En Woodrow Wilson, que rigió los destinos de Norteamérica en los períodos 1913 a 1917 a 1921, se dio una curiosa superposición del idealista y del pragmático teñido de imperialismo como en otras ocasiones se ha podido comprobar en los presidentes gringos. Wilson, aunque fue el inspirador de la Liga de las Naciones, no logró que el Senado aprobara la participación de su país en ese organismo. La Liga de las Naciones, a la que Lenin llamaba "la cueva de los ladrones", fue creada por la Conferencia de Paz de Versalles en 1919, formalmente como una especie de gobierno mundial que evitaría, a través de la cooperación, el estallido de nuevas guerras. Sin embargo, su impotencia total se hizo evidente cuando sus resoluciones fueron incapaces de detener la invasión japonesa a China, la invasión italiana a Etiopía y otros eslabones de la cadena de acontecimientos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial.
Era un intelectual, profesor de Derecho Político en la Universidad de Princeton, y pertenecía al partido Demócrata, más abierto a la intervención en la política mundial que el receloso y aislacionista partido Republicano. Estados Unidos encubrió los auténticos móviles de su participación en el conflicto mundial en el ropaje de una defensa de las "libertades democráticas" de los Aliados, cuando en realidad —y sin negar una buena dosis de idealismo político— se trataba de salvaguardar los intereses del capitalismo norteamericano comprometido en la lucha, y en grave peligro tras la defección rusa de 1917, lo que podía implicar el triunfo de Alemania, cosa que de ningún modo interesaba a Washington. Aquel mismo año Estados Unidos declaró la guerra a los Imperios Centrales y su intervención en el conflicto europeo fue decisiva en el desarrollo de la contienda.
Los catorce puntos del Presidente Wilson: Norteamérica deseaba la terminación de aquella sangrienta lucha con la victoria aliada, pero asentando una paz segura y firme. Para conseguirla Woodrow Wilson redactó sus famosos Catorce Puntos que leyó el 8 de enero de 1918 al Congreso Americano (reunión conjunta del Senado y de la Cámara de representantes) bajo el título "Mensaje de Paz". Los Catorce Puntos pretendían la liquidación política y económica de la contienda y estaban precedidos por una larga exposición. Textualmente proponían:
1) Todos los Tratados de paz son públicos y se conciertan públicamente, y después de esos Tratados no pueden concertarse ningunos acuerdos internacionales secretos de ninguna especie. La diplomacia debe ser siempre abierta y llevarse ante la publicidad del mundo entero.
2) Completa libertad de navegación en el mar fuera de las aguas territoriales, y tanto en paz como en guerra, con excepción de aquellos mares que, en todo o en parte, se hayan cerrado por acuerdo internacional con el fin de ejecutar Tratados internacionales.
3) La mayor eliminación posible de todas las barreras económicas y establecimientos de la igualdad en las relaciones comerciales entre aquellas naciones que se adhieran a la paz y se unan para su mantenimiento.
4) Garantías mutuas adecuadas para reducir los armamentos de cada país al mínimum compatible con la seguridad interior.
5) Libre, magnánima y absolutamente imparcial renuncia a todas las pretensiones coloniales. Esta renuncia se fundará en el estricto respeto al principio de que, al resolver sobre tales cuestiones de soberanía, los intereses de los pueblos afectados tendrán igual peso e importancia que las justificadas pretensiones de los gobiernos cuya alegación jurídica se trate de fijar.
6) Evacuación de todo el territorio ruso y regulación de todas las cuestiones referentes a Rusia, de tal modo que asegure la mejor y más libre colaboración de los restantes pueblos de la Tierra para dar a Rusia la posibilidad de lograr, sin obstáculos y sin errores, una resolución independiente sobre su propia evolución política y nacional y para asegurar a Rusia una recepción sincera en la sociedad de naciones libres, con instituciones políticas elegidas por ella misma; y además toda clase de apoyos que necesite y desde y desee. El trato que Rusia reciba por parte de las naciones hermanas en los meses venideros será la piedra de toque que aquilate su voluntad, su comprensión para las necesidades rusas, por diferentes que éstas sean de las que sienten las demás naciones; serán también testimonio de su simpatía comprensiva y altruista.
7) Bélgica debe —y en esto coincide el mundo entero— ser evacuada y restaurada, sin que nunca se intente por nadie limitar su soberanía, de la que disfruta por igual modo que todas las demás naciones libres. Ningún acto contribuirá tanto como éste a restablecer entre los pueblos la confianza en las leyes, que ellos mismos se han dado para regular sus mutuas relaciones. Si esta restauración no se llevase a cabo, quedaría menoscabado para siempre el vínculo del Derecho Internacional.
