Durante más de sesenta años se ha visto en el latifundio mediático mundial la propalación del infundio de una supuesta violencia terrorista del movimiento nacional palestino. Ante ese brutal aplastamiento de la otra voz, quién de nosotros no ha sentido el deseo de saber, por lo menos en algún momento de la vida, qué pasa verdaderamente en Palestina. Puede ser algo así como una necesidad existencial, como un querer ver más allá de la locura interminable que nos presentan esas poderosas cadenas o agencias informativas (o desinformativas avasallantes) al servicio del imperialismo yankee; es una necesidad de querer saltar por encima del muro (también los sionistas lo han construido de concreto armado) levantado por esos mismos “medios de comunicación” y que lo llaman verdad, objetividad o imparcialidad, u otro eufemismo de la prostituida libertad de prensa propiedad de los magnates imperiales. Es que solo por sus emanaciones pestilentes, y si se es honesto o por lo menos despierto y con olfato decente, es suficiente para tener la obligación de acusar a esos medios (así se incomode algún periodismo simplón) “por encima de toda sospecha”, como lo escribió en el título de uno de sus libros el profesor Luis Britto García.
Desde el pasado martes 8, como en algunos relatos kafkianos donde lo cotidiano se torna pesadilla, una vez más el Estado sionista de Israel, mediante otro ataque militar brutal e indiscriminado, siembra horror y muerte en la Franja de Gaza. Vuelve el mismísimo estado de Israel a cometer otro genocidio con la complicidad de los Estados Unidos y de las Naciones Unidas, pero también con el silencio no menos cómplice de importantes sectores de la comunidad internacional. Y los habitantes del mundo hoy también somos testigos de cómo se ejecuta, de la manera más desvergonzada, un verdadero apagón mediático mundial con la intención de proteger a ese estado de Israel mientras comete impunemente un nuevo crimen masivo.
No podemos dejar de recordar que el Estado de Israel fue creado por una resolución de la ONU en 1947 con la que se descuartizó a la palestina histórica; es un estado sionista que pretende sustentar su existencia y pertenencia sobre el territorio de Palestina en una de las tantas interpretaciones bíblicas, y por tal muestra absoluto desprecio por la manifestación palpable de pertenencia y añoranza hacia el mismo territorio por parte de las personas que expulsaron hace 67 años junto con todos y sus descendientes. El resultado: miles de palestinos muertos y heridos con sus secuelas de destrucción, sufrimientos y extrañamientos.
El Estado sionista de Israel, que se ha especializado en la práctica del asesinato selectivo, pero que también asesina en masa sin ninguna piedad cuando se trata de palestinos, jamás será condenado por el Consejo de Seguridad de la ONU porque cuenta con el veto de los Estados Unidos. Son incontables sus agresiones, no sólo a los palestinos sino también a sus otros vecinos. ¿En cuántos crímenes ha estado involucrado el Estado sionista de Israel y la ONU nunca lo ha tocado ni con el pétalo de una rosa?
Nunca ha sido un secreto que Israel se da el lujo de ser un Estado altamente militarizado, con arsenal atómico, sin fronteras definidas para seguir expandiéndose para lo cual utiliza abiertamente el terrorismo de estado. Exhibe sin empacho un abultado prontuario criminal ante el cual Consejo de Seguridad voltea hacia otro lado, el mismo organismo de la ONU que es muy severo, incluso hasta llegar al colmo del cinismo, cuando a nombre de la comunidad internacional autoriza a la OTAN para intervenir militarmente en algún país debido a alguno de los antojitos de los yankees, como lo hizo en Libia, a la cual le destruyeron su soberanía e integridad territorial de país, le asesinaron a su jefe de Estado, le mataron a miles de sus habitantes, la mayoría civiles, entre ellos niños, mujeres, ancianos y hasta clérigos, dizque “para salvar civiles inocentes”, cuando en verdad fue una vulgar agresión (cayapa) para apoyar de manera descarada a una de las partes en guerra, prestándose como siempre a pisotear el derecho de los pueblos a la autodeterminación; pero al contrario, cuando se trata del estado sionista de Israel, esa “Comunidad Internacional” siempre aplica el doble rasero y sus medios lo legitiman con el celestinaje más miserable.