Crisis mundial. pueblos contra gobiernos


                                                                  “Que el fraude electoral jamás se olvide.

                                                                Ni tampoco los miles de muertos inocentes”

       Las noticias mundiales dan cuenta de que se está viviendo una severa crisis en casi todos los rincones del planeta, la que adquiere características de confrontación de pueblos contra gobiernos, resultante de los abusos cometidos por los gobiernos contra sus pueblos. Lo que era costumbre de países tercermundistas atañe ahora también a naciones que se ufanaban de pertenecer al primer nivel mundial. Grecia, España, Italia, Portugal e Islandia, entre otros, muestran escenarios de confrontación insólitos y la indignación cunde como plaga o como bendición al resto de Europa. El norte de África dio la pauta, aunque con connotaciones sólo superficialmente diferentes. El meollo del asunto radica en la cancelación de expectativas de progreso y bienestar, tanto de quienes  pierden las que ya habían alcanzado,  como los que las ven alejarse sin que nunca las hayan tenido; se hace patente el divorcio entre la clase política en el poder y la población en general, pero particularmente, la joven.

       No hay que ir muy lejos para identificar el factor común de la crisis mundial: el modelo económico neoliberal impuesto a rajatabla en todo el globo por el gran capital internacional y los organismos financieros a su servicio. Es un diseño económico concebido en la oscuridad de las reuniones de quienes aspiran al gobierno mundial sometido a la protección de sus privilegios e intereses. Pero es también un modelo político que ha sido exitoso en cuanto que somete a los estados, independientemente de la orientación ideológica de los gobernantes, obligándolos a la adopción de sus nefastas recetas hasta hacer casi imposible su abandono. No es extraño que gobiernos de izquierda o de derecha cumplan de manera similar el rol que se les ha fijado. Por ejemplo, el costo que significaría para Grecia o para España salirse del esquema de libre mercado impuesto, sería superior con mucho a lo que hoy padecen, por lo menos en el corto plazo. Además, antes de que el corto plazo se venciera sería derrocado el gobierno que intentara el cambio, con la seguridad de que sería reemplazado por otro que tendría que regresar al redil.

       La única verdadera posibilidad de cambio está en los pueblos, en la medida que puedan generar una simultaneidad internacional en la protesta y en la movilización transformadora, de manera de constituir redes internacionales e intergubernamentales de solidaridad. Si varios pueblos, siguiendo el magnífico ejemplo de Islandia, deciden negarse al pago de las deudas contraídas por los gobiernos y sus banqueros, se causaría el derrumbe del sistema financiero mundial y, entonces, obligaría al cambio. Hace falta mucho por construir para lograr tal postulado, pero se avanza en el rumbo correcto.

       Lo peor del caso es que los atracos del gran capital se envuelven en la bandera de una democracia representativa y electoral, que ni es democracia ni es representativa, en tanto que lo electoral queda supeditado al dinero que se invierte en las campañas. Con ella y con la parafernalia de los medios masivos de comunicación, se dan visos de legalidad, que no de legitimidad, a la imposición del dogal; los partidos compiten por ocupar el gobierno, pero el verdadero poder está decidido de antemano en tratados, reformas estructurales y compromisos financieros. De ahí que, en todo el mundo, se observe el creciente desprestigio de gobiernos, parlamentos y partidos, también alentado desde las cúpulas del real poder. Si algún partido en cualquier país postula la transformación de fondo y la liberación respecto del modelo impuesto, será objetado por esos poderosos y atacado inmisericordemente por los medios de comunicación masiva, incluso cuando ya se hubiese constituido en gobierno, como es el caso de los países latinoamericanos que lo han logrado, con Cuba y Venezuela a la cabeza.

       En México la película ha sido muy clara en esta materia. La guerra sucia y el fraude electoral en el 2006, pero aún con mayor inquina  el proceso actual federal y el del Estado de México, son sólo confirmaciones de lo que constituye una real conjura mundial. Con  dinero derramado en exceso se controlan medios, encuestas, dádivas y toda clase de cochupos y se intenta seguir engañando al pueblo y, hay que decirlo, logran un gran impacto o, por lo menos, crean las condiciones para dar cierta credibilidad a los resultados fraudulentos y anticipar el efecto de la protesta poselectoral. Por cierto, Encinas tiene el 62% en otras encuestas tan serias como las de la televisión.

       Es preciso redoblar el esfuerzo para lograr que la gente se vea en el espejo de lo que sucede en el mundo, que sepamos que no estamos solos en la lucha. Por eso es importante la proliferación y la superior integración de los movimientos populares, para informar y para educar. Para afrontar la etapa electoral e intentar vencer con la razón, con la ética y para defender el triunfo del interés popular.

gerdez999@yahoo.com.mx



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Gerardo Fernández Casanova


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