Hasta el día
de hoy se ha escrito mucho sobre la famosa guerra de cuarta generación
o guerra mediática diseñada por el imperialismo, y ajustada en sus
laboratorios de acuerdo a las particularidades que cada país. El imperialismo
sabe que para el mantenimiento de su hegemonía y control sobre los
pueblos, y dominar a sus victimas, la manipulación psicológica, el
miedo y la transculturalización cumplen un rol fundamental. La manipulación
mediática o, mejor dicho, la contaminación mediática de los pueblos
(tanto de los agresores, como de los agredidos) contribuye a minimizar
las perdidas políticas y a ganar voluntades en pro de los siempre ocultos
intereses y fines económicos de las transnacionales beneficiadas. Y
es así como en la actual guerra contra un supuesto “terrorismo”,
o contra un “déspota que asesina a su pueblo”; o las “intervenciones
humanitarias, etc., sirven al imperialismo para disfrazar sus verdaderos
intereses y objetivos “benévolos” que buscan instaurar en el mundo
su tan prostituta “democracia” y “libertades”. Si, la democracia
de la burguesía (parasita o monopólica) y la libertad de esta para
que sus transnacionales roben y asesinen a todos los pueblos del mundo
sin barreras alguna que lo impida. Antes de que los misiles denominados
“inteligentes” -pero maniobrados por idiotas-, y que contienen uranio
empobrecido, caigan sobre los pueblos, y que las bombas de racimo o
de fósforo blanco sean arrojadas indiscriminadamente sobre todos, y
todas; antes de que esas armas hayan provocado sus primeras victimas
civiles y militares, ya las transnacionales de la información tuvieron
que haber matado la verdad.
Por ello decidí
viajar a Túnez y Libia, arriesgando mi propio pellejo, para hurgar
en sus realidades, palpar y encontrar la verdad sin que nadie me lo
cuente. Las vicisitudes por las que hoy atraviesan esos pueblos hermanos
deben y tienen que sentirla en carne propia los investigadores y comentaristas
antes de emitir su opinión. Naturalmente, la experiencia propia también
permite moldear un criterio propio y mucho más amplio. El estudio presencial
de esas realidades permite enriquecer el análisis y facilitar la comprensión
de mis lectores. Como investigador siento el deber moral y ético de
obtener, en lo posible, las informaciones de fuentes serias y de primera
mano. Nada puede ser más enriquecedor que interactuar directamente
con las personas afectadas y que forman parte de esos pueblos árabes;
los que viven el día a día y sienten con mucho dolor y pesar los hechos
que los afectan. Compartir sus alegrías y el dolor, en otros casos,
entrever la determinación de los que luchan y piensan morir por lo
que creen, hace sentir a uno reconfortado y parte de ellos.
En búsqueda
de esa experiencia que brinda la vivencia propia, pero también con
el deseo de sensibilizarme aun más con los problemas que hoy aquejan
a los pueblos árabes, llegue a Túnez el día 6 de mayo de 2011 y desde
entonces he iniciado un recorrido desde ese país hasta llegar a Libia,
el que he planeado terminar el día 24 del presente mes.
Es sabido que
los pueblos árabes no han tenido un siglo de paz. Todos los imperios
han tenido que ver con sus tierras. En principio por su ubicación geopolítica
(el Medio Oriente entre Europa y Asia) y el espació geo-económico
que ha distinguido a esas tierras árabes.
Las políticas
y crímenes del imperialismo hoy, o mejor dicho, la “ética y moral”
que caracteriza al imperialismo hoy se diferencian poco de la que caracterizaba
a los imperios de la antigüedad. El dominio de la ciencia y la tecnología
contemporánea lo ha hecho más letal. Mientras que en la antigüedad
los objetivos de todos los imperios (el romano, persa, mongol, otomano,
etc.) centraron sus políticas y objetivo por el dominio de los territorios
árabes en razón de su expansionismo y el control de la famosa “rutas
de la seda” y de productos elaborados y llevados a Europa desde el
Asia oriental (particularmente desde China a Europa) que era controlado
por los mercaderes árabes. Hoy los objetivos del imperio norteamericano
en esos territorios se circunscriben en el control de su mercado (el
neocolonialismo) y la confiscación de las inmensas riquezas petroleras
que yacen bajo los desiertos árabes.
