El limbo católico era aquel lugar en el que no se gozaba de Dios pero tampoco se sufría. En 2006 el papa Juan Pablo II lo eliminó. Pero la teología católica, aprovechando la «limpieza», aclaró otro frente: el infierno. Según aquella el infierno sí existe, aunque Juan Pablo II aseguró que no era «un lugar» sino un estado de ánimo, un dolor infinito por el alejamiento absoluto de Dios.
El papa Benedicto XVI se preguntaba en una visita a Auschwitz ¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció en silencio? ¿Cómo pudo permitir esta masacre, este triunfo del mal?
Obama incumplió su promesa de cerrar la mayor vergüenza del mundo «civilizado» actual, citando a dios cada vez que puede. Según él, quiere pero no puede cerrar Guantánamo por culpa del Congreso, presentándose como un indefenso y bien intencionado funcionario a merced de los buitres-congresistas, que por cierto, también citan a dios cada dos por tres. 130 de los 166 detenidos en Guantánamo llevan más de 100 días en huelga de hambre en protesta por su secuestro y encarcelamiento de 11 años sin cargos ni juicio. Muchos de los secuestrados lo fueron siendo menores de edad, y fueron sometidos a torturas aberrantes. Treinta de los huelguistas son alimentados a la fuerza por medio de un tubo introducido por la nariz, garganta o estómago, una «alimentación» considerada como tortura y violación de la ley internacional por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU. Los secuestrados son obligados a beber agua no potable, con la intención de que abandonen la huelga contrayendo una enfermedad estomacal con agua contaminada. 86 de los secuestrados tienen una orden de liberación pero, como parte de la tortura, permanecen secuestrados indefinidamente debido a la burocracia y a la exigencia del Congreso de aportar pruebas fidedignas de que los secuestrados, liberados en el futuro, no serán una amenaza para la seguridad estatal de Estados Unidos.
Guantánamo es ese limbo-infierno que todos sabíamos que existía en el que los pobres, los desheredados de la tierra musulmanes, después de ser desposeídos de toda humanidad, de todo derecho, permanecen a la espera de la decisión de su secuestrador, cruel, soberbio y cínico.