Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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El escenario del 22 de junio pasado en Asunción, Paraguay era como un caso déjà vu (sensación de ya haber vivido tal experiencia). El presidente Fernando Lugo, mandatario de izquierda fue depuesto y sacado del cargo mediante una acusación constitucional planificada por sus adversarios políticos en el Congreso paraguayo. En el mes de junio del 2009 otro mandatario latinoamericano de izquierda, Manuel Zelaya, fue derrocado por los militares hondureños, entrenados y supervisados por Estados Unidos, a punta de pistola bajo la supuesta autoridad de la Corte Suprema de Honduras actuando bajo las órdenes del Congreso hondureño. En ambos casos, Estados Unidos aceptó las nuevas realidades políticas producidas por golpes de estado “suaves” constitucionales y rápidamente reconoció la toma del poder en Paraguay por el rival de Lugo, el vicepresidente Federico Franco, tal cual lo había hecho con la junta hondureña dirigida por Roberto Micheletti.
La vocero del Departamento de Estado, Victoria Nuland, que está casada con el archiconservador Robert Kagan, partidario de Israel, uno de los principales arquitectos de la invasión y ocupación norteamericana de Irak, se negó a caracterizar como golpe de estado la acelerada acusación constitucional del Parlamento y la condena y destitución de Lugo por parte del Senado. Los gobiernos de derecha de Canadá, España y Alemania rápidamente reconocieron al gobierno de Franco a pesar que los países latinoamericanos se movieron para aislarlo diplomática y económicamente.
El gobierno de Obama le ha impuesto un sello “civil” a los golpes de estado en América Latina, optando por involucrar a ramas del gobierno tales como el congreso o las cortes de justicia para llevar a cabo sus operaciones encubiertas en el Hemisferio Occidental. Al igual que los ataques con aviones no tripulados y asesinatos selectivos que se han convertido en el distintivo de la Doctrina Obama ya que para América Latina un autogolpe lanzado internamente o un autogolpe por parte de miembros del gobierno es preferible a ordenar que salgan los tanques a las calles, disolver el parlamento y la Corte Suprema y entregar el poder a una junta militar de coroneles y generales.
Los países latinoamericanos ya reconocen el fondo de la doctrina Obama que pone a uno de sus incondicionales en el poder y derroca al mandatario que no favorece las políticas de Washington –si es que la rama parlamentaria y la judicial del gobierno pueden ser empleadas para expulsar del poder constitucionalmente al presidente--Estados Unidos reconocerá el cambio como constitucional y que mantiene “el debido proceso democrático.”
Honduras y ahora Paraguay constituyen crudos ejemplos de la doctrina Obama en la práctica.
Tal como fue el caso de Zelaya en Honduras, Lugo se enfrentó a la elite establecida y a los terratenientes ricos de Paraguay. En consecuencia, el congreso paraguayo que representa a las clases dominantes y que ejerció el poder absoluto durante las tres décadas del gobierno militar del hombre fuerte, general Alfredo Stroessner, depuso a Lugo. El gobierno de Paraguay pasó de ser de “centro-izquierda” a ser de “centro-derecha.”
Uno de los primeros estados en reconocer el régimen de Franco fue el Vaticano. Lugo que fue un obispo católico romano, era una espina en el costado del Papa Benedicto XVI, principalmente porque Lugo adhirió a la Teología de la Liberación de orientación marxista la cual pone énfasis en la lucha de los campesinos pobres y sin tierra por encima de los intereses de las oligarquías super ricas que durante la Guerra Fría se apoyaron en juntas militares instaladas principalmente por la CIA para la protección de sus intereses.
Los aliados de Lugo del Partido Liberal se encrespaban al ver que el presidente no reaccionaba frente a las invasiones de predios de propiedad de terratenientes ricos por parte de campesinos sin tierra. El Partido Radical Liberal Auténtico, burgués, conservador y muy mal denominado, del cual Franco es miembro, conformó una coalición parlamentaria ad hoc con el fascista Partido Colorado, largamente dominado por Stroessner, para deponer a Lugo por medio de una veloz acusación constitucional y destitución por parte del Congreso.