Para analizar
con seriedad y comprender en profundidad los conflictos del mundo árabe
que hoy tanto resaltan las transnacionales de la información de una
manera muy tergiversada, es necesario remitirse a su historia para así
conocer las claves del presente. Pero también es necesario divisar
y conocer la relación que guardan los conflictos árabes con la crisis
económica-sistémica que afronta el imperialismo hoy. Sólo así podríamos
entender el por qué de la agresión y desespero de Occidente por intrometerse
en los asuntos internos de los países árabe hasta llegar a declarar
la guerra, bajo falsos justificativos, sin antes hacer uso de los mecanismos
diplomáticos para la resolución de los conflictos internos, tal como
establece la propia Carta Democrática de Naciones Unidas. Comprendiendo
el fondo de los conflictos, quizás muchos se llevarían una gran sorpresa
al descubrir los intereses ocultos tras el fariseo apoyo que presta
el imperialismo a algunas rebeliones (como en Libia y Siria) y el silencio
de este frente a otros tiranos que continúan asesinando a su pueblo
(como en Yemen, Qatar, Baherem, Marruecos, Jordania, entre otros).
Aunque algunos
sean victimas de la hábil manipulación mediática (matriz de opinión)
de las transnacionales privadas de la información –es el caso del
infame canal de noticias árabe Al-Jazzera- y en las interesadas apreciaciones
superficiales que hacen varias mentes tarifadas, que tratan de signar
los acontecimientos en Túnez y Libia como “hechos aislados y propiamente
internos”, no los hace exento de culpas. La ignorancia debe ser tipificada
como delito para el opinador de oficio y sin oficio. Estos olvidan que
el capitalismo hoy atraviesa por una de sus crisis más agudas que haya
experimentado en su corta historia. Una crisis estructural, o mejor
dicho sistémica -como muchos prefieren llamarla-, que necesariamente,
y sin quererlo, promueve las rebeliones populares en la periferia capitalista
–en el eslabón más débil de la cadena, como decía Lenin- que también
se expresa en la pérdida de su hegemonía mundial. El imperialismo
busca reimplantar su agobiada hegemonía y para ello se vale de todo.
Los últimos
sucesos acaecidos en Túnez y Libia también guardan realidades muy
diferentes, pero en el fondo comparten mucho más que fronteras y un
mismo pueblo. Aunque la estupidez de algunas mentes tarifadas pretenda
magnificar las diferencias que caracterizan las realidades de ambos
pueblos, el conflicto que actualmente los envuelve a ambos tiene un
denominador común: el imperialismo en decadencia.
De
Túnez rebelde
Es arto conocido
que el valiente pueblo de Túnez logró en pocos días destronar a una
de las más corruptas y sanguinarias tiranías apoyadas por Occidente.
El déspota, Zein El Abdine Ben Ali, quien había mantenido al pueblo
tunecino subyugado por más de 23 años en la más cruel dictadura,
luego del golpe militar organizado por este contra el líder nacionalista
Habib Bourguiba, no pudo resistir a la rebeldía de su pueblo. El robo
de los fondos públicos por los familiares y allegados del dictador,
la tortura y desapariciones de los disidentes políticos, la cruel represión
y el hambre han sido los males que han tenido que soportar el pueblo
tunecino por muchos años.
La chispa que
prendió la pradera, o más bien, los bastos olivos del desierto y las
montañas de Túnez fue el sacrificio de un joven profesional desempleado,
de nombre Mohamed Abouzizi, quien ante su impotencia al ver como le
era decomisada toda su mercancía de hortalizas que disponía en el
mercado popular, decidió prenderse fuego, y sin saberlo, con su sacrificio
incendiaba, también, los corazones de la juventud árabe tunecina y
de las juventudes otros países de la región. El mártir Abouzizi
no fue un fundamentalista chiflado que llegó al sacrificio por un problema
individual, no, él sabía que la mayor parte de su pueblo padecía
de sus mismos problemas, que muchos jóvenes profesionales, como el,
no pueden siquiera imaginar encontrar en el mercado laborar capitalista
un trabajo digno. Mohamed Abouazizi se inmoló creyendo que lograría
levantar a su pueblo, pero nunca imaginó en vida que su muerte lograría
deponer a Ben Ali y trascender sus fronteras.
Túnez es un
país de cerca de 10 millones de habitantes pero casi completamente
dependiente del turismo. El poeta sirio Nizar Kabbani, entre otros,
la llamó “Túnez Al Ahdar” (Túnez la verde) en medio del desierto.