8) Toda la región francesa debe ser evacuada, y las partes que han sufrido la guerra deben ser restauradas. La injusticia que Prusia cometió en 1871 con la nación francesa en lo referente a Alsacia y Lorena, esa injusticia que hace casi cincuenta años ha puesto en peligro la paz del mundo, debe ser reparada para que pueda restaurarse la paz en interés de todos.
9) La rectificación de las fronteras italianas debe acometerse según las líneas de separación que claramente circunscriben las nacionalidades.
10) A los pueblos de Austria-Hungría, cuyo puesto deseamos asegurar entre las demás naciones, debe dárseles la primera ocasión favorable para su desenvolvimiento autonómico.
11) Rumanía, Servia y Montenegro deben ser evacuados y las regiones ocupadas han de ser restauradas. Servia debe recibir un acceso libre y seguro al mar; las relaciones mutuas entre los estados balcánicos deben terminarse por concierto amistoso, de acuerdo con las líneas fundamentales históricas de común pertenencia y nacionalidad, deben crearse garantías internacionales para la independencia política y económica, y para la intangibilidad territorial de los distintos Estados balcánicos.
12) Para las partes turcas del actual Imperio Osmanlí debe asegurarse una independencia absoluta; pero las otras nacionalidades que actualmente se hallan bajo la dominación turca deben tener su vida completamente asegurada y debe permitírseles un desarrollo completo autonómico, sin el menor obstáculo. Los Dardanelos deben abrirse permanentemente al libre paso bajo garantías internacionales para los barcos mercantes de todos los países.
13) Debe decretarse un Estado polaco independiente que comprenda todas las regiones habitadas por población indiscutiblemente polaca; debe proporcionársele libre y seguro acceso al mar; por Tratado internacional quedará garantizada la independencia política y económica y la intangibilidad territorial del nuevo Estado.
14) Debe crearse por conciertos particulares una unión general de las naciones, de suerte que se establezca una seguridad mutua para la independencia política y la intangibilidad territorial de las naciones grandes y pequeñas. El último de los 14 Puntos de Wilson preveía la constitución de una Liga o Sociedad de Naciones (la prostituta de Babilonia) para resolver en su seno las posibles diferencias que podían surgir entre los Estados en un mundo en paz. De un modo paradójico, los Estados Unidos no quisieron formar parte del alto Organismo, que nació así profundamente decaído.
Tales fueron los famosos Catorce Puntos de Wilson que tuvieron una amplísima difusión en el mundo aliado donde fueron recibidos de modo contradictorio aunque resaltó el contenido ideológico de que hacían gala. Los gobiernos responsables e interesados en la contienda, ocupados como estaban por la guerra, y deseosos de que Norteamérica interviniera en forma decisiva, no consideraron suficientemente el alcance de esta proposición de paz, o por lo menos no la analizaron ni tuvieron en cuenta como merecía.
Los Imperios Centrales también tuvieron noticia de ellos. Aviones aliados se encargaron de arrojar, especialmente en los frentes, octavillas que los contenían o extractos de los mismos. Hasta la Prensa alemana los reprodujo en parte, pues fueron sometidos a la censura. Ésta recortó o eliminó los puntos 6º, referente a Rusia, y 7º, concerniente a la restauración de Bélgica.
La paz —o mejor, las paces— que pusieron fin a la primera conflagración mundial reunieron tres características principales: en primer lugar, intentaron ser unas "paces de siglos", duraderas, tales, por ejemplo, como lo habían sido las de Westfalia (1648), que puso fin a la guerra de Treinta Años, o el Congreso de Viena (1814-1815), que liquidó la aventura napoleónica. Pronto veremos el fracaso de esta tentativa. La pretendida "paz de siglos" quedó reducida modestamente a una tregua de veinte años. En segundo lugar, no fue una "paz pactada", es decir, concertada libremente entre los grupos de naciones adversarias. Los Imperios Centrales no fueron oídos en las Conferencias de paz, sino que al término de las mismas se les "invitó" a que firmaran lo acordado por los Estados vencedores. Fue, por lo tanto, un "diktat", como fue calificado por los alemanes; una paz obligada sin posibilidad de alternativa, lo que también determinó en buena medida la subsiguiente política germánica.
Tratado de Versalles: El 14 de diciembre de 1918 llegó a París el presidente Wilson, imbuido de la idea de que su intervención había sido decisiva para el término de las hostilidades, tanto en lo que concernía a las tropas que había situado en el frente occidental como en sus "Catorce Puntos", sobre la base de los cuales había aceptado Alemania la firma del armisticio.
Pronto se dio cuenta de que la situación no era como lo pensaba. Los Aliados de la Europa Occidental, que habían aceptado con reticencia los "puntos wilsonianos", se mostraban ahora en franco desacuerdo con algunos de ellos. Y sólo era esto: entre los mismos Aliados empezaban a surgir diferencias sobre muchos aspectos concretos de la redacción de los futuros Tratados de paz.
