Considerado actualmente el paladín de la “no violencia” y de la “desobediencia civil”, las mismas características con las que se suele reivindicar a Mahatma Gandhi. Sin embargo, Mandela escogió esa vía como estrategia a pesar de que su “corazón sabía que no era la respuesta”. No tenía más opción, dada la desventaja que representaba el luchar contra un Estado fascista, represor, criminal, que había recrudecido sus políticas racistas tras la toma del poder por el Partido Nacional (National Party, en inglés) en 1948 en Suráfrica.
Este partido simpatizaba con la Alemania nazi y llega al poder mediante una campaña de odio centrada en dos lemas: Die kaffer op sy plek ( El negro en su lugar) y Die Koelies uit die land (Fuera los coolies (indios) del país). Así comienza a implantarse legalmente algo que estaba de hecho ya establecido desde que los holandeses e ingleses (principalmente) comenzaron a colonizar Suráfrica a mediados del siglo XVII: el apartheid.
En 1947 fue elegido miembro del Comité Ejecutivo del Congreso Nacional Africano (CNA). Hasta ese momento no se había involucrado en ninguna campaña de importancia, y “aún no comprendía los riesgos y las incalculables dificultades de la vida de un luchador por la libertad”.
La formación cristiana que por entonces imponían los colegios determinaban que el modelo del “ingles culto” era el patrón que debían seguir los sudafricanos. Aspiraban a ser “ingleses negros”, como despectivamente los llamaban. Es por ello que Mandela no puede precisar el momento de su politización o cuando supo que dedicaría su vida a “la lucha por la liberación. Ser negro en Sudáfrica supone estar politizado desde el momento de nacer, lo sepa o no. Los niños africanos nacen en hospitales para negros, los llevan a casa en autobuses sólo para negros, viven en barrios exclusivamente de negros y, si asisten a ella, acuden a una escuela donde únicamente hay niños negros”.
Una vez que se afilia al CNA, en 1944, ese mismo año participa en la fundación de la Liga Juvenil del Congreso y es elegido miembro del comité ejecutivo, junto con A.P. Mda, Jordan Ngubane, Lionel Mojombozi, Congress Mbata y David Bopape. Anton Lembede, doctor en Arte y licenciado en Derecho, fue elegido presidente.
Mandela sostenía originalmente la tesis del “nacionalismo africano” y tuvo discrepancias que parecían irreconciliables con los militantes comunistas que compartían las mismas luchas de liberación, hasta que comenzó a estudiar a Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao Zedong, entre otros. Desde ese momento no existió para Mandela contradicción alguna entre el nacionalismo africano y el materialismo dialéctico.
Mandela sufrió persecuciones, clandestinidad, confinamiento, juicios y cárcel en varias oportunidades. El 12 de junio de de 1964, Mandela fue condenado a cadena perpetua bajo la acusación de “conspiración”, considerada como “crimen de alta traición”. Para este cargo, el Estado segregacionista debía aplicar la pena de muerte, como establecían las leyes, pero el juez dijo haber actuado con “clemencia”. Lo cierto es que las manifestaciones públicas en Sudáfrica y la presión internacional en solidaridad con todos los revolucionarios africanos en juicio fueron determinantes para que no aplicaran la pena de muerte y fue enviado a la isla Roben. Posteriormente es trasladado a la cárcel de Pollmoor y luego a Victor Verster, y su número de preso, el 46664, fue su nombre durante 27 años. El legado de Mandela debe servir para arrojar luz sobre las injusticias que ocurren a diario en Estados Unidos.
rauljoseramirez@hotmail.com