El pueblo tunecino ser caracteriza por su nobleza y espíritu de trabajo.
Cada pedazo de tierra en ese país, incluso hasta el desierto, es aprovechado
para la siembra de olivares y otros alimentos y frutas. A pesar de ello,
la pobreza en Túnez es inmensa. El corrupto dictador Ben Ali se había
entregado al neoliberalismo. Las condiciones subjetivas y objetivas
que despertaron la rebeldía revolucionaria del pueblo tunecino, y de
allí a gran parte del mundo árabe, se dieron. Sólo hacia falta la
chispa del mártir Abouzizi. El día 17 de Diciembre de 2010 se conjugaron
todas ellas para que el pueblo tunecino tomara el cielo por asalto.
La rebelión revolucionaria tunecina que acabo por destronar al infame dictador Zein El Abdine Ben Ali, el día 14 de Enero de 2011, ha pretendido ser secuestrada por el viejo y cadente “liderazgo” del zombi mal oliente y aun andante del hoy ilegal partido de Ben Ali (Reagrupación Constitucional Democrática) y por la cúpula militar históricamente ligada al dictador que dirige la actual junta de transición. Las revueltas en la capital tunecina no han parado un sólo día en producirse. Sobre todo en los barrios más pobres de la capital y en las aldeas más pobres del resto del país. Son los pobres, el proletariado (desempleado) los hacedores de la revolución en el mundo; quienes no tienen nada que perder, sino, más bien, mucho que ganar.
El día de
mi llegada a Túnez, 6 de mayo de 2011, la Av. Bourguiba era nuevamente
escenario de una gran movilización de jóvenes revolucionarios que
exigían a la junta de transición profundizar la revolución. Los jóvenes
tunecinos en pie velan por que se cumplan las promesas hechas por la
actual dirigencia transitoria del país.
Un día antes
de mi arribo a la capital rebelde de Túnez, la destitución de uno
de sus nuevos ministros había reavivado las revueltas en ese país.
El ahora exministro Farhat Rahji había denunciado “la existencia
de un gobierno en la sombra que le habría impedido depurar el aparato
policial y nombrar delegados provinciales sin vínculos con el partido
del dictador y que finalmente habría impuesto su destitución.
También declaró que se estaba preparando un golpe de estado militar”
[1]. La denuncia publicada por Rahji en su muro de Facebook, sobre
el supuesto complot que estarían fraguando algunos militares de la
junta de transición para detener la revolución, fue suficiente para
que la junta de gobierno lo destituyera. Desde entonces las fuerzas
policiales yacen apostadas en campamentos en toda esa Av., y cercando
algunos barrios pobres de la capital. La indignación de los jóvenes
rebeldes por la destitución del ministro fue reprimida con gases y
golpes por las fuerzas policiales tunecinas.
El día 7 de mayo la junta de transición anunciaba un Estado de sitio o Toque de queda después de las 9:00PM. El pueblo pobre tunecino de los barrios capitalinos desconoció el decreto de la junta. Las protestas se extendieron toda la noche de ese día y parte de la madrugada del día siguiente. Cuando un pueblo ha perdido el miedo no existe fuerza ni dictador sanguinario en el mundo que pueda detenerlo.
La revolución
de Túnez no fue prevista ni menos deseada por el imperialismo y sus
títeres canallas de Europa. El dictador Ben Ali era el más apreciado
de todos los tirano-saurios árabes por Occidente. Pero ese país, aunque
no representa un importante atractivo económico para los intereses
del gran capital monopólico; aunque Túnez no cuenta con importantes
reservas petroleras y minerales -solo turístico-, más si lo representa
en lo político. Al imperialismo le interesa detener esa y todas las
revoluciones que se despiertan en el mundo árabe. Y es así porque
tal como los revolucionarios tunecinos influyeron en la rebeldía de
muchos pueblos hermanos (Egipto, Yemen, Bahrem, Marruecos, entre otros),
la profundización y consolidación de su revolución podría influir
mayormente en el despertar de otros pueblos en el mundo, incluyendo
al propio pueblo europeo.
El problema
que enfrenta la revolución tunecina es la falta de una dirección verdaderamente
revolucionaria y con aceptación popular. Hasta el día de hoy la izquierda
tunecina carece de liderazgo político, se encuentra dispersa y no logra
organizarse para asumir la inaplazable tarea de la unión bajo un mismo
programa político. 23 años de dictadura persecución y muerte afectaron
profundamente a la izquierda tunecina. Muchos de sus cuadros políticos
más destacados fueron desaparecidos o asesinados.
