En 1932, en el occidente de El Salvador se realizó un gran levantamiento campesino como respuesta a reformas llevadas adelante por el gobierno, que afectaban a los campesinos y favorecían a los terratenientes. El dictador Maximiliano Hernández Gutiérrez reprimió a sangre y fuego las manifestaciones que devinieron en un genocidio de 25 mil campesinos, en su gran mayoría indígenas. Si consideramos que la población de el país para la época era de alrededor de un millón de habitantes podemos tener una dimensión real de la magnitud que dada la composición de los asesinados ha llegado a ser catalogado también como un etnocidio.
El gobierno de Hernández Gutiérrez responsabilizó al Partido Comunista Salvadoreño (PCS) de las acciones de protesta que escalaron hasta llegar a lo que también se ha denominado como una insurrección campesina. El 1° de febrero de 1932, el líder comunista Agustín Farabundo Martí, junto a los dirigentes estudiantiles Alfonso Luna y Mario Zapata fueron fusilados en San Salvador.
Sobre estos hechos, Schafik Handal, Secretario General del PCS, miembro de la Comandancia del FMLN durante el período de guerra y líder de la organización al finalizar la misma, nos recuerda en sus memorias que al respecto se han escrito muchas mentiras, agregando que “No hubo durante muchos años posibilidad de replicar y se dieron por verdades, falsas historias como aquéllas donde se relata que las ´hordas comunistas` entraban a las casas, violaban a las mujeres, mataban niños y asesinaban a mucha gente. Todo eso es y fue mentira. En verdad muy pocas personas murieron a manos de los insurgentes”. Este evento escrito con la sangre de miles de salvadoreños marcó indeleblemente la historia de este país centroamericano en el siglo XX.
En 1980, las fuerzas revolucionarias que luchaban contra el gobierno de facto que se había entronizado en el país en octubre del año anterior, formalizaron un proceso de unidad que conformó una única organización política-militar para llevar adelante la pugna contra la dictadura en los frentes militar, político y diplomático. Los hombres y mujeres que participaron en la creación de la nueva estructura no dudaron en denominar a la misma con el nombre de aquel adalid de las luchas de comienzos de siglo. Así, el 10 de octubre de ese año nació el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como paso superior a la Dirección Revolucionaria Unificada (DRU) que ya venía funcionando desde mayo.
El período de confrontación bélica iniciado a partir de entonces, obligó a los revolucionarios salvadoreños a elevar no sólo su nivel militar, sino también el político y el diplomático. Con grandes contratiempos al comienzo y, llevando adelante un proceso de elevación de la capacidad combativa de conjunto, el FMLN fue construyendo su unidad interna en la búsqueda de los objetivos que se iban trazando en el desarrollo de la guerra que duró doce largos años y en la que se calcula que murieron alrededor de 70 mil ciudadanos.
En 1989 se iniciaron conversaciones entre el gobierno y el FMLN a fin de poner fin al conflicto bélico. Este proceso arduo y complicado llegó exitosamente a su fin el 16 de enero de 1992 tras la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, México, convirtiendo a la organización guerrillera en un partido político que a partir de entonces entraría a participar como tal en los marcos de una frágil democracia representativa que se propuso profundizar creando mecanismos reales de participación popular.
El FMLN es hoy la segunda fuerza política del país después de las comicios legislativas y municipales del 11 de marzo de 2012 tras obtener 31 diputados de los 84 que conforman la Asamblea Legislativa y 85 alcaldías de las 262 que tiene, aunque en 2009 tuvo la capacidad necesaria para alcanzar al gobierno llevando a la presidencia al periodista Mauricio Funes.
Ahora, cinco años después, la nación centroamericana ha realizado la primera vuelta de las elecciones presidenciales donde no hubo ganador por lo que los ciudadanos tendrán que acudir nuevamente a las urnas el próximo 9 de marzo.
