El mundo está revuelto y en vías de exasperación. Los pueblos de todos los continentes, en mayor o menor medida, se resisten a seguir soportando un sistema económico que sólo produce pobreza. El gran capitalismo financierista se ahoga en sí mismo y se ve cada vez más reducido, encerrado en una fortaleza que se va haciendo más alta y más estrecha, en la medida que se distancia de la sociedad general. Allá arriba reside el dinosaurio que, en su aislamiento, tira de coletazos como estertores de su agonía. Lo acabamos de comprobar con el caso de Grecia: la señora Merkel, residente dominante de la torre, se asoma para dar el coletazo a los griegos que osaron aspirar a una Europa menos injusta; pero cada golpe de cola es un nuevo desgaste del poder central y una nueva invitación a la rebeldía de la aldea. Ya vendrán otros a hacer su zapa en los cimientos de la esbelta torre y, tarde que temprano, se colapsará.
Lo mismo sucede en México. Peña Nieto pega el manotazo y destroza el instituto educativo de Oaxaca, con el inerme gobernador a su lado en calidad de obsecuente vencido. El aparato todo de la oligarquía aplaude la valentía y la mano dura, con Mexicanos Primero (léase Televisa) y toda la parafernalia mediática vociferando contra "los vándalos que tienen secuestrada la educación de nuestros hijos". Oaxaca queda en calidad de zona invadida con las huestes del ejército, la armada y la policía federal ocupando los espacios en que la sociedad se desempeña. Virtual toque de queda o de sitio, sin razón y sin soporte, simple manotazo en la mesa de quien carece de la autoridad moral para procesar los conflictos con base en el derecho y la razón. El argumento educativo sólo es cosmético; la realidad es el control político de uno de los últimos baluartes del afán de justicia de la Revolución Mexicana, cuya vigencia es inconcebible en la hegemonía neoliberal que dicta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que, emulando a la Internacional Stalinista, no para en mientes para imponer su catecismo.
Ya me he referido a la historia de la educación pública en México, de la que sólo subrayo el giro que se le dio de ser punta de lanza de las reivindicaciones sociales de la Revolución, a convertirse en instrumento de control político del régimen. Hoy quiero hacer mención a la tan vilipendiada historia particular de la educación en el estado de Oaxaca, único estado que se tomó en serio la descentralización educativa de la época de Salinas. Heladio Ramírez era gobernador, por cierto un garbanzo de a libra entre la caterva de pésimos gobernantes en esa entidad, con el apoyo de gente brillante como su Coordinador de Asesores, el inolvidable Armando Labra Manjarrez, y en coincidencia con la Sección 22 del Sindicato de Maestros (SNTE) desde entonces caracterizado por ser disidente de la corrupción imperante en el órgano nacional, ya para entonces liderado por la nefasta Elba Ester Gordillo. En atinada alianza de un gobierno comprometido y un magisterio progresista, se diseñó un esquema educativo idóneo para las condiciones peculiares de Oaxaca que en su momento fue funcional, aunque brutalmente contradictorio con los intereses de la burocracia incrustada en la SEP y en el SNTE. Con el término del mandato de Heladio Ramírez se rompió la alianza; los nuevos gobiernos se plegaron a los dictados del centro y tuvieron en el magisterio al enemigo a vencer, para lo que no escatimaron esfuerzos y triquiñuelas, dando lugar a la conflictiva condición de la educación oaxaqueña y la radicalización sindical local. Calumniar, corromper, estigmatizar, castigar, todo antes que tolerar al que actúa y es diferente. En contrapartida sólo quedan la manifestación callejera y el paro de labores como arma defensiva. Así las cosas, la responsabilidad por el deterioro de la educación en Oaxaca recae en el régimen, por más que se vista de seda que mona se queda. Esto es lo que los mexicanos tendríamos que saber, contrario a lo que nos inculcan desde la televisión.
La imposición de la reforma laboral del sistema educativo, mal llamada reforma educativa, no significa otra cosa que el mecanismo coercitivo para someter a los maestros que no se avienen con los lineamientos de la OECD ni de Mexicanos Primero y que son una piedra en el zapato del gobierno neoliberal, tecnocrático y corrupto que encabeza Peña Nieto. Es un despropósito que la educación en México se sustente en la represión, sólo acumula nuevos agravios sobre un sector que, sin disponer de medios masivos de comunicación, sí dispone de radio bemba para nutrir el respaldo popular a sus reclamos y romper la dictadura de la calumnia enderezada por el régimen contra la disidencia.