Mi rápido
recorrido por Túnez tuvo que terminar el día 8 de mayo. De Túnez
rebelde partimos vía terrestre a Libia resistente.
Libia resistente
y confusa
Mientras que
el pueblo tunecino se planta firme en rebeldía contra los oportunistas
que hoy pretenden arrebatarle su revolución inconclusa, y que plantean
“cambiarlo todo sin que cambie nada”, al otro lado de la frontera,
el pueblo libio enfrenta la agresión de las fuerzas militares imperialistas
y mercenarias más dura y sanguinaria de toda su historia.
Sin lugar a
dudas, aunque parezca incorrecto en el planteamiento inicial, ambos
procesos o conflictos, el de Túnez y Libia, conservan similitudes incuestionables
y grandes diferencias también. Pues, son 2 pueblos hermanos que comparte
una ilusoria frontera común, con estrechas relaciones históricas,
culturales y económicas, árabes ambos, y que afrontan los mismos embates
del capitalismo en crisis, con la particularidad de que el pueblo Libio
lo enfrenta de forma más directa y sin tapujos. El imperialismo busca
apoderarse del petróleo libio ante la crisis energética que su modelo
consumista le genera. Libia posee importantes reservas de petróleo
calculada en más de 46,2 MMMBls. [2] pero también importantes
reservas de agua fósil almacenadas en la región sur del país. La
ubicación geográfica en el mediterráneo y frente a Europa convierte
a este último en su mercado natural.
Decíamos que
también las diferencias entre ambos procesos que se viven en Túnez
y Libia son grandes. Mientras que en Túnez se vive una rebelión genuinamente
popular y desarmada, donde su pueblo ha levantado legítimas banderas
que exigen reivindicaciones sociales-laborales y reformas políticas.
En Libia los alzados se levantaron en armas desde un principio y sus
exigencias sólo se circunscriben a lo político. Los líderes “rebeldes”
libios exigen la caída del régimen y muerte de Gaddafi, para ello
levantan la bandera de la monarquía y glorifican su alianza con Occidente.
Desde los inicios del alzamiento en Libia, los voceros de los alzados
no han manifestado una sola crítica al orden social-económico del
gobierno libio. Pues las condiciones objetivas que si estaban presentes
en Túnez: de pobreza o falta de servicios públicos, no lo están en
este país. Libia fue recientemente alabada por un informe de la ONU
que dice poseer el índice de desarrollo humano más alto de toda el
África.
Los alzados
libios tampoco han manifestado posiciones políticas de carácter nacionalistas,
sino, más bien, lo contrario. Lo que es peor aun, varios de los voceros
de a junta de transición o Consejo Nacional Libio (CNL, tal como se
hace llamar su agrupación) son reconocidos neoliberales que históricamente
han apostado a una mayor apertura con Occidente y que venían trabajado
junto Saif Al Islam, hijo mayor de Mohamar al Gaddafi, bajo esas políticas.
En los últimos años Libia había accedido a las exigencias del Fondo
Monetario Internacional y del Banco Mundial de liberalización y desregularización
del Estado para ser aceptado por Europa en su juego. Pero cayó en la
trampa.
El golpe contra
el gobierno libio ya se venía gestando con mucha antelación, tal como
lo recoge y analiza Michel Shossudovsky* en su artículo titulado:
“La operación Libia y la batalla por el petróleo: nuevo trazado
del mapa de África”. En su interesante escrito que argumenta
con mapas y datos interesantes
Shossudovsky recoge las palabras de palabras del ex Comandante
en Jefe de la OTAN General Wesley Clark cuando dice:
“En noviembre
de 2001, en el Pentágono, uno de los oficiales de alto rango del estado
mayor del ejército tuvo tiempo para charlar. ‘Sí, todavía seguimos
con los planes contra Iraq’, dijo. Pero había más. ‘Eso se discutió
como parte de una campaña para cinco años’, dijo, y había ‘un
total de siete países en la agenda: se empezaría con Iraq, después
Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán’…” (Wesley Clark,
“Winning Modern Wars”, página 130).
El imperialismo ha utilizado las olas de revoluciones que se experimentan en toda la región para llevar adelante su plan neo-colonizador contra Libia y toda la región.
