Vivir y tratar de servir

Anticipo una disculpa por referir este artículo a reflexiones de índole personal. Lo hago porque, además de desahogarme, me permite expresar sentimientos surgidos del análisis crítico de la realidad imperante. Recién sufrí en carne propia la violencia del crimen organizado, vi de cerca la posibilidad de una muerte sin sentido y padecí la destrucción de mi modesta economía pero, más que eso, una seria afectación moral. Al estilo de Estocolmo, agradezco a mis raptores que me hayan respetado la vida pero, sobre todo, que me hayan obligado a reflexionar sobre el significado de seguir viviendo. Creo que el impacto moral ya lo rebasé y que el económico me vale muy poco; estoy vivo y decidido a vivir con el único objetivo de tratar de servir. Confieso mi alegría por ello y por la solidaridad de mi esposa y mis amigos que se han ido enterando del asunto (obviamente estoy amenazado para no denunciar).

El siniestro me vino en momentos de una mayor depresión, la que se genera por ver la ineficacia del sacrificio de tantas personas que luchan por liberar a México de su tremendo destino esclavo. No alcanzo a ver por donde podamos retomar la senda de la procuración de la justicia y el bienestar para las y los mexicanos; veo sólo caminos cerrados, ilusiones frustradas, dispersión de las fuerzas progresistas, aumento de la esclavitud y la miseria, cultura de la impunidad y la corrupción. En este estado de ánimo he estado cerca de retirarme de esta mi trinchera periodística, tras de catorce años de bregar en apoyo de la causa mexicana y latinoamericana, siempre en respaldo de los movimientos que le dan sustancia. El desánimo es mal consejero para el analista de opinión.

Cómo pudiera esperarse la recuperación de la seguridad en una sociedad que es brutalmente injusta; con qué autoridad moral pueden imponer la paz quienes delinquen para llegar al poder y lo emplean para sostener sus corruptas acciones. Pueden detener al Chapo y a todos los capos de los capos, pero la violencia y la inseguridad seguirán y se recrudecerán en tanto prevalezcan la corrupción y la impunidad en las alturas. Las comunidades rurales se organizan para dotarse de seguridad y acabar con los criminales, reemplazando al estado incapaz de garantizarlo, y tener resultados favorables antes de terminar infiltrados por los mismos malandrines. Pero cómo hacerlo en las ciudades grandes caracterizadas por el anonimato y el individualismo. Me parece imposible. Cómo asegurar policías honestos cuando sus jefes son corruptos. Cómo evitar la corrupción cuando la cultura impuesta desde la televisión privilegia el tener sobre el ser y se hace gala del lujo y el hedonismo como valores de vida. No se ve salida fácil.

Cómo eliminar la miseria y el hambre cuando toda la economía está al servicio de la acumulación desmedida de la riqueza en muy pocas manos; cuando no somos capaces de conducir la política económica conforme al interés mexicano, sino supeditada al del extranjero; cuando lo poco que quedaba del patrimonio nacional ha sido puesto en venta por la oligarquía en el poder. La reunión cumbre del TLC sólo hizo propaganda mendaz del “éxito” alcanzado: ni siquiera un esbozo de corrección a los daños sufridos por la economía mexicana; van por más, lo quieren todo.

El Banco de México acaba de dar las cifras de la salida de capitales mexicanos al exterior, casi 40 mil millones de dólares en el año pasado, de los que dos terceras partes se fueron a refugiar en bancos más seguros; en tanto que el gobierno se deshace en poner la alfombra roja a loas inversiones extranjeras a costa de soberanía, ingresos fiscales y, principalmente, bienestar de la población. Por su parte la SHCP informó que la deuda durante el calderonato se más que duplicó (aquel que amenazó que si AMLO llegaba a la presidencia se fugarían los capitales y el país se endeudaría) ahora la deuda total raya al 50% del PIB pero dicen que es manejable (¡Claro, como el chofer de limousina que lleva al magnate a donde mande!).

La cosa está del carajo. Ni modo, habrá que seguir bregando y buscando el rumbo. Ojalá me sigan leyendo. Ofrezco esforzarme por darle algún valor al esfuerzo y servir.



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Gerardo Fernández Casanova


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