El fantasma del neoliberalismo vuelve a recorrer los predios de la política en América Latina. Con un eje de países formando la Alianza del Pacífico se ha logrado revitalizar la tendencia conservadora que durante la década del 90 hizo estragos en la región. El freno a está avanzada en más de una década lo representó una alternativa variopinta de las izquierdas, que lograron conectar los movimientos sociales con el ejercicio de gobernabilidad; aunque el instrumento utilizado fue la vieja democracia liberal en su forma representativa.
Las trabas del PT en Brasil son evidentes, ante la presión de sectores internos y externos que pretenden virar hacia un modelo más liberal, con la excusa de la democracia de mercado en detrimento de la construcción de la democracia directa. Las contradicciones entre la burocracia y los sectores excluidos, se visualizan en demandas como la de los pueblos indígenas desplazados por el agronegocio o campesinos empobrecidos; sin tierras que aún aspiran ser incluidos en la gestión de Rousseff. En Brasil, luego de conocerse los resultados de la primera vuelta por las presidenciales 2014, la balanza se inclina con un saldo positivo para la actual presidenta y, en forma curiosa revela como las encuestas de opinión son una herramienta para la especulación mediática con la proyección de liderazgos efervescentes.
La caída estrepitosa de Marina Silva ratifica el orden bipolar que se estableció con el triunfo de Lula hace 12 años: el Partido de los Trabajadores vs el retorno del PSDB. La tesis de la tercera vía que fue alentada con una marketing político surgido de la tragedia de Eduardo Campos, sucumbió producto de la incoherencia política, que a diferencia de Aécio Neves perdió terreno progresivamente. Silva no representó ninguna alternativa al PT sino una reproducción desordenada del programa de gobierno de la derecha, con medidas efectistas para recortar el gasto público mientras prometía sostener los programas sociales.
La sombra de las movilizaciones de calle que hicieron vitrina en el mundial de fútbol, auguraban una baja en la popularidad de Rousseff con un impacto directo en las presidenciales, la historia del domingo volvió a repetir el escenario de la segunda vuelta con el PT a la cabeza. Silva no logró convertirse en el “outsider” promocionado por los medios, queda con una capacidad limitada de gestionar la base electoral del PSB para la segunda vuelta. Según los números arrojados por el organismo electoral Rousseff perdió puntos con referencia al 2010, mientras que el candidato de la derecha se habría recuperado frente a Marina Silva sin un crecimiento sustancial en comparación a su antecesor José Serra.
Con Lula en el escenario en forma activa, el PT tiene la tarea de reconectar a una parte del electorado que se encuentra desencantado con la gestión de Rousseff. El 26 de octubre se vuelven a medir los dos modelos que han gobernado a Brasil en las últimas décadas. Neves con una agenda neoliberal podría restarle importancia al MERCOSUR de cara a la Alianza del Pacífico y enfocarse en la negociación con EEUU; reducir la participación de Brasil en el orden multipolar con el BRICS; en lo interno una tendencia al recorte del gasto público y una descentralización del Estado.
Los programas sociales impulsados por Lula representan un ejemplo de distribución de la renta con impacto directo en la reducción de la pobreza. Programas como Hambre Cero o Bolsa Familia, se han convertido en el escudo del PT para captar el apoyo del electorado más vulnerable económicamente. En lo internacional la posición de Brasil bajo el PT, contribuyó al avance de la integración regional, aunque el estancamiento del MERCOSUR es un terreno fértil para que la derecha brasileña haya fijado la meta de transmutarlo en la Alianza del Pacífico. Nos encontramos en una carrera compleja por la reelección de Rousseff que tendrá impacto geopolítico en la región, en una encrucijada donde los límites de la izquierda por superar el asistencialismo hacen necesario plantear una transformación profunda de la gestión, para promover una alternativa irreversible contra la retrogradación.