Diario de Bucaramanga.
“Hoy, día del Corpus, el Libertador no quiso ir a misa para evitar la asistencia a la procesión; acostado en la hamaca habló de Bogotá, diciendo que allí más que en ninguna parte existía un espíritu de localidad bien perjudicial a los intereses generales de la República y a su estabilidad; que los agitadores se valían de él y que no sería extraño verse un día reproducir los tiempos lamentables y de terror de los años 13 y 14; aquellos tiempos de furores, de barbarie y de guerra civil entre Nariño y Maraya, y aquella insensata y malvada dictadura de Álvarez, que por orden del Congreso General de la Unión desbarató Bolívar, en juntar aquel Estado al Gobierno de la Unión, hacerlo obedecer y quitar el poder a todos aquellos tiranuelos que tenían al Magdalena en una continua agitación, a Cartagena en continua anarquía y que, enteramente ocupados con sus disensiones civiles, dejaban al enemigo en la provincia de Santa Marta y comprometían con esto la seguridad de la Nueva Granada”.
“Así hablaba S.E. el Libertador de los “Uribes” colombianos: “El interés individual, la ambición, las rivalidades, la necedad, el provincialismo, la sed de venganza y otras pasiones miserables agitan y mueven a nuestros demagogos, unidos para derrocar lo que existe y separarse después para establecer sus soberanías parciales y gobernar los pueblos como esclavos y con el sistema español”. Siguió diciendo el Libertador que el foco de aquellos principios, el cuartel general de los agitadores estaba en Bogotá; que el pérfido y criminal Santander (Uribe) era el jefe de aquel partido, que se compone de todo lo que en Colombia hay de más desacreditado, de más inmoral, de más perverso y criminal. “Santander, siguió diciendo S.E., como Granadino es el jefe natural de todos los trastornadores y descontentos de éste país, y excita el odio de todos contra los venezolanos; hace creer que yo como su paisano los protejo más que a los granadinos, y que los ascensos en el ejército y los empleos son sólo para aquellos y no para éstos. Tales calumnias son creídas sin examen y el amor propio granadino queda ofendido. Si la razón discutía el hecho, vería que en la República hay menos empleados venezolanos que granadinos, y que la misma proporción ha existido en los ascensos, aunque hay menos militares granadinos que venezolanos. Por otra parte ¡Qué diferencia entre éstos y aquellos! Si entre los muchos militares venezolanos hay algunos malvados, casi todos son valientes, y sobre los campos de batalla es que han merecido sus graduaciones. No me quiero poner en hacer un paralelo entre los militares de Venezuela y los de la Nueva Granada porque resultaría un contraste poco favorable para estos últimos; sin embargo voy a pasar revista de algunos jefes granadinos. Entre sus generales de división, hay Santander, Córdoba, Fortoul y Pey: Córdoba es el único que tenga valor y sea militar; pero tiene un carácter duro y absoluto; una soberbia ridícula; una vanidad excesiva y sólo es bueno sobre el campo de batalla; fuera de él es peligroso. Entre los generales de brigada hay Morales, Rieux, Antonio Obando, González, Mantilla, Masa, Ortega, París, Ucros, Vélez, Herrán y Moreno. París, Vélez y Herrán, son los únicos militares, capaces de un mando activo: Masa es valiente, como ellos pero su continua borrachera lo hace un hombre inútil. Moreno es un salteador de los llanos y nada más. Morales, Ortega, Rieux, González y Ucros, son hombres de bien y buenos para un mando de provincia. Obando y Mantilla son dos cobardes, incapaces para nada: el último es el bastardo del cura Girón, Dr. Salgar. Entre los Coroneles se verían iguales o peores ineptitudes militares, si quisiera entrar a revisarlos. La mayor parte de los generales granadinos indicados han ganado sus ascensos en servicio de guarniciones; en mandos territoriales, lejos del enemigo, o en las oficinas; no es así con los generales