Este 2012 se perfila como el año de las definiciones en nuestro convulsionado México. El sangriento sexenio del usurpador, Felipe Calderón, ha dejado más de 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 230 mil desplazados; la tramoya institucional del PAN (Partido Acción Nacional) instaurada en la supuesta transición de 2000, con el torpe de Vicente Fox, ha igualado y hasta superado la ignominia de 70 años del infame PRI (Partido Revolucionario Institucional). Al platicar del PRIAN (PRI + PAN) se sintetiza la aberrante similitud de las franquicias políticas del Estado burgués que han expoliado a la nación azteca y maya; el PRIAN parece mellizo de la dupla adeco-copeyana de la Cuarta República de Venezuela (1958-1998) ó copia foto-estática del binomio corporativo de republicanos y demócratas en la “démocratie à l’américaine” de Washington.
El descarado fraude del 2 de julio de 2006, en contra de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), abanderado del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue el desesperado intento de la plutocracia nacional –e internacional- para cerrarle el paso a la izquierda y profundizar las políticas apátridas de desmantelamiento del Estado mexicano y sus empresas públicas. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (1994), rubricado por las cúpulas corruptas del sexenio de Carlos Salinas, ha sido el pasaporte a la destrucción de la agricultura local, entre otros ámbitos de la economía, lo cual ha empujado a México a la dependencia total de sus socios más fuertes en el pacto norteamericano. La nuez del TLC es la desintegración del tricolor y el águila; la disolución de la identidad nacional; la destrucción del legado de Morelos, de Juárez. El Imperio yanqui ha estado –desde hace décadas- laborando en la consumación de la subordinación definitiva de México a los intereses de Estados Unidos. Lo pretérito lo ha logrado a través de la pérfida persuasión y, desde luego, de la violencia.
EL PRIAN: ENTRE EL ESTADO DELINCUENTE Y LA FARSA CONTRA EL NARCO
Por más de siete decenios, el PRI edificó un entramado burocrático de complicidades y crímenes que penetró con su podredumbre hasta las altas esferas del poder. Desde la década de 1960, Estados Unidos utilizó a México como muro de contención a los crecientes movimientos guerrilleros de izquierda e implementó, junto con los gobiernos del PRI, estrategias antisubversivas que derivaron en lo que hoy conocemos como “la guerra sucia”. Ante la amenaza “comunista” soviética, había que justificar la “dictadura perfecta” en su máxima expresión.
Desde principios de los 1990, México empezó a experimentar “ensayos” públicos de la estética criminal del tráfico de drogas y los sicariatos –o ejecuciones por encargo- ganaron notoriedad. El asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI, el 23 de marzo de 1994, fue el “punto de quiebre” del Estado arropado por la corrupción, el clientelismo y las prácticas delincuenciales. Un año antes, en 1993, había sido ajusticiado el Cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, por pistoleros de los Arellano Félix. La fulana transición de 2000, auspiciada por Washington y sus acólitos, fue una forma “pirotécnica” de inaugurar el bipartidismo (PRI + PAN) en un México que ya hacía aguas. En sincronía, la partidocracia parasitaria de traje y corbata había estado incubando un Frankenstein de “bajo perfil” que se desató a plenitud en un instante clave: la consolidación del fraude electoral de 2006. No es casualidad que los decesos atribuidos a la “guerra contra las drogas” y la violencia desmedida del Estado burgués contra la población civil, hayan aumentado de manera atroz desde el arribo de Felipe Calderón a Los Pinos. La conflagración es contra el descontento popular, la inflación galopante, la desobediencia ciudadana, la insurgencia obrera y campesina; la cruzada belicista del PRIAN es para paralizar a través del miedo y desmovilizar a las masas enardecidas. Entre 2000 y 2010, más de 85 mil personas han muerto de hambre en México, 12 millones no pueden comprar los insumos necesarios para sobrevivir y más del 50% de la población está en la franja de la pobreza: en 2006 había 45.5 millones de pobres y en 2012, son 57.7 millones. Con un salario mínimo inferior a 100 dólares estadounidenses mensuales, una factura de electricidad puede alcanzar los 70 dólares, verbigracia.
Las decadentes clases políticas del PRIAN han hipotecado el futuro de generaciones de mexicanos, en nombre de la globalización, el libre mercado y la flexibilización laboral. El catálogo de cataclismos del sexenio de Felipe Calderón es impresentable: la furibunda pleitesía a Emilio Azcárraga Jean (Televisa) y Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca); el incendio de la Guardería ABC; la guerra psicológica de cuarta generación con el pretexto de la gripe H1N1; la liquidación ilegal de Luz y Fuerza del Centro; el RENAUT, instrumento de control y espionaje de la telefonía; la brutal represión contra las ONG, los activistas de Derechos Humanos y los sindicatos; entre tantos abismos.