Es difícil
reconocer la frontera entre un país y otro por su geografía. Las fronteras
son abstractas e ilusorias, construidas por las mentes y en las mentes
de los hombres. Son ellas, en realidad, las fronteras de los capitales
en contradicción protegidos por sus Entados-nacionales (fuerzas militares)
para dominar y someter a los proletarios bajo su lógica explotadora.
A las fronteras entre países las distinguen las banderas dispuestas
en ambos lado de una línea invisible de los puntos de control; sus
hombres uniformados, que muchas veces usan trajes de colores diferentes,
pero muy pocas veces sus lenguas son diferentes. Este no es el caso
de la frontera entre Túnez y Libia formada en el año 1916 por el tratado
Sykes-Picot, cuando las tierras árabes fueron repartidas entre los
imperios triunfantes de la Primera Guerra Mundial (Italia, Reino Unido
y Francia) por la derrota del imperio Otomano. Sólo las banderas y
el uniforme de los militares dispuestos en ambos lados de la frontera
entre Túnez y Libia distinguen ambos territorios. Pero hoy se le agrega
otro factor, también la tensión del pueblo libio, producto de la agresión
extranjera (la OTAN) y la guerra civil que padece Libia, permiten que
cualquiera distinga esos límites. El ambiente de tensión que se vive
en Libia impacta rápidamente al visitante. Aunque su pueblo parece
ya acostumbrase a ella.
Nuestro recorrido
hasta la capital, Trípoli, tuvo necesariamente que atravesar por dos
pueblos libios, Alzawiya y Zuara, que fueron objetos de la propaganda
mediática internacional por los enfrentamientos registrados entre las
milicias anti-gaddafi –mal denominadas revolucionarias- y las fuerzas
leales al gobierno libio. Las metrallas en las pareces y la destrucción
de muchas viviendas dispuestas en el casco central de esos poblados
nos mostraron la terrible situación por la que está padeciendo ese
pueblo que sigue adelante, intentando hacer su vida normal, a pesar
del desastre. La calma reina en Alzawiya y Zuara, pero las huellas han
dejado su nefasta marca.
A pesar de
los constantes bombardeos de la OTAN y de la sangre derramada entre
hermanos libios. A pesar de la traición patria de algunos por la sumisión
de estos a los intereses de los capitales foráneos, el gobierno libio
se ha plantado en resistencia, y cuenta indiscutiblemente con el apoyo
de parte importante de su población, particularmente en la capital,
Trípoli.
El gobierno
libio ha mantenido una posición de apertura al dialogo nacional para
intentar resolver las diferencias internas sin la intervención extranjera.
En procura de ello, actualmente desarrolla una política dirigida al
empoderamiento y protagonismo político del liderazgo medio representado
en los jefes tribales a fin de allanar los caminos al dialogo nacional
bajo tres ejes fundamentales: detener el derramamiento de sangre entre
hermanos libios, integridad territorial de Libia y modo de afrontar
la intervención extranjera. Entre los días 5 y 6 del presente mes
de mayo fue celebrado en la capital de Libia, Trípoli, el Congreso
Nacional de las Tribus libias para convocar al dialogo, la amnistía,
así como también para reflexionar sobre una serie de reformas políticas
necesarias a fin de alcanzar un acuerdo de paz en el país. La cúpula
rebelde con sede en Benghazi ha rechazado todos los llamamientos.
El día de ayer, martes 10 de mayo de 2011, una representación de los jefes tribales realizó en la ciudad capital Libia una rueda de prensa con la presencia de distintas agencias de noticias internacionales radicadas en el país, a fin de exponer los avances de los acuerdos políticos alcanzados en sus varias reuniones, liberar a más de 150 rebeldes presos.
Mientras el
gobierno libio prosigue en sus esfuerzos internos de pacificación,
los aviones de la OTAN no cesan de sobrevolar Trípoli, destruir su
infraestructura y asesinar al pueblo libio, en franca violación a las
resoluciones del Consejo de Seguridad (resoluciones Nº 1970 y 1973,
que, valga recordar, no estipulan la destrucción de la infraestructura
civil ni el asesinato de Gaddafi y sus familiares). En los últimos
días los bombardeos sobre Trípoli se han intensificado. Los más resientes
bombardeos de la OTAN han afectado fundamentalmente la infraestructura
civil de la capital Trípoli. Hospitales, escuelas para niños especiales,
oficinas gubernamentales y de organismos internacionales, cedes diplomáticas
acreditadas en ese país han sido destruidas o afectados. En la madrugada
de hoy, así como desde el comienzo de las operaciones militares de
la OTAN, los fuertes sonidos generados por los constantes vuelos de
los aviones de guerra sobre la capital Libia pretenden intimidar y mantener
en zozobra a la población. Esto parece repetir las acciones de terror
psicológicos contra la población civil londinense y moscovita emprendida
por la fuerza aérea nazi, en los momentos de la 2da Guerra Mundial.