Francia, sobre la que había gravitado el mayor peso de la guerra y era además el país —después de Rusia— que mayores daños había padecido de la misma, se hallaba dirigida por un hombre enérgico, Clemenceau, que quería humillar a Alemania e imposibilitarla para nuevas empresas belicosas. El "desiderátum" de Clemenceau se concretaba en los siguientes puntos: división de Alemania en muchos pequeños Estados (como había sido la idea de Richelieu y Mazarino tras la Guerra de los Treinta Años); extensión de la frontera francesa hasta el Rin, con inclusión en territorio francés de la Renania; entrega a Polonia de territorios alemanes en la parte oriental; fortísima indemnización de guerra; creación de la figura de "criminal de guerra" que afectaría sobre todo al káiser, a Hindenburg y a Ludendorff. Clemenceau se burlaba abiertamente del idealismo de Wilson, y en una ocasión llegó a decir públicamente que el presidente norteamericano quería ser más que Dios, porque "Éste se contentó con diez mandamientos, pero Wilson pretendía imponer catorce".
Esta posición de Francia chocó abiertamente con Inglaterra. Lloyd George, su representante, continuaba la tradicional política británica de impedir la creación de una fuerte potencia en el continente. Y no había estado luchando cuatro años para evitar la hegemonía alemana y dejar paso ahora a una hegemonía francesa. Inglaterra se conformaba con destruir la Economía alemana, causa real que la había llevado al conflicto. Italia, por su parte, representada por Orlando, reclamaba el cumplimiento de las promesas aliadas que la habían inducido a desertar de la Triple Alianza e intervenir en el conflicto a favor de los Aliados; quería un establecimiento en la costa dálmata, los territorios irredentos de Tirol, Trentino y Trieste, y colonias.
El último país importante, Japón, se desentendía por completo de las cuestiones europeas y aspiraba a la política que iba a hacerse ya tradicional del archipiélago del Extremo Oriente: extender su influencia en el continente asiático como medio de solucionar el problema demográfico planteado en primer término.
Como preliminar de la paz se reunieron en París, en enero de 1919, treinta y dos potencias aliadas, todas las que habían declarado la guerra a los Imperios Centrales. Pero en la práctica, sólo fueron cinco los protagonistas: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón. Y aun de estos cinco Japón, como se acaba de decir, apenas intervino en las discusiones que tenían como tema la Europa por la que no se interesaba.
Wilson hubo de ir cediendo posiciones progresivamente. Escasamente dotado de dotes diplomáticas, en las que le superaban los representantes, se vio obligado a ir admitiendo uno tras otro los puntos de vista de sus aliados europeos, se vio obligado a ir admitiendo uno tras otro los puntos de vista de sus aliados europeos, y amenazó en diversas ocasiones con el abandono de su puesto, que no llegó a realizar. De un modo efectivo, los acuerdos fueron elaborados por Francia e Inglaterra y estaban ultimados, por lo que se refiere a Alemania, el día 5 de mayo de 1919.
Terminado el proyecto de paz fueron llamados los "negociadores" alemanes, presididos por un fino diplomático, embajador de su país en Copenhague, el conde Brockdorff-Rantzau, a quien se le entregó el borrador del Tratado el día 7 de mayo, con la advertencia de que todas las objeciones que pudieran hacer al mismo habían de ser presentadas por escrito en un plazo perentorio. No hubo, por lo tanto, conferencias orales. En una semana los representantes alemanes redactaron sus contraposiciones que fueron rechazadas por los Aliados salvo algunos insignificantes. Solicitado por los alemanes un aplazamiento de la contestación, les fue negado, con la amenaza de reanudar la marcha de las tropas por territorio alemán.
El día 22 de junio la Asamblea Nacional alemana aceptó, reunida en Weimar, el proyecto de Tratado, por 237 votos contra 138, lo que costó el ministerio a Scheidemann, que fue sustituido por el socialista Bauer. En nombre de este nuevo gobierno firmaron el Tratado. Herman Müller y Johannes Bell. La ceremonia tuvo lugar en el palacio de Versalles, impuesto por Francia para borrar así la afrenta sufrida en aquel mismo sitio el año de 1871, y se verificó el día 28 de junio, cinco años después del magnicidio de Sarajevo.
El Tratado de Versalles compuso un grueso volumen de 440 artículos distribuidos en 14 secciones, y abarca todos los aspectos relativos a la paz entre Alemania y los treinta y dos países aliados.
