Muchos, en un mundo u otro, son una vaina. No se les agua el ojo en buscar siempre los puntos más distantes a lo que digan o piensen los demás. Incluso hay quienes son afanosos en aquello de “di tú primero para llevarte la contraria”. Pero no les es suficiente hacerlo, sino que buscan colocarse más allá de más nunca, en donde se devuelven los recuerdos viejos.
Esta mañana, una joven de muy bello rostro, y en apariencia apacible, por lo que sería un doble crimen obligarla a llevar un burka, en televisión, Telesur o un canal del Estado, hablaba sobre asunto que se viene discutiendo en Francia desde tiempo atrás, como es la prohibición del uso de prenda musulmana. Se trata de un velo, de uso común entre mujeres, sobretodo de Afganistán, que apenas deja una discreta abertura a los ojos. Según dicen, tiene orígenes religiosos. Pero no cuesta mucho pensar que en toda esa cobertura, el velo y sus orígenes “muy terrenales ellos”, hay algo que no justifica ponerse en lado extremo. Sobre todo porque la obligación de llevar aquel velo que, a quien le lleva hace extraña y enigmática, pesa exclusivamente sobre la mujer. Los meros machos, aún siendo musulmanes, quienes suelen ser muy vivos y avispados, andan con su cara bien pelada. El machismo es un mal repartido por el mundo; quizás nosotros no seamos los más contaminados.
Meses atrás tocamos este tema. Pues es ya viejo en la mortificada vida política de Sarkozy, a quien los neofascistas de Jean Pierre Le Penn y su hija, ya no le pisan los talones, sino que le dieron la espalda.
Jugando al chovinismo francés y de Europa toda, a la vuelta del ultranacionalismo fascista, Sarkozy la tomó desde tiempo atrás con el velo musulmán y luego remató con Gadafi.
Uno y otro gesto, el de prohibir el burka y la agresión a Libia, por asuntos que sólo conciernen a sus nacionales, son condenables. Pero también tristes, porque desdicen de la tradición francesa y su historia revolucionaria.
Pero el caso es que la joven que de la prohibición del burka hablaba, con su cara tan bella, hizo como los recalcitrantes que siempre se desvelan porque aman estar en otro polo. Poco le faltó para cometer el desafuero de ponerse uno de esos velos y privarnos de su rostro encantador.
Condenó a Sarkozy y la mentalidad francesa favorable a esa prohibición arbitraria. Lo que muy bien está, tanto es así en el parecer nuestro, que le apoyamos.
Pero lo de los “benditos” velos tiene otra arista. En muchas partes, más que en este país, donde con sobrada razón nos partimos el pecho por defender los derechos de la mujer y sobre todo el de vivir libre de abusos, éstos no se les respeta y, fundados en machismos que se cubren con una suerte de velo religioso, le imponen cosas que a la inteligencia parecen ofensivas.
¿Todas las mujeres del mundo musulmán, aquél donde se usa el burka, le llevan complacientes y gozosas? ¿No habrá entre ellas quiénes quieran lucir sus bellos rostros, tal como la joven que apareció en televisión hablando del asunto?
En la “Villa del señor” hay de todo. No es nada descabellado pensar, que por asunto de cualquier naturaleza, haya mujeres, en el área donde se impone el burka “por motivos religiosos”, que prefieran darle la cara al mundo y mostrar sus rostros, el cual, según dicen, es el espejo del alma.
Por estas cosas, lo sensato es condenar a Sarkozy, cuando promueve prohibir el uso de la prenda en Francia. Pero también a quienes en su espacio obligan a la mujer, por serlo, a llevarla contra su decidida voluntad. En ambos casos se violan derechos humanos.
¡Cuidado con aparecer rompiendo lanzas a favor de la legalidad de la poligamia sólo por llevarle la contraria a la hipocresía del oficialismo gringo, francés, español y sus panas!
En esta lucha entre el mundo musulmán, el cual no nos es sencillo y en nada despreciable diferente al nuestro, e intereses y cultura europea y gringa, no estamos obligados a tomar partido como si todo lo compartiésemos. Estamos por defender el derecho de los pueblos musulmanes y los del mundo todo. Ello implica abrazar la religión que les parezca, organizar sus asuntos como les venga en gana o les convenga y otras cuantas cosas más, sin que nadie de fuera siquiera intente torcerles la voluntad.
Pero eso no nos obliga a asumirnos como si fuésemos ellos. La mujer tiene el derecho a ser como bien le parezca siempre que viva en concordancia con el colectivo. A usar burka si le gusta y quiere en donde sea que se encuentre. Que a nadie, por razones de cualquier naturaleza, se le obligue a hacer algo, como llevar un burka o no llevarlo.
Ante cada conflicto solemos confundirnos y hacemos concesiones excesivas. Con los principios no se juega. Nada de sacar con pinzas.
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