Dos elecciones decisivas se celebran en las próximas semanas, cuyo resultado definirá el nuevo rumbo del mundo. La primera, a mediados de este mes, tiene lugar en el marco del XVIII Congreso del Partido Comunista de China, donde existe bastante posibilidades, que Xi Jinping será elegido nuevo secretario general del Partido, en sustitución de Hu Jintao, primer paso hacia su probable elección, dentro de unos meses, como próximo presidente de China y, en consecuencia, líder de la segunda economía mundial, y rival estratégico de Estados Unidos.
La segunda, el 6 de noviembre, decidirá la leyenda del afrodescendiente del partido demócrata Barack Obama en la presidencia de Estados Unidos o su sustitución por el republicano Mitt Romney. Aunque está demostrado que un cambio de mandatario no afecta demasiado al poder financiero y militar en los Estados Unidos, quien en definitiva decide lo que hace en ese país y en el planeta tierra.
Barack Obama tiene pocas posibilidades de renovar su mandato, debido a los asesinatos de los diplomáticos estadounidenses en Libia y los ataques contra la embajada estadounidense en Egipto el pasado 11 de septiembre. Justo once años después de los atentados contra el World Trade Center en 2001, han puesto de moda los temas de la política exterior en la campaña electoral. ¿Podría esto favorecer o perjudicar la reelección de Obama?
Los únicos candidatos estadounidenses, que han ganado la presidencia en ese país, basándose en un proyecto de política exterior, son lo que han comenzado una nueva guerra. Sin embargo, se puede afirmar que esos trágicos sucesos recientes no han desfavorecido a Obama en la medida en que, por contraste, su rival republicano Mitt Romney dio, en los debates, una imagen de político superficial e irresponsable. Muy alejada, en todo caso, de la imagen que la opinión pública tiene de un verdadero hombre de Estado.
Si agregamos a eso, el efecto devastador que provocó, días después, la difusión de un vídeo “clandestino” en el cual Romney declaró con desprecio que la mitad del país –los electores de Obama– se compone de “víctimas”, de “perdedores” y de “asistidos”, podemos afirmar que el presidente saliente recobra, a pocas semanas del escrutinio, posibilidades de ganar.
Porque, habiendo prometido mucho durante su campaña de 2008, Barack Obama decepcionó en igual proporción. Él mismo admitió haber vendido demasiados sueños. Y su popularidad disminuyó. Tanto que cabe preguntarse ¿cómo un hombre que atrajo a dos millones de personas el día de su toma de posesión en Washington en enero de 2009, y que tiene más de trece millones de seguidores en Twitter, ha podido perder tanta popularidad.
Político brillante y el primer presidente afrodecendiente de Estados Unidos, no ha conseguido logros sociales en su país, por la oposición del partido republicano en el congreso. La crisis financiera que se ha transformado en crisis económica global, sigue dominando la vida política, y las instituciones siguen paralizadas, el desempleo aumenta y la economía sigue en recesión, solo comparable con la Gran depresión de 1929 al 1940.
Obama al tomar el poder, le falto valentía para golpear de inmediato al Partido Republicano y ampliar el frente de las reformas. Debió dirigirse directamente al pueblo para presionar al Congreso. Y obligarle a votar las leyes sociales y fiscales que hubiesen permitido reconstruir el Estado de bienestar social. La Casa Blanca no promovió suficientemente el Employee Free Choice Act que hubiese garantizado a los trabajadores la posibilidad de crear más sindicatos.
Los demócratas al comenzar el gobierno, tenían el control del poder ejecutivo y legislativo: la mayoría en la Cámara de los Representantes y mayoría en el Senado. El control de esas dos palancas esenciales, basta para dirigir un país. Ahora la situación es muy cuesta arriba para su reelección, ningún presidente ha salido reelecto con un desempleo tan alto. El desempleo ha estado por encima del 8 % durante 43 meses consecutivos.