LA OPERACIÓN “RÁPIDO Y FURIOSO”: LA GUERRA DE LABORATORIO
La Operación “Rápido y Furioso” describe cabalmente el carácter prefabricado de la lucha contra los carteles de la droga en México. Estados Unidos, por medio de la CIA, la DEA y otras agencias federales, ha fomentado y financiado el terror en contra de la población civil al otro lado de la frontera. La tortura y la desaparición forzada son elementos de intimidación del proyecto binacional de la Casa Blanca y Los Pinos, con el objetivo de evitar –a toda costa- el triunfo de la izquierda en México, al tiempo que libra un conflicto de “baja intensidad” contra los movimientos revolucionarios del sur del país, como el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional). Así se facilita la consolidación del Estado policial y militar de la plutocracia que coadyuvará en la mimetización de México dentro de una hipotética Unión Norteamericana. El reciente escándalo con respecto a la Operación “Rápido y Furioso”, un supuesto contrabando controlado de miles de armas patrocinado por la ATF (*), desde EEUU hasta México, ha puesto el dedo sobre la llaga. Según autoridades gringas, el cargamento de marras se “extravió” y los estadounidenses nunca pudieron hacer el debido seguimiento del arsenal para dar con los capos aztecas del narcotráfico. ¿Quién se traga ese cuento? ¿Son tan imbéciles los funcionarios federales del Imperio? ¡Para nada! En realidad, ése es el objetivo: la industria armamentista yanqui propicia el tráfico de armas y, en contraprestación natural, ésta recibe dinero y estupefacientes necesarios para seguir “adormeciendo” a millones de estadounidenses. ¡El círculo perfecto! En México, la circulación indiscriminada de estas armas provoca una espiral fratricida –controlada por el PRIAN- que empuja al país a la fragmentación o “balcanización”, lo cual sería el pretexto ideal para la intervención directa de EEUU y Canadá. Un México dividido sería una peligrosa “cabeza de playa” en la retoma del dominio imperial de Washington sobre América Latina, en el contexto de la Segunda Gran Depresión Capitalista. La inevitable victoria de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial del 1º de julio de 2012, revestiría un delicado revés para las maquinaciones del Tío Sam en el país del Lebrillo de Talavera y el Torito de Papel.
AMLO, LAS ENCUESTAS Y LA CAMPAÑA SUCIA DEL PRIAN
El colapso del carnaval bipartidista del PRIAN a escasos diez años de su pomposa puesta en escena, devela el avanzado nivel de putrefacción de la vieja clase política. Regodeada en su oprobio, su vanidad y su altanería de cantina, la mafia institucional se jacta de los nexos con la cúpula empresarial y la “haute bourgeoisie”: se cree invencible. La casta de delincuentes electorales del PRIAN ha obrado en incontables oportunidades en el robo de comicios. Los más notables han sido: “la caída del sistema”, en 1988, y la burla veraniega de 2006 con posterior “reconteo” de enfriamiento. En ambas ocasiones, las encuestas han sido abultadas a favor del candidato del “establishment” a la luz de dos propósitos fundamentales: desmoralizar a los votantes de izquierda y dar por sentada –sin cuestionamientos- la victoria del candidato de la burguesía. Los órganos de propaganda del Estado despliegan su hegemonía conceptual sobre la población, a través de duopolio Televisa-TV Azteca y sus derivados radiales, electrónicos e impresos. Finalmente, el IFE (Instituto del Fraude Electoral) sirve de brazo ejecutor “institucional” para certificar la trampa comicial. Más tarde, la superestructura mediática se encarga de “santificar” al IFE y de ridiculizar a quienes osen denunciar las triquiñuelas –Made in PRIAN- en las casillas. Cualquier parecido con 2006, es mera coincidencia.
En el primer debate de los candidatos, organizado por el IFE a principios de mayo, Andrés Manuel López Obrador fue el más crudo y sincero: fungió de francotirador del Estado burgués y la “telecracia” idiotizante. No se doblegó y mostró los vínculos del títere del PRI, Enrique Peña “Miento” (**), con el nefasto genocida Carlos Salinas de Gortari. Josefina Vázquez Mota (PAN), con oratoria nada creíble y forzada, se dedicó a recitar su compendio de promesas vacías al tenor de “Alicia en el País de las Maravillas”. El payaso de Gabriel Quadri intentó desmarcarse de “los políticos” con una verborrea patronal digna del Foro de Davos: si eres candidato de un partido político (Nueva Alianza) a la presidencia de la República, ya eres “político”… así no te agrade el calificativo, Quadri. ¡Pobre infeliz! Hasta el último minuto del 1º de julio, el PRIAN apostará al “golpe electoral”. Hay que estar vigilantes de las casillas y no despegar las retinas del proceso. La avalancha de votos a favor de AMLO debe ser aplastante con el fin de restar margen a los mañosos de toda la vida. Igualmente, hay que extremar las medidas de seguridad en torno al candidato del Movimiento Progresista, ya que la posibilidad de un “atentado” en su contra será más latente a medida que se acreciente la desesperación de la plutocracia. López Obrador debe convocar, apenas tome protesta como Presidente, a un gobierno de Salvación Nacional con amplia participación de los estudiantes, los trabajadores y los campesinos. Próxima estación del tren: ¡la revolución!
elinodoro@yahoo.com
(*) La Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos de Estados Unidos (ATF), permitió la introducción de unas 2.500 armas de fuego hacia México, en un período de 15 meses, con el fin de “rastrearlas” y ubicar a los criminales de los carteles aztecas. La operación de marras fue un rotundo fracaso y sólo se recuperaron 797 unidades del arsenal. Según la ATF, jamás se informó al Gobierno Federal mexicano acerca del operativo. ¿Nos habrán visto la cara?
(**) En días recientes, el candidato presidencial del PRI ha causado la sublevación juvenil en México, luego de que se presentara en las instalaciones de la Universidad Iberoamericana, en el DF, y fuese abucheado por un considerable número de estudiantes. Sin duda, Peña “Miento” no se lo esperaba. Más tarde, el PRI y sus dinosaurios descalificaron a los pupilos contestatarios de “la Ibero”, por lo cual se ha levantado un fuerte movimiento estudiantil denominado “Yo Soy 132” (#YoSoy132), en referencia a los que echaron del recinto universitario al monigote de Televisa. El repudio a los “adecos” mexicanos pica y se extiende.