A Guatemala no fue capaz de unirla el Juicio por Genocidio, no hubieron encadenados frente al Congreso de la República ni frente a la puerta del Palacio Nacional. No se aglomeraron personas con sartenes, botes, guitarras a acompañar a las mujeres ixiles que testificaron. No llegaron desconocidos a ofrecerles un pan con frijoles y un vaso de atol. No llegaron artistas nacionales a abrazarlas por su dignidad y entereza, quedando registrado el momento en los medios de comunicación.
Tampoco se vio a estudiantes San Carlistas enfilarse en marchas para apoyarlas, mucho menos a los de las universidades privadas. No salieron abuelos, madres, pilotos de autobús, sacerdotes, pastores, monjas a protestar abarrotando las calles del país exigiendo el encarcelamiento de Ríos Montt.
No se mostró el apoyo multitudinario a las víctimas del genocidio, a los familiares de los desaparecidos. Porque si tocan a uno nos tocan a todos. –Ese debería ser nuestro lema de vida como pueblo-.
Así de insensibles y apáticos, sin Memoria Histórica, negando el genocidio el pueblo guardó silencio. No se reventaron cohetes el día que se dictó sentencia y se le dieron 80 años de cárcel a Ríos Montt. Guatemala no salió a las calles a festejar el triunfo de la justicia. Y tampoco se indignó cuando unos días después el sistema corrupto donde los togados apestan a sobornos, anuló la sentencia y prácticamente el juicio.
Un año después, cuando el mismo sistema y los mismos togados sacaron a la Fiscal General Claudia Paz y Paz antes del tiempo en que finalizaba su cargo, el pueblo también guardó silencio y la acusó de comunista. Repitiendo el mismo rezo que la clase oligárquica les mete en los sesos vía televisión, periódico escrito y radio. Vía pancartas y anuncios publicitarios. Claudia Paz y Paz fue fundamental en el proceso de llevar a Ríos Montt a juicio y también en la detención de varias clicas criminales que operaban bajo el amparo del Estado. Iba por las cabezas más grandes y fue cuando la impunidad en Guatemala una vez más triunfó. El pueblo guardó silencio.
¿Qué hubiera sucedido de haberse levantado el pueblo de Guatemala cuando se estaba realizando el juicio por genocidio? ¿De haber apoyado a sus hermanas ixiles? ¿De haber abarrotado las calles en denuncia y en la no aceptación de la anulación de la sentencia por genocidio? ¿De no haber aceptado el despido de Claudia Paz y Paz? Malaya… Pero bueno, no es para echar en cara es para poner en contexto nada más estos dos últimos años.
Me pregunto, cuál fue el detonante que hizo que el pueblo de pronto se diera una sacudida y despabilara de su estado moribundo y saliera a las calles. ¿La corrupción? Es que resulta inverosímil. El pueblo debería de indignarse con el mismo fervor cuando sale a la luz el caso de una niña violada, de una adolescente embarazada a consecuencia. Debería indignarse porque en el país no existe una Ley de Aborto. Porque no existe el derecho a La Unión Civil. Debería de realizar un paro general cuando sabe que apareció el cuerpo de una mujer, desmembrado, víctima del feminicidio.
Debería enfurecerse por esos cientos de niños que viven en las calles. Por las familias que viven de lo que recogen en los vertederos municipales. Por el estado de calamidad en que sobreviven los parias en las laderas. Por los niños que no tienen el acceso a la educación formal.
El pueblo de Guatemala debería tomar las calles y hermanarse sin credo, raza, clase social y color, por todos esos jornaleros que son internados desde niños y llegan a la edad adulta y mueren, en los surcos de algodón, en el corte de café, en los cañales. Sin derechos laborales y humanos. Por los adolescentes que ven pasar la vida dentro de una maquila. Por todas esas niñas y mujeres que se pudren dentro de una tortillería.
Y más claro aún, Guatemala debería de levantarse en vilo, por todos esos bares que existen en cada esquina donde nuestros hombres abusan de cuanta niña, adolescente y mujer está ahí, víctima de la trata de personas. Ante eso deberían de pronunciarse los sontanudos obispos y los fervientes pastores y rabinos y deberían dejar en paz el tema del aborto. Más bien en una sola voz exigir el derecho que le corresponde a toda mujer a decidir sobre su cuerpo. Pero son los primeros enjuiciadores.
Algo sucedió, no logro asimilarlo muy bien todavía, porque con tanta carencia que se vive en Guatemala y con tanta necesidad de protesta, no sé cuál fue el detonante. ¿Si nunca lo fue una niña embarazada por violación, qué más puede hacer que el pueblo sienta indignidad? ¿Si no lo han sido los femicidios? ¿La hambruna? ¿La venta de tierras y el sometimiento a los pueblos originarios?
Quiero pensar que fue la acumulación de todo, que el agua nos llegó al cuello y que el descaro de la clase oligárquica por ladrona y embustera y el de nosotros mismos por sumisos, nos abofeteó y fue tan fuerte que nos hizo reaccionar. Quiero pensar que la hedentina de los basureros se instaló en las salas de nuestras casas, que el clamor de los niños que viven en las calles se acostó en nuestras camas, que el llanto de las niñas violadas retumbó en nuestros tímpanos y que finalmente despertó nuestra dignidad humana.
Quiero pensar que nuestra indignación es definitiva y que nuestra decisión de restaurar Guatemala es rotunda. Que no nos vamos a detener. Que no vamos a parar hasta que esa revolución tan soñada por nuestros ancestros y mártires sea una realizad, y que la tierra sea de quien la trabaja. Y que los Derechos Humanos sean para todos sin distinción. Que exista finalmente la equidad de género. Esa Guatemala que está en el papel y que dicen que es: pluricultural, multiétnica y multilingüe.
No te detengás Guatemala, hasta haber logrado lo imposible. No te detengás pueblo hasta haber demostrado que sos digno de la tierra que te parió. No te distraigás que ahora el camino es empinada. No renunciés a hacer valer tus derechos. No permitás que los traidores hagan con tu voz un canto a su conveniencia.
No te durmás nunca, no descansés nunca. No permitás que los rastreros sigan haciendo chirajos la plusvalía de una tierra milenaria que a pesar de tanta mancilla aún se atreve a florear.
Que ese despertar sea definitivo. Cayó la cabeza de una de las clicas, no olvidemos que hay miles, que el Sistema está invadido de esta plaga de rastreros. Vayamos por las otras, enjuiciemos a las cuadrillas de ladrones. Metamos a los genocidas a las mazmorras. Quitémosles la inmunidad los criminales. Demostremos que cuando el pueblo quiere, puede.
Que esto no sea solo una pasada de nube. El pueblo tiene el poder. El pueblo si lo desea puede actuar. El pueblo una vez despierto es un canto sonoro de chicharras. Es el retumbo de las quebradas. Es la frescura de las primaveras. Es el aroma de los sembradillos. Es la hermosura de los milpales. Es la sonrisa de la infancia feliz. Es una mañana y su rocío. Es la satisfacción de hacer lo que es justo. El pueblo despierto es una revolución que vale la pena y la alegría vivir. El pueblo despierto es un volcán en constante erupción. Es una hojita de tomate tierno. Es una tierra fértil. Es celaje de ensueño. Es poesía. El pueblo despierto es honra. Es tiempo de luchar por nuestra tierra.
¿Para qué? Para que en Guatemala NUNCA MÁS.