Conforme a lo programado, el pasado domingo tuvo lugar la asamblea informativa del Movimiento para la Regeneración Nacional. Nuevamente colmado, el Zócalo de la Ciudad de México –corazón de la república- fue el escenario de la decisión popular por continuar la lucha por la construcción del México nuevo. El coraje y la indignación provocados por la pifia resolutiva del Tribunal Electoral se expresaron con contundencia, al tiempo que el entusiasmo por no quitar el dedo del renglón quedó de manifiesto. La exigencia a Andrés Manuel para que siga encabezando la lucha obtuvo clara respuesta afirmativa: “No me retiraré sino hasta ver cumplido el afán de construir un México justo”. Especial ovación aprobatoria mereció su decisión de desligarse de los partidos que lo acompañaron en el Movimiento Progresista, particularmente del PRD en el que participó desde su fundación y del que fue dirigente nacional, para dedicarse de lleno a impulsar el MORENA.
En su intervención AMLO convocó a la resistencia civil pacífica –ampliamente subrayado tal carácter- para oponerse al régimen de entrega de la nación a los intereses del gran capital internacional; a la protección de los débiles contra el avasallamiento por los poderosos y de la juventud ante la cancelación de su esperanza y, en general, contra el privilegio de la corrupción y la injusticia vigente y que, con certeza, se verá recrudecido por el regreso de PRI a Los Pinos. La multitud escuchó y acompañó el discurso, aplaudió y rechifló, ambos al unísono estridente. La frustración por el fracaso electoral devino en nuevo brío para continuar la lucha. No hay espacio para el desánimo ni para la resignación; el resultado era previsible para todos. Con todo, se logró avanzar sustancialmente en un proceso de largo aliento y eso no se puede tirar por la borda. Personalmente tuve que presenciar el acto a distancia y ante una pantalla; no obstante pude compartir la gran energía que desata el sentirnos patria viva y confirmo mi entusiasmo por el proyecto.
Ya en la soledad de la lectura crítica de lo dicho y sucedido, me veo en la necesidad de observar lo que no se dijo ni sucedió y que, a mi escaso criterio, debió haberse dicho y sucedido. El discurso de Andrés Manuel fue insistente al referir lo que se rechaza y a convocar a la resistencia contra la imposición, pero soslayó la referencia a lo que se quiere: no hubo mención alguna al Proyecto Alternativo de Nación ni convocatoria al emprendimiento de acciones afirmativas para la acción social para construirlo. Personalmente afirmo que el proyecto es de la sociedad, para cuya realización es importante el concurso del poder gubernamental pero no totalmente indispensable. Construir el poder popular no es tarea del estado sino del propio pueblo; ejercer la democracia directa es privilegio de la gente que decide autogobernarse y procesar la satisfacción de sus necesidades apremiantes. Tan esto es así que, aún en países que cuentan con regímenes impuestos por la lucha del pueblo, no ha sido sencillo avanzar en la creación de tal poder popular. Es más, si se hubieran ganado las elecciones, la transformación del país correría el riesgo de empantanarse por la carencia de la cultura y la fuerza política del pueblo organizado. Más allá de la desobediencia civil –lo apunté en mi artículo anterior- es la rebelión de hacer por nosotros mismos lo que el gobierno no quiere que se haga y que, además, podemos y debemos hacer. No sólo desobedecer sino contra actuar.
La observación crítica viene muy al caso ante la convocatoria a la realización de asambleas distritales y estatales que terminarán en una magna asamblea nacional, en las que, entre otras cosas, se deberá determinar si MORENA se mantiene como movimiento o si debe constituirse en partido político. El asunto es grave y no una simple formalidad. No creo en la disyuntiva entre una u otra alternativa; postulo que lo importante es que se fortalezca un movimiento, de preferencia incluyente, que provea a la organización y la capacitación del pueblo, que sea capaz de impulsar la democracia directa y las acciones que le son propias, independientemente del gobierno. Accesoriamente conviene que tal movimiento cuente con la instancia para convertir el poder popular en gobierno; para ello es importante contar con el registro de partido político, pero debidamente supeditado al sentido del movimiento. La primacía de la opción por el partido acarrearía distorsiones inconvenientes, principalmente la de contemplar a la gente como votante a convencer y la de confundir la lucha social con la procuración de cargos políticos, entre otras.
Las asambleas en todos los niveles deberán privilegiar el debate y eliminar el vicio de adivinar lo que la dirigencia quiere. Las condiciones están puestas: deliberemos, pues, y optemos por lo que más convenga. La marcha es larga y reclama claridad.