Sus ideales, sus aspiraciones, sus banderas: Nosotros queremos la revolución universal, social, filosófica, económica y política, con el objeto de destruir el orden de cosas actual fundado sobre la propiedad, la explotación, la dominación y sobre el principio de la autoridad, sea religiosa, sea metafísica y burguesamente doctrinaria; que no quede piedra sobre piedra, al grito de paz a los trabajadores, libertad a todos los oprimidos, muerte a los dominadores, a los explotadores y a los tutores de toda clase. La Iglesia la consideramos como una enfermedad nacida del miedo, y como una fuente de indecible miseria para los pueblos. La religión es perniciosa no sólo intelectual, sino también moralmente. Como es sabido, se opuso a la abolición de la esclavitud, mientras se atrevieron, y con unas pocas y sonadas excepciones, se oponen en la actualidad a todo movimiento hacia la justicia económica-social.
El Papa ha condenado oficialmente el socialismo. Nosotros debemos destruir todas sus instituciones y sus leyes religiosas, políticas, jurídicas, financieras, policiacas, económicas y sociales a fin de que todos esos millones de pobres seres humanos, engañados, atormentados, explotados, queden liberados de todos sus directores y bienhechores oficiales y oficiosos; que las asociaciones y los individuos respiren, en fin, en una completa libertad.
En este mundo hay gran cantidad de injusticia y esto es una razón para suponer que la justicia no rige el mundo; y en este caso proporciona argumentos morales contra la sociedad, no en su favor. Negamos el libre arbitrio y el pretendido derecho de la sociedad burguesa a castigar. La justicia, por ella misma tomada en el más amplio sentido humano, no es más que una idea, por así decir, negativa y de transición. Plantea el problema social, pero lo razona, no hace más que indicar la única vía posible para la emancipación de los pueblos, es decir, de la humanización de la sociedad por medio de la libertad y la igualdad; la solución positiva no podrá ser dada más que por la organización cada vez más racional del pueblo español. Esta solución tan deseada, el ideal de todos, es la libertad, la moralidad, la inteligencia y el bienestar de cada uno por la solidaridad de todos, la humana fraternidad.
Si los cambios de conciencia experimentados en esas clases revolucionarias se relacionan estrechamente con la vinculación hecha por los trabajadores entre su nivel de vida y el nivel de otras clases, entre sus problemas económicos y la vida política del país, preciso será examinar cuáles son las relaciones entre precios y salarios, tanto para los trabajadores de la ciudad como para los del campo. Nada nuevo puede decirse sobre las clases burguesas que tradicionalmente dirigen la política española. En nada cambiaron los grandes propietarios de la industria y de la tierra, como no fuera en mostrar cierto interés por las empresas bancarias.
En resumen al día de hoy España: Sigue siendo el país agrario de agricultura no capitalista, sino atrasada, el país de un mercado consumista interior; aún juega en el mercado exterior con sus materias primas, pero la salida de éstas se realiza en detrimento de sus propias posibilidades de industrialización. Su industria ligera lucha con los precios de las materias primas y, más aún, con los precios de la maquinaria a importar, lo que repercute en un costo elevado de producción, pese a los salarios nada elevados de los trabajadores. España es aún prisionera de los moldes de vida de otros tiempos. Por eso, el examen de su situación de desarrollo sigue siendo fundamental.
Comenzó el siglo XXI en esta época del liberalismo teniendo que hacer frente a varias huelgas generales contra el desempleo, la corrupción, los desahucios, viviendas vacías, la salud, la educación, el transporte y la carestía de la vida. El Trono —el viejo régimen fascistoide para hablar con claridad— siempre tiene eternamente otro aliado: la Iglesia Católica. Astucias sin cuento y liberalismo verbal prolongan la existencia del bipartidismo gobernante, (PePeros y PSOE) en el poder. El hambre, el desempleo y los desalojos es cada vez mayor. Ya se advierte que esta exigencia del pueblo no está inspirada en sentimientos altruistas, ni tampoco en el deseo de salvaguardar los intereses peculiares…
Es una de las concepciones más erróneas la de estimar como los más legítimos productos históricos bajo un rey y una bandera. Debajo de esa historia de sucesos fugaces, hay otra profunda historia de hechos permanentes, historia silenciosa, la del pueblo español que un día y otro, sin descanso, se levantan al abrir el día y un día y otro son víctimas de las exacciones autoritarias. Se les saquea el fruto de su trabajo por parte de quienes ningún daño les ha hecho, ni en nada les dificultan su perfeccionamiento. Es cierto que con la agravación de las tensiones sociales, y la exigencia de un relevo de clases, así como con el ensanchamiento del horizonte del saber humano y sus aplicaciones, el papel del pueblo crece en importancia; que para las viejas castas dominantes son inútiles e incluso perjudiciales.
Señor Rajoy: “En nuestro siglo XXI, tradición y progreso no se encastillarán en banderías, sólo beneficiosas a quien, temiendo a éste, invocan el nombre de aquélla en falso. España más temprano que tarde acudirá a la cita de la Historia”.
Cito a Don Miguel de Unamuno: ¿Cuántas cosas no se hubieran resuelto si Simón Bolívar nos libertara a nosotros los españoles?
¡Viva la III República Socialista Española!
manueltaibo1936@gmail.com
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