Imagínese, amable lector, esta página totalmente en color negro. Es mi manera virtual de hacer paro en este Día Global de Acción por Ayotzinapa. Me sumo al movimiento-paro, no sólo estudiantil sino general, que reclama justicia y no sólo por Ayotzinapa sino también, general. No bastan las renuncias para satisfacer tal demanda, incluida la de Peña Nieto; no son suficientes las acciones judiciales, si las hubiera, para erradicar la zozobra en que vivimos. Ayotzinapa no es más que la gota que derrama el vaso en que se acumulan los agravios sufridos por todos; sus estudiantes –que dudo aparezcan algún día- son las víctimas propiciatorias del parto del México Nuevo, digno y justo, capaz de ofrecer paz y bienestar a sus pobladores, en ejercicio cabal de la democracia.
Peña, Aguirre y Abarca no son más que accidentes, junto con todo el aparato corrupto de la clase política en el poder. Lo esencial está en el sistema y el modelo; en la cultura de la corrupción y la impunidad que los caracteriza; en la idolatría del mercado como el dador de progreso; en el rompimiento de las ligas de la solidaridad en aras de una competencia depredadora e ineficaz; en la pérdida del sentido de Nación y de Patria en beneficio del extranjero; en la enajenación de la voluntad popular y el imperio de la oligarquía privilegiada. No basta con que se vayan unos, aún sean tan importantes como el presidente; hace falta que se vayan todos y se lleven con ellos su malhadado sistema neoliberal, incluyendo a los políticos corruptos y a los falsos empresarios acostumbrados a medrar con las prebendas del sistema; también a quienes utilizan los medios para envenenar la mentalidad colectiva, incluyendo a los clérigos retrógradas y, en general, a toda la caterva de usufructuarios de los privilegios del poder.
Ya Washington y Wall Street se curan en salud. El influyente diario The New York Times pone su pica en Flandes; publica una caricatura de Peña Nieto en que aparece su rostro resquebrajado, denotando la debacle de su gobierno a raíz del recrudecimiento de la violencia en el país; la imagen circula profusamente por facebook. Una vez que lograron las reformas constitucionales a su medida y gusto, Peña Nieto ya les es prescindible, más si el desgaste hace peligrar su permanencia en Los Pinos. Hasta son capaces de aceptar un gobierno de izquierda que, en virtud de los candados constitucionales, estará imposibilitado de afectar sus intereses. La fórmula no es nueva, Hosni Mubarack es un buen ejemplo del gatopardismo practicado por el imperio.
En el ejército hay descontento. Parte de la oficialidad protesta por la insuficiente protección judicial a sus desmanes. Otros reclaman por la desviación de sus funciones para ejercer como policías. Los hay también que rescatan el sentido nacionalista que caracterizó al que fue alguna vez pueblo en armas para defender al país. El desfile del 16 de septiembre encabezado por un miembro de la marina de guerra, no dejó de ser un símbolo poco agradable a los uniformados verdes. El asunto es delicado y amerita ser analizado por los que saben.
En el PRI también sopla el viento. De manera soterrada, como es su costumbre, hay grupos a disgusto con Peña Nieto; algunos reclaman la excesiva presencia de los mexiquenses en el gobierno. Otros reivindican la figura de Lázaro Cárdenas, mandada al ostracismo político por el régimen actual: en la fecha coincidente de la conmemoración por las muertes de Plutarco Elías Calles y de Cárdenas, que siempre guardó un equilibrio entre ambas figuras, este año el PRI la dedicó en exclusiva al primero. No es previsible una nueva ruptura al interior del partido, pero no sería extraño que muchos alcen los hombros ante el decaimiento de su presidente.
Las cosas, pues, no pueden quedarse en un paro de protesta y la espera de respuestas. La insoportable realidad nos afecta a todos y todos tendremos que entrarle al toro y hacer efectivo el grito: ¡Ya basta!
