El socialismo en España

Algunos “radicales” y “federales” de aquella época (1850) se llamaban simonianos. Sin embargo, Núñez de Arenas afirma que son las doctrinas de Fourier las que introducen el socialismo en España. En este período van apareciendo en España las primeras influencias socialistas importadas de Francia. Los intérpretes de las nuevas corrientes socialistas son: entre otros, Fernando Garrido, socialista cooperativista; Flórez Estrada y Borrego, colectivistas y agrarios; otros de tipo socialcristiano como Villanueva, o fourieristas y proudhonianos como Ramón Sagra y Joaquín Arbeu, que a su vez van ganando nuevos adeptos, tales como Huarte o Hugarte, Sagrario Veloz, Faustino Alonso, Pedro Bohorques, Ramón Cala, Dorronsoro, Guillen, Federico Beltrán, Sixto Cámara. En Cataluña, Suñer y Capdevila, Abdón Terradas y otros que se titulan comunistas, constituyen una escuela para trabajadores. En Barcelona, en 1847, dirigida por Monturiol, publicábase La Fraternidad, que se declaraba igualmente comunista partidaria de las doctrinas de Cabet, haciendo propaganda de su famosa expedición a América para establecer su soñada sociedad icariana. Gracias a esa campaña de la Fraternidad, incorporóse a la expedición un grupo de catalanes.

En Madrid, por igual época, (1847) publicábase La Reforma Económica, de Sixto Cámara, y El Eco de la Juventud, de Fernando Garrido, refundido más tarde con La Asociación de Ordás Avecilla. Suspendida La Asociación, fúndase El Amigo del Pueblo (1850), llamado más tarde El Trabajador. En torno a cada uno de esos periódicos del período heroico, de los balbuceos del movimiento obrero en España, agitabanse las inquietudes de las diferentes doctrinas sociales de aquella época. La primera organización de tipo obrero que se constituye en España, con un contenido de lucha, de defensa de los intereses de sus agremiados —mutua protección—, fue fundada en Barcelona por el obrero tejedor Juan Muns en 1840.

En la vida emocionante, azarosa y aventurera de Saint-Simon hay un episodio en relación con España. El Gobierno español intentaba llevar a la práctica el proyecto de convertir a Madrid en puerto de mar construyendo un canal hasta el Mar Mediterráneo. Pero el proyecto no podía ser llevado a la práctica por falta de dinero y de mano de obra. Saint-Simon, de acuerdo con Cabarrús (1787), se compromete a realizar esta obra gigantesca con una legión extranjera de seis mil hombres que él mismo reclutaría. Al estallar la Revolución en Francia, Saint-Simon regresa a su país y el proyecto queda abandonado. Anteriormente a este proyecto, después de terminada la guerra en los Estado Unidos, en la que había tomado parte luchando a las órdenes de Washington, Saint-Simon habíase desplazado a México, donde propuso al virrey establecer un canal que uniera los dos océanos a través del istmo.

La idea central de Saint-Simon aspiraba a “la organización científica de la Humanidad” con la exaltación “a la industria”. Pero entendiendo por “industria” el trabajo, todo lo que hay de creador en el hombre laborioso. Propugnó por una federación europea y por su organización política. Para Saint-Simon había tres clases sociales fundamentales: el clero, la nobleza y la clase “industrial”. En 1821 publica su obra El sistema industrial. Para él no había proletarios: todos eran productores. Prescindiendo del pueblo trataba de establecer los principios de una nueva religión desarrollando sus ideas por medio de un “catecismo de los industriales” y de su obra definitiva: El nuevo cristianismo (1825). No se pueden calificar de socialistas la mayor parte de las ideas de Saint-Simon; pero, teniendo en cuenta la época en que vivió, anterior a la formación del movimiento obrero, puede ser considerado como uno de los precursores del socialismo científico de mediados del siglo XVIII. Según el profesor Dautry, en su prefacio del estudio Saint-Simon, trozos escogidos, Saint-Simon da continuidad a los enciclopedistas y anuncia a Marx. “Post-enciclopedista y presocialista —dice— serían los términos que mejor lo definirían…”

Saint-Simon aboga por reformas, pero no ataca las causas que determinan la miseria de las masas. Respetando la estructura social del régimen burgués, lo confía todo al establecimiento de reformas que den solución a los problemas fundamentales que se derivan de la estructura económica del sistema capitalista. No se propone destruir la sociedad burguesa, sino mejorarla por medio de un orden social perfecto establecido a priori que no es más que la justificación de la utopía de sus concepciones basadas en gran parte en las ideas de los “reformadores” del siglo XVIII. Saint-Simon no confiaba en el pueblo. Para él las masas eran incapaces de asegurar la dirección económica y política de la sociedad, atribuyendo esa misión “a los más capaces”, es decir, a los industriales, a los “sabios”, si bien condicionaba que este papel dirigente se ejerciera no en beneficio de una minoría, sino de la colectividad, en particular de “las clases más numerosas y pobres”.

