma y los recortes. Este acuerdo debe incluir tanto a los sindicatos mayoritarios a escala estatal (CC.OO y UGT), como a la mayoría sindical vasca (ELA-LAB), a la CIG gallega y a las organizaciones del sindicalismo alternativo como CGT, Confederación Intersindical, IAC, Intersindical Valenciana, SAT-SOC, CSI-Asturias, Co.Bas, CNT y otras. Tal acuerdo debería incluir también a los movimientos sociales y políticos de la izquierda. Esta plataforma amplia debería diseñar un calendario o plan conjunto de movilizaciones, sostenidas en el tiempo, cuyo objetivo fuera el de generar una corriente de lucha capaz de arrastrar a los sectores más indecisos, escépticos y aún inmóviles de la clase trabajadora y permitir la recuperación de la confianza de la clase en su fuerza.
Un plan semejante podría basarse en movilizaciones escalonadas en los sectores estratégicos de la producción y de los servicios: transporte, energía, comunicaciones, sector público... incluyendo huelgas rotativas en éstos y también huelgas por territorios. Contemplaría también movilizaciones y acciones ciudadanas, por ejemplo la ocupación de sedes patronales y edificios públicos. Daría protagonismo a los diferentes actores sociales interesados en echar abajo la reforma laboral y frenar los recortes y serviría para reforzar la conciencia y la capacidad de resistencia de quienes han sido protagonistas el 29-M. Finalmente, el plan de acción se debería fijar como objetivo hacer posible la convocatoria de una nueva Huelga General cuya potencia fuera sensiblemente mayor que la de la pasada del 29M.
12 de abril de 2012