de Venezuela: casi todos ellos son generales de campaña; sus servicios han sido hechos en los campos de batalla al frente del enemigo y combatiendo contra él. La República ha tenido ocho generales en jefe: Yo, Mariño, Arismendi, Urdaneta, Páez, Bermúdez, Sucre y el Almirante Brión; todos ellos son a la verdad venezolanos excepto Brión que era extranjero pero que se examinen sus servicios; la antigüedad de ellos, su naturaleza y sus resultados se verá que todos han merecido aquel eminente grado. Por otra parte, no se puede citar un militar de la Nueva Granada cuyos servicios hayan podido merecerle el empleo de general en jefe. En este juicio no hay parcialidad, ni espíritu de provincialismo. Se me podrá decir que Mariño, Arismendi y Páez, no son dignos de los empleos que posean y que no tienen las capacidades necesarias para ellos: esto es verdad, si se les juzga desde 1826, hasta ahora y que sólo se tenga presente sus talentos y actitudes; pero son sus servicios contra los españoles, lo que les han valido sus empleos, y ellos son inmensos: hicieron esfuerzos prodigiosos, y obtuvieron grandes resultados. Entonces, era lo que se buscaba y lo que se recompensaba. Quieren Uds. Que les diga más, y que les haga unas confesiones que muestran al contrario, una protección parcial e injusta de mi parte para con varios militares granadinos que sólo me dictó la política y no mi deber ni la justicia; pues, óiganla. Padilla, Fortoul y Pey nunca hubieran sido nombrados por mí generales de división, si no hubieran sido granadinos; Morales, Rieux, Obando, Gonzáles, Mantilla y otros estarían todavía en los grados más inferiores de la milicia y no hubieran llegado hasta el grado de general de brigada, si fuesen venezolanos. Ser granadino, pues, les ha tenido lugar de servicios, méritos, aptitudes y valor; finalmente sus ascensos y los de muchos coroneles y tenientes coroneles naturales también de la Nueva Granada, han sido dados en fuerza de una razón de Estado y de un motivo político que hicieron callar mi deber y mi justicia. Ya desde el año 13 que meditaba la unión de la Nueva Granada con Venezuela, mi política tendía en hacerme bien valer y querer a los granadinos, y después del año 19 seguí el mismo plan para conservación de la unión que había logrado. Véase mi Decreto de 30 de setiembre de año 13, dado en Valencia, para honrar la memoria del Coronel granadino Atanasio Girardot: fue un bravo seguramente; murió como un valiente en el campo del honor, en Bárbula y como había combatido en Palace; pero este es el deber de todo militar, y sin un motivo político tal como el que me movía, no hubiera dado el decreto mencionado. Ricaurte, otro militar granadino, figura en la historia como un mártir voluntario de la libertad; como un héroe que sacrificó su vida para salvar la de sus compañeros, y sembrar el espanto en medio de sus enemigos; pero su muerte no fue como aparece: no se hizo saltar con un barril de pólvora en la casa de San Mateo, que había defendido con valor: yo soy el autor del cuento; lo hice para entusiasmar mis soldados, para atemorizar a los enemigos y dar la más alta idea de los militares granadinos. Ricaurte murió el 25 de marzo del año 14, en la bajada de San Mateo, retirándose con los suyos; murió de un balazo y un lanzazo, y lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto y las espaldas quemadas por el sol”.
En el artículo del 17 de los corrientes publicado en Aporrea, escribí y equivocadamente, Empresa Socialista Negro Primero, en vez de Empresa Socialista Pedro Camejo, creada por el Comandante Chávez para prestarles asistencia con maquinaria a los agricultores; la cual desaparecieron, el malandraje, la incapacidad y la corrupción.
“La verdad es para decirla a los cuatro vientos, así vaya a estrujar malos planes de quienes, sin escrúpulos, madrugaron al éxito de la Patria”.
¡Bolívar y Chávez Viven, la Lucha sigue!
¡Venceremos!