Buitres en el cielo de américa latina

La República Argentina está siendo asediada por el más voraz e inmoral de los capitales especulativos, a los que atinadamente se les ha llamado fondos “buitres” o, para mejor entendimiento en México, “zopilotes carroñeros”. Se trata, para decirlo en pocas palabras, de inversionistas que aprovecharon la pérdida de valor de los bonos gubernamentales argentinos cuando se dio la suspensión de pagos en el 2001, para adquirirlos en calidad de basura y pretender cobrarlos hoy a precio de oro, por la decisión de un juez de Nueva York confirmada por la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos. El asunto es de extrema gravedad y variadas implicaciones, que no pretendo explicar aquí; a quien le interese profundizar recomiendo las páginas electrónicas de Argenpress y de Página 12. Me interesa centrarme en el efecto de política internacional del caso porque no es ajeno a un renovado proyecto colonizador que reacciona ante los intentos de emancipación en Nuestra América.

Con el nuevo siglo se registran eventos orientados a la referida emancipación. En primer término Hugo Chávez logra la presidencia de Venezuela, derrotando a los partidos tradicionales por la vía electoral, e inicia el proceso de la Revolución Bolivariana con claro sentido nacionalista y marcada tendencia al socialismo. Le sigue, en 2002, la elección del candidato del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva, en Brasil con un proyecto que, sin ser socialista, propugna por reivindicaciones sociales y, particularmente, enfocado al rompimiento de la dependencia respecto del poder imperial yanqui. Simultáneamente y en medio de la peor crisis imaginable, Néstor Kirchner llega a la presidencia de Argentina y asume la renegociación de la deuda externa desde una posición soberana y nacionalista, logrando quitas y ventajas de pago nunca vistas, aunque no pudo o no quiso reivindicar la ilegalidad y la inmoralidad del endeudamiento; de todos modos, el ejercicio implicó un avance emancipador. Así siguieron surgiendo en Bolivia, Evo Morales impulsado por la mayoría autóctona y contra el neoliberalismo depredador; Rafael Correa en Ecuador, Tabaré Vázquez en Uruguay, Fernando Lugo en Paraguay y Daniel Ortega en Nicaragua, no sin desconocer la heroica lucha libertadora de Cuba socialista. Chile se dio un respiro progresista con Michel Bachelet, ahogado en una concertación inmovilista y que ahora regresa con un mayor grado de libertad. Perú registra un mínimo avance con un presidente progresista pero con un gobierno conservador.

Esta oleada, en mucho producto de las luchas sociales, rápidamente tomó el camino de la integración y el apoyo mutuo. Fueron hechos relevantes el apoyo de Brasil a Venezuela cuando el paro patronal intentó destroncar el proceso revolucionario; la conjunción de voluntades políticas que canceló el proyecto hegemónico gringo del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA); la creación de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR); la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Elementos comunes a todos estos órganos es la exclusión de los Estados Unidos, expresamente requerida para avanzar en el camino de la segunda independencia americana.

El impulso inicial del proceso se dio durante el gobierno de Bush en los Estados Unidos que, posiblemente por afortunada incapacidad, se vio rebasado por los acontecimientos en su patio trasero, no sin mantener bajo permanente acoso a los  gobiernos insurrectos: el golpe de estado y el paro patronal en Venezuela y el proyecto separatista de Bolivia fueron proyectos diseñados, promovidos y financiados por las respectivas embajadas yanquis, afortunadamente frustrados. Con la llegada de Obama al poder se generó una expectativa de cambio en la relación de los Estados Unidos con América Latina, incluso se realizó una cumbre incluyente en Trinidad y Tobago a los pocos meses de su administración gubernamental, en la que se subrayó la dignidad de las naciones y la exigencia del respeto mutuo. Poco duró el embrujo; Obama mostró que no sólo no cambiaría sino que aplicaría mayor rigor e inteligencia en la destrucción del sueño bolivariano.

Es en este marco donde se encuadran hechos que se registran en varios de los países progresistas de América Latina. En primerísimo lugar la escalada de violencia para el intento de derrocar a Nicolás Maduro; la permanente política de desgaste contra Rafael Correa en Ecuador; la campaña mediática contra Vilma Rouseff en Brasil y el intento de poner de rodillas a Argentina con el juego de los fondos buitres.

Cuánto lamento que en México estemos libres de tales presiones. Prefiero la lucha por ser independientes que la comodidad de estar sometido al modelo depredador neoliberal como vil colonia.

Correo electrónico: gerdez777@gmail.com   



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Gerardo Fernández Casanova


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