Ni hablar; para fugas las del Chapo. Como el Garufa del inolvidable Carlos Gardel, "pucha que sos divertido". Medio México está dedicado a hacer mofa del régimen y su ínclito jefe, mientras que la otra mitad se desternilla de la risa ante el ingenio popular vertido a las redes sociales. Por algún motivo (mediático tal vez) el temido Chapo goza de buena fama pública; no es de esos facinerosos que asesinan y extorsionan, sino que simplemente se dedica a explotar con las mejores técnicas empresariales su negocio proveedor de gozo a un importante número de habitantes del planeta, con especial esmero a los que radican en la sede del imperio. Por tal motivo sus legendarias escapadas de la cárcel, siempre de altísima seguridad, se convierten en un motivo de satisfacción popular, ahora con cargo al cada vez más desprestigiado Peña Nieto. También el hecho de la famosa fuga alienta al imaginario colectivo para impostar la voz y dar sus versiones del trasfondo de lo ocurrido; que si esto o lo otro o lo de más allá. Cualquiera que sea la versión más atinada, la verdad es que el caso sólo es otra muestra de la degradación del régimen, por corrupto e ineficaz. A Peña Nieto sólo le queda la sonata, devenida en sonatina y, por la austeridad, en simple silbatina interpretando las cinco notas del muy popular imperativo destinado a que el destinatario, con copete y todo, vaya a molestar a la autora de sus días.
Tan divertido que es el tal Chapufa que hace olvidar los conflictos en que se desenvuelve el país; por lo menos distrae la atención. Por ejemplo: no se apercibe suficientemente el hecho de que la protesta magisterial por la pomposamente llamada reforma educativa haya escalado al grado de sumar a oficialistas (SNTE) y disidentes (CNTE) en el rechazo a la evaluación punitiva; Chuayfett y sus corifeos tendrán que agradecer al Chapo el servicio distractivo; el teatro se les cae a pedazos pero mantienen la sonrisa triunfal, no carente de un tic que denota la falsedad. Los maestros insisten en que no se oponen a ser evaluados, en tanto sea instrumento para el mejoramiento, pero no aceptan que se pretexte una evaluación sin sentido para destruir al magisterio socialmente comprometido, para entronizar una borregada de maquiladores de la educación.
Contra viento y marea, la protesta cunde. Con todo el poder de la propaganda mediática el régimen endereza la opinión pública contra los "maestros andrajosos que tienen secuestrados a nuestros hijos", pero cada vez son más los que salen a protestar. Es una muy desigual batalla la que libran los maestros; incluso la intelectualidad progresista no se atreve a manifestarse con la contundencia necesaria para tratar de equilibrar las fuerzas; ha sido exitosa la campaña de la mentira contra los docentes. Lo que va implícito en esta lucha es lo mismo que en tantos otros medios se reclama: la viabilidad de México como nación soberana capaz de ofrecer justicia y bienestar a la población.
En otro orden de ideas, pero contribuyente al clima de zozobra que se vive, le toca a la rama siderúrgica de la economía nacional velar las armas para defender su permanencia. Producto de la irreflexiva apertura comercial de la tecnocracia neoliberal, hoy esa industria se ve obligada a despedir personal y cerrar plantas por la desleal competencia de la siderurgia china en el mercado nacional. El efecto de tal embate sería la muerte para toda la región de Monclova en Coahuila, del propio desarrollo del puerto de Lázaro Cárdenas en Michoacán, entre otros. El gobierno se queda colgado de la brocha: en su ortodoxia de la economía de libre mercado, tan preconizada en todos los foros internacionales, y la realidad de una competencia carente de las mínimas condiciones de igualdad. Cualquier intento de proteccionismo es tabú para los preclaros juniors que manejan la economía nacional, con lo que la protesta que ha incorporado a trabajadores, empresarios y población afectada, podrá esperar unos masajes de cerebro, pero bien puede poner sus barbas a remojar.
Claro que los siderúrgicos tienen una ventaja: se trata de competencia china, que si fuera gringa ya hace tiempo que se hubiera tocado el réquiem. También cuenta el hecho de ser empresas privadas y trabajadores organizados, que si fueran campesinos maiceros ya se hubieran visto obligados a emigrar. En fin, no nos queda más remedio que el acero aprestad.
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