Parece costumbre entre los presidentes estadounidenses acometer una nueva aventura bélica poco antes de su reelección. Obama no lo ha hecho, pero anda en esos menesteres, calculando, mirando, buscando el hueco.
La práctica ha sido muy exitosa en el pasado, definiendo “éxito” lógicamente a esa virtud que tiene la sangre derramada en otros para aumentar la popularidad en un eventual candidato en contienda electoral. Votos, pues.
Por supuesto, calza a la perfección acá decir “Lo que es bueno para unos es malo para otros”. Es decir, se consolidan en el trono imperial los hematófagos de siempre, la derecha política, su extremismo, los plutócratas, los estandartes del sistema neoliberal, todos plantas que se alimentan con el licor desgraciado en los demás.
Un montón de muertos en Siria (país experimental para implementar la técnica) eventualmente constituiría también un montón de votos para Obama y el sistema maquinesco que lo empuja. Figuraría ante sus electores como el tipo arrecho y habilidoso para hacer respetar a su nación ante el mundo; lo haría calzar en esa especie de molde que el mercado y la publicidad han confeccionado para explotar profundamente la estupidez electora, no obstante el estigma racial que colorea al candidato.
De hecho Siria fue el país escogido para subirle los puntos a Obama, aunque estos aún permanezcan sobre el suelo. Iban los EEUU con todo contra ese país árabe, con sus dispositivos de guerra y medidores electorales, sus revoluciones de colores y otros garabatos, amancebados en el hábito histórico, listos para repetir su Irak y Libia, entre otros escenarios. Sólo que esta vez los rusos y los chinos se hartaron de tan enloquecida lógica de sostenimiento “democrático” que, de paso, afecta sus intereses económicos y geoestratégicos en el Medio Oriente. Dijeron no a la invasión y por ahí andan los tiros.
Pero hay más: los sirios servirían para esta utilización técnica que quieren darle los gringos, pero a un tiempo se prestarían para escalar una vieja aspiración que data desde mediados del siglo XX, a saber, la toma mayoritaria y geoestratégica del Medio Oriente con pretensiones de hegemonización mundial. Ya se sabe, el petróleo y el control de fundamentales enclaves, la derrota energética de virtuales competidores, etc. Para esa toma total de la región el botín a tomar es Irán, y no precisamente Siria. Siria es un laboratorio señuelesco.
Pero tal es el razonamiento militar y politiquero: Siria en sí no es el propósito, pero tomándola se matan dos pájaros con un solo tiro: se bombea sangre hacia la Casa Blanca y se gana una elección más, y se allana el camino para rodear y debilitar a Irán, el final escalón de la coronación imperial mundial. No es cuento el historial éste de las conquistas. Ya tienen a los sumerios y sus riquezas y ahora van por Persia. Que Rusia y China estén más allá es otro cuento, pero no ajeno a la literatura de su escalada universal: para afrontarlas en la lucha final por el mundo, el Medio Oriente es el escenario también final de logístico aprovisionamiento: granero, agua, petróleo, tierra, minerales, espacio... Así está concebida esa región con su Golfo Pérsico en la llamada Doctrina Eisenhower de 1957. Prehistoria de esta historia.
Como están las cosas, actualmente la OTAN realizando ejercicios militares en el Golfo Pérsico, frente a Irán, en el Estrecho de Ormuz, dizque capturando minas, en cualquier comento salta la liebre de las justificaciones y la discordia (¡los gringos hayan el “hueco”!), eufemismo de dantesca guerra. Un reacomodo funcional podría ser este: Israel, que jamás atacaría sin el permiso imperial, podría recibir su luz verde para atacar a Irán mientras las OTAN distrae las defensas persas hacia las aguas del golfo, con amenazas pero sin intervenir directamente para no justificar reacciones simétricas de Rusia o China. Se implementaría una guerra entre potencias a través de peones, como fue el estilo de la Guerra Fría. ¡Como ha sido el estilo de dominio sobre este mundo!
Lógicamente, cuando hablamos del platillo mayor atacado, Irán, es porque Siria habrá pasado a la historia ha rato, rindiendo su tributo a la perpetuación funcional de la “mejor democracia del mundo”. Pero estos son barruntos. Lo que importa ahora es Siria, aunque sin ser exactamente lo más importante ( lo es electoralmente para los EEUU). La tentación para su ataque estribaría en que rusos y chinos no harían grandes mohines de protestas, reservados como están para restearse con Irán, uno con poder militar y otro económico.
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