La I parte establecía el estatuto de la Sociedad de Naciones, el único punto de Wilson que realmente tuvo aceptación, y la confería a ella la administración de las antiguas colonias alemanas y de los territorios que se separaban del Imperio Turco. Las partes II y III definían los nuevos límites de Alemania: este país cedía Alsacia y Lorena a Francia; Eupen, Moresnet y Malmédy a Bélgica; el Schleswig a Dinamarca; la Prusia Occidental y la Alta Silesia a Polonia; Danzig quedaba como ciudad independiente bajo la garantía de la Sociedad de Naciones; toda la orilla izquierda del Rin sería desmilitarizada y dividida en tres zonas de ocupación, que deberían ser evacuadas, respectivamente, en plazos de 5, 10 y 15 años; la cuenca del Sarre quedaría administrada por la Sociedad de Naciones y, en fin, se prohibía terminantemente la posible unión de Austria y Alemania.
En las secciones IV y V se disponía la renuncia de Alemania a sus derechos en el exterior y a sus colonias. El Ejército sería desmovilizado bajo el control de comisiones aliadas, no pudiendo existir más que una fuerza de 100.000 hombres con una misión meramente policíaca. Se entregaría a los Aliados todo el material de guerra pesado, se disolvía el Gran Cuartel General y se desmantelaban todas las fortalezas al este del Rin en una profundidad de 50 km. Se le prohibía fabricar más armas y municiones de las que necesitara el reducido ejército fijado, y se le negaba libertad para producir armamento pesado. Había de entregar la escuadra de guerra al bando vencedor, quedando reducida ésta a 6 barcos de combate, 6 cruceros pequeños, 18 destructores y 12 torpederos. Las propias tripulaciones habrían de concentrar estos barcos en la bahía inglesa de Scapa Flow, donde fueron hundidas voluntariamente 53 unidades el mismo año de 1919.
La sección VI fijaba las condiciones en que habían de ser devueltos los prisioneros de guerra y sepultados los muertos.
La VII determinaba la entrega de los criminales de guerra. Era la primera vez que aparecía en la Historia esta forma de juicio, que no se llegó a realizar porque los Aliados no acabaron de mostrar gran interés por hacer efectivas estas cláusulas, según las cuales habrían de comparecer a juicio desde Guillermo II, Hindenburg y Ludendorff, hasta los comandantes de los submarinos que habían intervenido en la gravosa batalla marítima contra los Aliados. Tras muchas dilaciones interpuestas por los alemanes, la disposición se redujo a un juicio simbólico en el que sólo fueron juzgadas figuras menores.
La parte VIII pretendía fijar las reparaciones de guerra. Fue tal la más cruel que se impuso a Alemania. La declaración iba precedida de un preámbulo que explicaba con claridad que Alemania era la culpable de la guerra. El artículo 231 lo expresaba del siguiente modo: "Los gobiernos Aliados y Asociados declaran —y Alemania lo admite—que este país y sus aliados son responsables de todas las pérdidas y daños sufridos por los gobiernos Aliados y Asociados… a consecuencia de la guerra que les ha sido impuesta por la agresión de Alemania y sus aliados".
Una comisión especial establecerá el monto de estas partidas (que en 1920 se fijó en 269.000 millones de marcos oro, pagaderos en 42 anualidades). Pero, por el momento, Alemania se comprometía a pagar 60. 000 millones de marcos en un plazo de cinco años. Además, tendría que entregar en especie todos los barcos mercantes de más de 1600 toneladas y la mitad de los que tuvieran de 1000 a 1600 toneladas, ganado, carbón y material de hierro cuyo precio sería puesto en la cuenta de las deudas, pero fijado por los Aliados. Después se verá en que quedó realmente esta cuestión de las reparaciones.
Por último, en las secciones IX a XIV se disponía una minuciosa reglamentación de cuestiones financieras, económicas, sobre navegación aérea y fluvial, funcionamiento de la Sociedad de Naciones, sanciones y reconocimiento de los límites que se establecerían en la firma de los Tratados con los demás países integrantes del bloque de las potencias Centrales.
El Tratado de Versalles, la "paz cartaginesa", como fue llamada por recordar la crueldad que puso Roma en la eliminación de su gran rival africano, produjo honda amargura entre los alemanes. Y no por la derrota en sí, que esto ya era aceptado por todo el mundo, sino especialmente por la cláusula que señalaba a los germanos como promotores de la guerra, como "agresores". Durante muchos años, gran cantidad de alemanes, y no solamente militares, sostuvieron la tesis de que habían sido franceses y rusos los que habían provocado la grande e inútil matanza, y llegaron a concretar en Poincaré y en Isvolsk las responsabilidades de la agresión. Pero como se juzgaba que la mayor parte de las humillantes condiciones —y en especial la relativa a las reparaciones de guerra— venían dictadas lógicamente por esta declaración, pronto se empezaron a levantar voces solicitando la anulación del Tratado por existir una falsedad de principio. Ya se verá cómo la extensión de esta opinión, y su adopción por los gobernantes alemanes de los años 30, provocarían la II Guerra Mundial.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tus pezuñas de la América de Bolívar, de Martí y de Chávez!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!