México y el Sistema Nacional de Simulación

Por fin, después de dos años y pico, se aprobó en el senado el conjunto de modificaciones constitucionales que dan origen al llamado Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). ¡Alabado sea San Enrique! Como quien dice, en adelante dejaremos de ser el país más corrupto del mundo y nos apuramos a comprar tintes y afeites para parecer escandinavos, en consonancia con la nueva moralidad social. Quien ose profanar con su vicio el límpido espacio patrio, encontrará al arcángel divino, cuya flamígera espada sabrá castigar “hasta sus últimas consecuencias”. Se acabó la impunidad. Que se mueran los feos. Que reinen la virtud y las caras bonitas, con copete incluido. Ya no hace falta ser honesto, el sistema es capaz de convertir en virtud todas las malas mañas empleadas en las campañas para alcanzar los cargos públicos: una gran asamblea de una comisión presidida por el propio Señor Presidente, acompañado de absolutamente todos los gobernadores, el presidente de la Suprema Corte y los de las cámaras del legislativo, además de secretarios de estado y directores de organismos (todos ellos debidamente purificados) se hará cargo de velar por el cumplimiento de tan elevado propósito.

Ironías aparte, estamos ante un nuevo Sistema Nacional de Simulación, con algunas ligeras pinceladas de avance: una fiscalía especializada contra la corrupción y la facultad a la Auditoría Superior de la Federación (ASF) para auditar en tiempo real las posibles anomalías. Algo es algo, dijo un calvo; casi nada, contestó la famosa chingada. Una fiscalía dependiente del ejecutivo o, en caso de autonomía, del partido mayoritario, es lo mismo que se le unta al queso: jamás podrá enmendar la plana al patrón. Por lo que toca a la ASF se le confiere además la facultad de iniciar procesos penales contra los infractores, lo cual pudiera significar un relativo avance.

Un grave defecto del famoso SNA es que no tipifica los posibles casos de corrupción; se centra exclusivamente en los casos de manejo ilícito de los recursos del erario pero deja en el limbo el tráfico de influencias y el caso de conflicto de intereses, por mencionar algunos. Para merecer castigo el corrupto tendría que ser también estúpido o caer de la gracia del mero mero, que es otra forma de estupidez. En estas condiciones el tal sistema sólo servirá para entorpecer el funcionamiento de la administración pública, de por sí tortuoso.
Jamás podrá tener éxito un sistema que combata la corrupción diseñado y operado por los mismos corruptos. Peña Nieto no tiene autoridad moral para convocarlo siendo, como es, producto de la deshonestidad en tanto que triunfador de una elección caracterizada por la más que inmoral compra de votos; financiado con recursos extraordinarios de oscura pero conocida procedencia; que, junto con su bella esposa, exhibe insólitas riquezas; a quienes se les demostró el conflicto de propiedades generosamente financiadas por el contratista favorito; cuyo acceso a la candidatura presidencial estuvo rociado por el desvío de recursos públicos a las campañas de políticos afines al grupo en todo el país. Ni modo que ahora, ya montado en el poder, se eche la soga al cuello para castigar su propio comportamiento. A otro perro con ese hueso.

Un verdadero combate a la corrupción tendría, entre otras cosas, que proteger y promover el periodismo de investigación y denuncia. Es el caso que no sólo no se le protege sino que se le castiga, como es el caso de Carmen Aristegui y tantos otros luchadores de la pluma. El régimen ha recrudecido sus viejas fórmulas de cooptación y control a la prensa, sea escrita o hablada, privilegiando a las fuentes cortesanas y silenciando a las contestatarias.
En la campaña electoral el PAN y el PRI se andan levantando las enaguas, acusándose mutuamente de corrupción. Lo bueno del caso es que la gente se da cuenta que ambos son ladrones. Por lo demás los mensajes electorales están plagados de inanidad. Todavía estoy a la espera de que MORENA formule compromisos claros y contundentes, especialmente en lo que toca a los salarios de sus diputados. Ojalá que sea por pura estrategia que están dejando para los últimos días el anuncio de verdaderos compromisos.


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Gerardo Fernández Casanova


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