En medio de
la crisis estructural que sacude hoy al mundo capitalista y la ruptura
de la periferia -“el eslabón más débil de su cadena” decía
Lenin- que se manifestó con la rebeldía revolucionaria
del pueblo árabe tunecino que había logrado destronar al tirano pro-occidental
Ben Alí, y su chispa comenzaba a extenderse por Egipto y el resto de
los países árabes y europeos, Barak Obama, asustado, alertaba sobre
“el peligro de que Estados Unidos pierda la supremacía mundial”
(El País, 2011). Para hacer frente a la decadencia imperial proponía
una serie de medidas que fueron muy aplaudidas por todos los neo-keynesianos,
entre ellas la de revisar los TLC que aún no habían sido aprobados
por el congreso estadounidense porque “ciertas clausulas no beneficiaban
a la economía estadounidense y profundizaba la deslocalización de
su industria”.
Naturalmente, los capitales -que por Patria entienden sólo “bolsillos”- siempre huyen hacia los lugares dende la plusvalía y rentabilidad es mayor. La deslocalización de la producción es un hecho natural y real del que tampoco se salva Estados Unidos. La reciente aprobación del TLC debió subsanar estos “enredos” con la venta de Colombia a bajo precio. La burguesía parásita-portuaria colombiana está contenta.
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