Hay situaciones que nos cuestan trabajo comprender: es el caso de las consecuencias extrañas que se han generado en algunos países ante la crisis petrolera inducida por Estados Unidos, para mantener a flote su economía. La misma que tiene al borde del colapso, incluso, a muchos amigos y aliados del país del norte, entre ellos el nuestro. Por eso, me referiré a lo que viene sucediendo en dos países hermanados desde las remotas épocas de la independencia hispanoamericana, ellos son Colombia y Venezuela; veamos:
No obstante que la debacle petrolera debería afectarnos por igual a ambos, para 2014 las estadísticas señalan que la inflación en el hermano país llegó a 64%, mientras que la nuestra solo llegó a 3.4%. Hasta aquí todo es claro.
Pero resulta que ante el desastre del precio del petróleo, los contratistas petroleros en Colombia, entre ellos Ecopetrol y Pacific Rubiales, han solicitado de una, al gobierno de Juan Manuel Santos, autorización para despedir obreros ante la imposibilidad, según ellos, de mantener la nómina actual de trabajadores. Y en el mientras tanto los van sacando. Es más, están previendo no poder cumplir con sus compromisos económicos con el Estado colombiano y con acreedores nacionales privados por la misma razón. De igual manera, esta caótica situación de la caída del precio del barril de petróleo, fue determinante para justificar el pírrico aumento en el salario mínimo de un 4.6% que tuvimos los colombianos para este año. Es decir, que el aumento en nuestro país fue de $28.350 mensuales; sabrá un brujo qué se puede resolver con tan precario aporte a la economía hogareña.
En el hermano país, en cambio, no se ha hablado en ningún momento de reducción de nómina en PDVSA (Petrolera de Venezuela S.A.) y antes por el contrario, el gobierno ha decretado un aumento salarial de un 15%. Algo va de un 4.6 a un 15. Aquí parecen no encajar los resultados.
De igual manera, no se entiende muy bien que tres ex presidentes de la derecha latinoamericana se pusieran cita en Caracas, dizque para defender la democracia atropellada en aquella nación, cuando para nadie es un secreto, que en sus países las cosas no es que anden muy bien en ese campo. Y como el que dice lo que no debe termina por oír lo que no quiere: Recordemos Ayotzinapa en México, la Constitución pinochetista aún vigente en Chile y los falsos positivos en Colombia, que cada día se enredan más en esa maraña de leguyelismo en la que somos expertos los colombianos desde los albores de la independencia, cuando Santander le hablaba a Padilla para que oyera Bolívar.
Eso de mirar la paja en el ojo ajeno y no mirar la viga en el nuestro, nunca ha sido sano.