En una misiva a un compatriota suyo, el Papa Francisco advierte del riesgo de mexicanización de Argentina, por la vía del terror que impone el crimen organizado. Creo que el Papa nos ofrece una excelente pista para aprovechar nuestras ventajas comparativas e incurrir con verdadero éxito en la globalización neoliberal. Para nadie es un secreto que los cárteles mexicanos del tráfico de drogas extienden sus operaciones comerciales en los cinco continentes y que incluso en los Estados Unidos se quejan por el desplazamiento de sus propias empresas criminales por los nuestros. Los terroristas del llamado Estado Islámico se muestran novatos en eso de las decapitaciones, más parecen producciones fílmicas al estilo García Luna, con los rehenes formaditos, uniformados y sin chistar que desfilan junto a sus verdugos para ser filmados. Francamente tenemos mucho para competir con éxito.
Registramos un muy aceptable recurso tecnológico en varias materias, el cinismo por ejemplo. No sólo el que con tanto tino reconoció la revista The Economist que practica Peña Nieto, sino el muy fresco de la develación de su propia estatua por el egregio Joaquín Gamboa Pascoe, el octogenario y lúcido dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), cuya entrega en pro de las reivindicaciones de la clase trabajadora lo ha hecho merecedor de una gran fortuna. El suyo es cinismo de calidad sin duda; declara que sus agremiados son gente pobre pero decente; que no andan de revoltosos con protestas ni manifestaciones, menos aquellas que implican daños al bienestar de los demás, como sí lo hacen los mugrosos maestros disidentes y los pinches electricistas corridos. Habría que patentarlo para su promoción comercial al mundo entero.
También se podría patentar la impunidad, respecto de la cual nuestra tecnología no tiene parangón. Bajo su manto quedan bajo cubierta segura criminales de todo tipo, principalmente los sedicentes políticos y sus cómplices, los narcotraficantes y los secuestradores. La impunidad mexicana registra un alto grado de especialización que se actualiza constantemente, incluye el conocimiento de cómo elaborar leyes para combatirla que no pasan de ser mera propaganda. Este es un rubro de los de mayor expectativa de penetración comercial.
La joya de la corona es la corrupción. Ahí si nadie nos gana. Según Peña es una virtud cultural; la mamamos desde la conquista española y continuamos pegados a la ubre de quien se deje. El instrumento es de gran aplicabilidad en diversos ámbitos, el primigenio es el de la forma de hacerse del poder mediante el fraude y todo tipo de triquiñuelas que, elevados a la condición de mercancía exportable, con seguridad alcanzaría cifras mucho mayores que todas las exportaciones juntas. Ya hay avances; hace unos días el Tribunal Electoral mereció una distinción como el mejor del mundo, otorgada por un impoluto instituto internacional en la materia; la tesis que sirvió para recibir el premio se llama: Cómo dictaminar como válida una elección fraudulenta y no morir en el intento. Al igual que la riqueza en el modelo neoliberal, una vez consolidada la corrupión en la esfera superior cae en cascada para beneficiar al resto de los mortales.
El discurso mendaz es otra de las especialidades a explotar. Una muestra de excelencia es la batería de discursos en la ceremonia del Día de la Bandera, el pasado martes. En un recóndito paraje de la sierra michoacana donde se inauguró un cuartel, los representantes de los tres poderes, todos envueltos en el lábaro patrio, clamaron por la unidad de los mexicanos. Peña, en una sesuda elaboración histórica, aseveró que sólo la unión nos ha permitido hacer frente a los conflictos y las amenazas del exterior. En su excelente cinismo no dijo que la única vez en que los mexicanos hemos estado unidos fue en 1938 cuando la expropiación petrolera, aunque los que pronto formarían el PAN no estuvieron muy de acuerdo. Fuera de eso, la unión es sólo una quimera y esa es precisamente su condición de mercancía exportable. Mentir es hacer buen gobierno en beneficio de quienes pagan.
Por cierto, no comparto el entusiasmo provocado por la declaración de González Iñárritu por la que ruega por que tengamos el gobierno que nos merecemos. Si a méritos vamos, con el que tenemos es bastante. Yo pediría que tengamos un buen gobierno aunque no lo merezcamos.
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