Del 7 al 13 de septiembre de 1874 tuvo lugar en Bruselas una reunión que los bakuninistas consideraron como el VII Congreso de la Internacional (II escisionista), pero que de Congreso y de internacional no tenía más que el nombre. El grupo escisionista iba hundiéndose en la indiferencia, perdiendo, rápidamente su influencia, a pesar de sus esfuerzos por apropiarse y utilizar el nombre de la Internacional. El movimiento obrero sufría por todas partes los embates de la reacción, sin que ello quisiera decir que fuera menos fuerte que en cualquier otra época pasada, sino que, por el contrario, ofrecía unas condiciones objetivas de más capacidad y fortaleza. Vivía uno de esos momentos de crisis de crecimiento y de dirección que nos ofrece la historia del movimiento obrero a través de su desarrollo. Necesitaba formas de dirección superiores que, sobre la experiencia de la primera etapa de la Internacional y de la labor demoledora del anarquismo, interpretaran una nueva realidad y un nuevo período en el seno del movimiento obrero que vivía los estertores de una etapa que moría para dar vida a otra más vigorosa; la etapa de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales de oficio.
La organización de España sufría la represión desencadenada en contra de ella después de los movimientos huelguísticos de Alcoy y de otros lugares y de la disolución de la Internacional por las Cortes. Severino Albarracín, miembro del Consejo Federal Español aliancista que residía en Alcoy, uno de los principales dirigentes de los sucesos de aquella ciudad, refugiase en Ginebra, donde reside hasta 1877, jugando un papel importante en las actividades internacionales del anarquismo y en relación con España, muy particularmente en lo que se refiere a la organización y orientación de la famosa “Mano Negra”.
Asisten a la reunión de Bruselas 16 delegados, de ellos 9 belgas. Por España asiste Gómez (Rafael Farga Pellicer). El orden del día constaba de 4 puntos:
1. ¿Por quién y cómo serán hechos los servicios públicos en la nueva organización social?
2. De la acción política de la clase obrera.
3. ¿Procede que el “Congreso” universal dirija un manifiesto a todos los trabajadores y asociaciones obreras para explicarles el carácter de las luchas que han tenido lugar y las bases fundamentales en que reposa la organización de nuestra Asociación?
4. Procede escoger una lengua universal para el intercambio de correspondencia entre las federaciones regionales.
El orden del día mostraba ya, por sí sólo, que la reunión (y no Congreso) carecía de interés. A los reunidos no les fue posible llegar a un acuerdo sobre ninguno de los puntos del orden del día. Los delegados limitaronse a informar sobre la situación de “sus movimientos”. Rafael Farga hizo un amplio y detallado informe sobre España, acontecimientos revolucionarios vividos y represión del Gobierno, subrayando “que las federaciones de oficio no se limitaban a las cuestiones de resistencia (económica), sino que cada día se situaban más abiertamente en el terreno revolucionario…”
Debatido el primer punto del orden del día a base de la Comuna, la Federación de Comunas y la Comuna Universal se establecía que a la Comuna (local) le correspondían los servicios públicos, seguridad, higiene, asistencia pública, todo lo que se refería a los trabajos locales, vivienda, administración del Bazar Municipal, etc. A la Federación de Comunas (nacional), los caminos, telégrafos, ferrocarriles, grandes obras, irrigación, los bosques, seguros, transportes fluviales, etc. A la Confederación Universal, o Comuna, le correspondían ciertas actividades de utilidad general como los grandes viajes científicos, la estadística general del globo, etc. Los reunidos no se ponen de acuerdo. Ciertos delegados veían en este tipo de organización un principio de Estado y de autoridad que los fieles anarquistas no podían aceptar… El delegado español estaba entre esos “puros”. Farga Pellicer sostiene que los internacionales españoles, después de mucho tiempo y en general, se han pronunciado por la anarquía, de suerte que serán opuestos a toda reorganización de los servicios públicos que tienda a la reconstitución del Estado…
Al final, el VII “Congreso” decide que este problema sea sometido a las federaciones para examinarlo nuevamente en el próximo.
El segundo punto, el de la acción política, provocó serias discusiones sin que pudieran llegar a un acuerdo. Sus actitudes anteriores en orden a este problema fundamental que había sido tan discutido en todos los congresos había alcanzado tal fuerza en el movimiento obrero que el anarquismo ya se mostraba incapaz de enfrentarse con él, registrando así, sin que ellos quisieran, el reconocimiento pleno de la justeza de la línea de la Internacional y de su posición política. El delegado español, una vez más, es el exponente de la “pureza” de las posiciones anarquistas y de su intransigencia:
La situación ha venido a ser de tal modo revolucionaria en España —dijo—, que la expresión “acción política” ni siquiera es posible…
Para salir del atolladero en que se encontraban, los reunidos aprobaron una resolución de compromiso que decía:
Sobre la cuestión de saber en que medida la acción política de la clase obrera puede ser necesaria o útil al advenimiento de la Revolución Social, el “Congreso” declara que correspondena cada Federación o partido democrático socialista de cada país determinar la línea de conducta política que ellos piensan seguir.
De acuerdo con el tercer punto, fue adoptado un manifiesto más al que Farga incorporó un párrafo anticlerical. Sobre el cuarto punto del orden del día, después de una discusión sin llegar a un acuerdo, los reunidos deciden recomendar “el estudio de las lenguas vivas…”
El II Congreso de los escisionistas, llamado impropiamente por ellos VII Congreso de los escisionistas de la A.I.T.T., había terminado… acordando que, el próximo se celebrara en Barcelona en 1875. La Federación del Jura quedaba encargada de constituir el Consejo.
El anarquismo perdía para siempre su influencia casi decisiva en los movimientos obreros de algunos países, tales como España, Italia, Bélgica y otros; ya no serían en los congresos futuros un obstáculo serio. Las realidades y los acontecimientos, más tozudos que sus “principios”, les empujaba y arrinconaba separándoles de las masas.
La primera etapa de la Internacional había sido el yunque en que se habían forjado los principios políticos de un tipo nuevo de movimiento obrero que iba teniendo su expresión en la creación de los partidos políticos de la clase obrera, que darían continuidad histórica a la Primera Internacional.
El grupo escisionista de la Internacional había enviado un mensaje de saludo al Congreso de Gotha, que fue contestado por otro que firmaba Liebknecht. “El Congreso de los socialistas alemanes —decía el mensaje de respuesta— me encarga de expresaros su alegría porque el Congreso de la Federación del Jura se haya pronunciado a favor de la unión de los socialistas. Sin duda, la discordia en las propias filas del proletariado es el sólo enemigo que debemos temer; todo lo que de nosotros dependa será hecho para poner fin a las disensiones del pasado…” Los bakuninistas empezaban a recibir los contragolpes de la unidad frente a su labor de desintegración.
¡Pa’Fuera los sindicaleros burgueses corruptosbakuninistas (Méndez y Toxo)de la U.G.T. y CCOO!
¡Viva la III República Socialista!
¡Chávez Vivirá por Siempre!