“Todas las instituciones sociales —dice Saint-Simon— deben tener por propósito el mejoramiento de la condición moral, intelectual y física de las clases numerosas y pobres…” A cada uno —pedía— según su capacidad: a cada capacidad, según su trabajo…

En Barcelona —dice Antonio Fabra Rivas en su libro El socialismo en España, París, 1903— la idea socialista ha tenido sus apóstoles, pero en Cataluña son las ideas de Cabet las que dominan.

“A tal punto que, cuando éste se traslada a Nabuco, sobre las riberas del Misisipí, para fundar la comunidad icariana, le acompañan algunos catalanes…” En este grupo de catalanes, que atraídos por la utopía de Cabet le acompañaron, según Núñez de Arenas, figura un tal Rovira, que terminó suicidándose en Nueva Orleáns “renegando de sus ilusiones y condenando a su maestro”. Las teorías de Fourier y Cabet aparecen relacionadas con la historia del movimiento obrero de España y del socialismo en su primer período “reformador”, utópico y pleno de misticismo religioso. Cabet sentía una gran admiración por el pueblo español; consideraba que ningún otro le superaba en riqueza de hechos revolucionarios. En su folleto Bombardement de Barcelona dedica los más elevados elogios a las gestas revolucionarias de Cataluña (1840-1841-1843).

Marx, en la Revista Comunista (1847), refiriéndose a la famosa Icaria, decía: “Estimamos la persona del ciudadano Cabet, pero combatimos su proyecto de emancipación y estamos convencidos de que si la campaña que él propone tiene lugar resultará de un gran perjuicio para el principio comunista porque los gobiernos triunfaran y los últimos días de Cabet serán atormentados por amargas desilusiones”. Palabras proféticas. Así termino Cabet sus días.

El artículo de Marx terminaba con este llamamiento: “Hermanos: Mantengámonos sobre la brecha en nuestra vieja Europa, trabajemos y luchemos aquí, porque no es más que en Europa donde existen actualmente todos los elementos para el establecimiento de una comunidad se establecerá aquí o no lo será en ninguna parte.” (El Manifiesto Comunista, A. Costes, Editor, pág. 152.)

La hegemonía, el monopolio de los grupos anarquistas de Cataluña en las relaciones internacionales, entre el movimiento obrero español y la Internacional, había terminado. No obstante los aspectos negativos de este período, es obligado reconocer que Cataluña es la cuna del movimiento obrero español. Allí nació la primera organización de clase; allí se celebró el primer Congreso obrero, el primer Congreso campesino; de allí salieron los primeros delegados a los congresos internacionales, los primeros mensajes internacionales; allí se fundó la Unión General de los Trabajadores de España; allí celebró su Congreso constituyente el Partido Socialista Obrero Español. Allí estaba y está la principal concentración proletaria de ese país. Allí está un puntal fundamental de la Revolución Española y de la futura España socialista

“La Internacional, fue el bautismo de guerra de lo que más tarde sería el himno del proletariado mundial. En 1896 —20 de julio— aprovechando el viaje al IV Congreso Internacional que se celebraría en Londres el 27 de julio, asistieron Pablo Iglesias, Antonio García Quejido y Casimiro Muñoz fueron los primeros delegados españoles que escucharon las estrofas revolucionarias de ‘La Internacional’. (En la ciudad de Lila) Vivieron la primera batalla en la que el himno de La Internacional enardeció a los trabajadores.”

Ni Iglesias ni Quejido, nos imaginamos que tampoco Muñoz, tuvieron la preocupación de hacerse con la letra del himno con el fin de darla a conocer a los trabajadores españoles. No tenían carácter para ello. De haberla traído, a su regreso de Londres, “La Internacional” hubiese sido la canción de lucha y de unidad del proletariado español a partir de 1896, y no como lo fue muchos años más tarde. (1931-1936)



¡Pa’lante Comandante, estamos contigo! Lucharemos, Viviremos y Venceremos.

Hasta la victoria siempre y patria socialista.

¡Gringos Go Home! Libertad para los cinco hermanos cubanos héroes de la Humanidad.

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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