La víspera de las elecciones que se realizaron el pasado domingo 2 de febrero se conmemoró el 82 aniversario del fusilamiento de Farabundo Martí y sus compañeros. Muy temprano, en la mañana del sábado, dirigentes y militantes del FMLN acompañados por visitantes venidos de variados rincones del planeta llegaron al cementerio a rendir homenaje al héroe que diera su nombre a la organización. En el mismo camposanto, reposan los restos de Schafik Handal y del General Francisco Morazán, hondureño de nacimiento y poseedor de una extraordinaria visión integracionista que lo hizo ser el más importante de los continuadores del ideal bolivariano en Centro América durante el siglo XIX. Ante estos tres grandes de la historia salvadoreña, los militantes del FMLN, a través de las voces del Presidente de la Asamblea Nacional Sigfrido Reyes y la Secretaria de Relaciones Internacionales Nidia Díaz, ambos miembros de la Comisión Política se comprometieron a la victoria en la próxima jornada electoral.
A esa hora, el cementerio de los Ilustres, ubicado en una populosa barriada de San Salvador, rodeado -cosas de Nuestra América- del más importante mercado popular de la ciudad, rebosaba febril actividad de los pequeños comerciantes quienes con voces vocingleras anunciaban sus productos. Los sacos de mangos, jocotes, chayotes, güisquiles, ocras, carambolas y ayotes cubrían las aceras del mercado cuya retaguardia era cubierta por la pared de la necrópolis. El salvadoreño, pueblo humilde y muy laborioso desde estas tempranas horas del día trabajaban con un entusiasmo que los rebasaba transmitiendo la alegría que los caracteriza, a pesar de las dificultades de un país que intenta salir adelante a pesar de una derecha recalcitrante que durante décadas ostentó el poder, aprovechando para construir falsas verdades a través de feroces medios de comunicación que levantan inexistentes imágenes de terror e inseguridad si el FMLN continuara en el gobierno, ahora a través de un presidente salido de sus propias filas.
Bajo este marco transcurrió el proceso electoral del domingo. Los hechos de corrupción que cobraron fuerza en las semanas previas a las elecciones involucrando a altos dirigentes del ultra derechista partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), entre ellos a un ex presidente de la República, parecían haber decantado definitivamente a los votantes, augurando un probable triunfo en primera vuelta para el FMLN si obtenía el tan ansiado 50% + 1 voto.
Ello no ocurrió. Al obtener “sólo” el 48, 9% de las preferencias populares, se deberá realizar la segunda vuelta el próximo 9 de marzo cuando se dirimirá definitivamente quien será el próximo presidente del más pequeño de los países centroamericanos.
No fue la derecha quien impidió el triunfo electoral del FMLN el pasado domingo, sino una abstención que rondó al 50%. Esa oscura fuerza para la que pareciera no haber estado preparado no les permitió la victoria definitiva. Confrontaron exitosamente a la derecha cavernícola en el plano de las ideas, en la generación de propuestas y en la elaboración de un plan de futuro en el que la Alba tiene un papel preponderante, pero no previeron la inasistencia de tan alto número de ciudadanos a la contienda comicial. En El Salvador, la Alba se manifiesta de manera concreta y tangible: combustible a menor precio que el mercado, créditos y entrega de semillas para los productores, así como la seguridad de que su cosecha será comprada, becas para los jóvenes y muchas otras acciones en beneficio de los más necesitados e incluso de sectores de la clase media . Todo ello hace que encuestas realizadas en el país muestren que la Alba tiene un mayor nivel de aprobación que el propio gobierno, lo cual es calificado de insólito por muchos visitantes extranjeros que han acudido al país como observadores de las elecciones.
En el discurso de victoria, el candidato presidencial del FMLN y actual vicepresidente de la República, Salvador Sánchez Cerén resaltó la importancia de haber obtenido más de 10 puntos de ventaja sobre su contendiente de la derecha y llamó a trabajar para ensanchar el espectro de los que deben participar para conquistar la victoria del 9 de marzo. Un esfuerzo continuado para atraer a los potenciales votantes que no acudieron a las urnas el pasado 2 de febrero será la clave para lograr el tan anhelado triunfo por lo que lucharon y murieron Farabundo y Schafik, así como decenas de miles de salvadoreños.