El choque armado de Curuguaty en Departamento de Canindeyu entre campesinos sin tierra y la policía, esta última actuando a favor de una elite de terratenientes y que arrojó 17 muertos incluyendo a seis agentes policiales, aportó el catalizador para que el Congreso actuara contra Lugo. Alrededor de 100 familias habían ocupado tierras de propiedad de un rico partidario del Partido Colorado. Los campesinos sin tierra sostienen que la tierra fue ilegalmente tomada durante la dictadura de Stroessner y fue redistribuida entre sus secuaces políticos. La Federación Nacional de Campesinos del Paraguay sostiene que el 80 por ciento de la tierra arable en el país está en manos del uno por ciento de todos los paraguayos. La tierra ocupada por los campesinos pobres de Canindeyu es de propiedad de Blas Riquelme, ex senador por el Partido Colorado y aliado de Stroessner y es también uno de los hombres más ricos del Paraguay. Riquelme es dueño de una cadena de supermercados y empresas del ramo alimenticio y gran parte de su tierra se emplea en la producción de soya.
No sorprende a nadie que durante el sitio contra los campesinos, las unidades de fuerzas especiales de la policía y los helicópteros tripulados por fuerzas especiales del ejército, emplearan gases lacrimógenos y lanzallamas contra los ocupantes campesinos. Lugo, inmediatamente destituyó a su Ministro del Interior, Carlos Filizzola, debido a la violencia. Aparentemente, Lugo ya estaba perdiendo el control sobre el poder cuando nombró a Rubén Candia del Partido Colorado --sospechoso de haber conspirado para derrocarlo el año pasado—como el nuevo Ministro del Interior.
Ni una sola vez el gobierno de Obama condenó el uso de la fuerza bruta en Canindeyu. El 25 del mes pasado, en un artículo de opinión publicado en el New York Times, el ex presidente Jimmy Carter lamentaba que Estados Unidos hubiera “abandonado su rol de campeón global de los derechos humanos.” Quedó claro que después que el gobierno de Obama apoyó el golpe de estado en Honduras el 2009 no haya cambiado su política intervencionista en los asuntos internos de los países de América Latina y de haberse embarcado en una nueva forma de “diplomacia imperialista de cañoneras.”
Lugo, quien ha estado batallando contra un cáncer linfático, fue siempre visto como vulnerable frente a sus enemigos, principalmente debido a su enfermedad y demandas por paternidad formalizadas cuando era cura. Pero con un cáncer en remisión y su aceptación de la responsabilidad de ser padre de dos hijos, sus enemigos no estaban dispuestos a esperar la siguiente elección presidencial en abril del 2013. En su defecto, planificaron un golpe de estado suave. Hasta ahora, los militares políticamente fuertes y la Iglesia Católica Romana brindaron su apoyo a Franco y su gabinete.
El gobierno de Obama también está fuera de foco con la mayoría de los países de América Latina que se rehúsan a reconocer el régimen de Franco en Paraguay. México, Chile y Colombia, tres países con gobiernos de derecha retiraron sus embajadores de Asunción. Los gobiernos progresistas de Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil, Argentina, Cuba, República Dominicana, Perú, Uruguay y El Salvador se rehusaron a reconocer el régimen paraguayo. Costa Rica también se negó. Venezuela retiró su embajador de Asunción y suspendió el envío de petróleo a Paraguay. A Franco se le prohibió asistir a la Cumbre del MERCOSUR en Mendoza, Argentina y el grupo suspendió la calidad de miembro del Paraguay, decidiendo a cambio invitar a Lugo para que asistiera a la cumbre. Con el objeto de aislar aun más al Paraguay, Lugo planea adelantar la entrega al Perú de la presidencia de UNASUR.
El rol del SOUTHCOM de Estados Unidos en los eventos del Paraguay es un tanto incierto, no obstante, si el golpe de estado de Honduras es un indicativo, el Pentágono se ocupaba de asesorar a los conspiradores del golpe suave al tiempo que estos se preparaban contra los campesinos en Canindeyu y contra Lugo. El Pentágono mantiene el acceso a instalaciones en Paraguay y en la vecina Argentina y Chile.
América Latina lucha por romper con décadas de dominación por parte de los yanquis desde el norte. Como quedó demostrado en Honduras y ahora en Paraguay, la insidiosa interferencia del Tío Sam en los asuntos internos de los países del Hemisferio Occidental, no será relegada al basural de la historia en el futuro cercano.
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