El desastre
que experimenta el pueblo libio tiende a agravarse en el tiempo. Largas
colas de vehículos colman las estaciones de dispendios de combustibles.
Estos, así como los alimentos y productos de primera necesidad comienzan
a escasear para todos los libios. La crisis humanitaria ya toca a las
puertas del pueblo libio.
Mientras prosiguen
y se intensifican los ataques de la OTAN sobre la población Libia y
su infraestructura civil. Mientras los muertos y los heridos civiles
y militares la ilegal agresión extrajera sigue creciendo en números.
Más muertos colman las morgues y más heridos ingresan a los atiborrados
hospitales del Estado. La posición de muchos de los intelectuales de
izquierda respecto al conflicto libio deja mucho que pensar. Ha sido
pésima y confusa.
Algunos intelectuales
de “izquierda” -es ejemplo el francés Ignacio Ramonet**- parecen
avalar y refrendar con sus posturas la agresión criminal e ilegal de
la OTAN contra el pueblo libio. Es de reconocer que, desde mucho tiempo
atrás, varios intelectuales, partidos políticos de izquierda y movimientos
revolucionarios han venido planteando fuertes crítica contra el gobierno
de Gaddafi, recriminándolo por su alianza mortal con el gran capital
y sus posturas “siempre cambiantes”. No podemos ser ciegos y anteponer
la crítica o la denuncia a la figura de Gaddafi –que en muchos casos
compartimos- a la agresión extranjera que dirige el imperialismo norteamericano
y el sionismo internacional a través de la OTAN. Exigir detener la
agresión criminal extranjera contra la población civil de Libia, no
necesariamente significa defender a Gaddafi. El silencio de muchos también
da créditos a la OTAN.
El conflicto
interno en Libia no se resuelve con la eliminación física de Gaddafi,
la disolución de su gobierno y el cambio de gobernantes, o con enjuiciarlo
por los errores del pasado y del presente. El pueblo libio debe resolver
sus problemas internos de forma soberana.
Nadie podría
ser tan ciego como para no entrever que los países de la OTAN pretenden
apoderarse de las riquezas petroleras de Libia. No es momento de la
crítica a Gaddafi sino de exigir el uso de los mecanismos diplomáticos
para la paz en Libia. Las propuestas de paz hechas por la Unión Africana
y los países del ALBA deben ser tomadas por la izquierda en el mundo.
Una parte importante del pueblo libio apoya a su gobierno y está dispuesto
a morir defendiéndolo. Al imperialismo no le conviene la paz en el
mundo árabe. Mientras la izquierda se dedica a criticar, siguen muriendo
más inocentes en este país y Libia es destrozada como Irak.
El juego está
trancado para el imperialismo en Libia. Los mercenarios de Benghazi
no pueden terminar el trabajo que les fue encomendado por sus amos del
norte. Sólo la muerte de Mohamar Al Gaddafi podría destrabar el juego.
En esto último se esmera, por ello intensifican el cobarde ataque aéreo
sobre la población civil sin importar las victimas que ello podría
acarrear, pues los muertos seguirán siendo son para los medios mentirosos
transnacionales “daños colaterales”. Total, el fin de la misión
de la OTAN es “defender a la población civil Libia de los bombardeos
de Gaddafi”. Pero de los bombardeos de la OTAN nadie los defiende.
Hasta aquí,
por ahora, mis primeras impresiones sobre el conflicto que atraviesan
ambos países.
Referencias:
* Michel Chossudovsky http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Michel%20Chossudovsky&inicio=0
** Ignacio
Ramonet http://www.rebelion.org/noticia.php?id=125578
[1] http://www.kaosenlared.net/noticia/tunez-gobierno-provisional-dictadura-transitoria
[2] Según dato de Oil and Gas Journal, 2011
basemtch@gmail.com